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Una leyenda yekwana habla del dios Wanadi como creador del hombre, las plantas y los animales sobre la faz de la Tierra. Pero dicen que solamente existía un río en toda la cúpula terrestre y los indios yekwana eran la única tribu que la moraba. Pero los indios morían de sed ante tal sinrazón, pues su dios había colocado el cauce demasiado lejos del poblado y reinaba la desdicha entre sus habitantes. Los indios no se permitieron seguir muriendo innecesariamente y decidieron enviar a modo de expedición a Kashishi, la Hormiga divina del cielo, en busca de tan ansiada agua. Kashishi anduvo muchas jornadas con la mayor premura posible sabiendo que cada paso que diera en falso podría equivaler a una vida menos de los yekwana. Caminó y caminó sin descanso, noche y día, haciendo caso omiso del agotamiento y la deshidratación. La sola imagen de su pueblo le hacía fuerte y persistente en su cometido. La Hormiga llegó por fin al río y pudo observar con gran asombro las enormes dimensiones de tal creación. Sus majestuosas aguas recibieron a Kashishi con un leve oleaje que emulaba al de las costas marinas. Una vez de vuelta, la Hormiga indicó a la tribu la ubicación del río que les podría dar de beber, pero era un camino único que llevaba lejos de donde ellos vivían. Así, sumidos en la desesperación y acudiendo al instinto de supervivencia, el brujo de la tribu rezó a Wanadi. Esto causó un efecto compasivo en el dios, que, valorando sus esfuerzos, extendió su mano derecha y trazó, con dos de sus dedos, un gran surco de este a oeste formando el conocido río Orinoco y sus afluentes. Los habitantes del poblado quedaron eternamente agradecidos y nunca más murieron de sed. Además aprendieron de la riqueza que el río les aportaba creando cultivos y aprovechando los beneficios que aquellas poderosas aguas poseían. Nunca olvidaron el viaje tan valeroso de la Hormiga. Tampoco pudieron jamás alejar de su recuerdo que fueron salvados de una muerte segura. Y, en los momentos en los cuales los días modernos hacen que los yekwana duden de su propia fe, miran hacia el río Orinoco que les recuerda es un surco del dedo de Wanadi.

Extraído del libro "Senderos de Mitología Olvidada" de Víctor Morata Cortado

Texto agregado el 26-12-2006, y leído por 110 visitantes. (0 votos)


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