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Jilguerito

A Paula Rocío -mi hija- y Kuthelia, ambas educadoras de párvulos

Cuando comenzó a llover aún era otoño, el agua que caía era limpia y tibia, ella vino a lavar la cara de la encallecida tierra, luego de tanto sol tragado en el verano que se iba marchando de manera calmada.

Las primeras gotas eran grandes, como un poroto pequeño, la tierra parecía sonreír, aquellas gotas que caían sobre la tierra firme, levantaban pequeñas oleadas de polvo, lo que generaban pequeñas nubes que a poca altura volvían a caer a la tierra arrastrada por las gotas siguientes. Al canto de las gotas de agua se sumó el viento, un viento ni tormentoso ni tranquilo.

—¡ Mamita, mami, mami, ven a mirar como llueve!
—Si hijo, escucho como llueve.
—¡Mami, ven poh!
—Ya hija, ya voy

Ariel y su hermana Ximena miran el agua cuando cae, oyen su canto cuando las gotas golpean a las planchas de calamina que cubren el techo de la casa, a la media hora el agua ha formado una corriente que pasa por la calle.

A medida que iba apaciguándose la nube de polvo, iba ascendiendo el aroma a tierra húmeda.

Las grietas en la tierra abiertas por el sol y los meses de sequía se fueron llenando de agua y, las heridas de la tierra se fueron cerrando una a una, el agua fue superando la superficie todas las hendeduras en la tierra fueron selladas, el sonido de agua y tierra era como orgasmo y unión de óvulo y esperma, en cópula perfecta, como muestra de fertilidad de la madre tierra, gestación de la qué luego nacerá en trigo, trébol y el durazno tempranero junto a las primeras fresias silvestres.

Mientras los niños miran el espectáculo de la primera lluvia, su madre plancha la ropa ajena que ha lavado y que logró descolgar antes de que toda el agua se viniese sobre el suelo, viuda desde hace años tantos como años tiene su hija menor, la niña con cinco y el niño con siete, son su alegría y tristeza de vivir.

—Mami, mamita, ven, mira como llueve de fuerte.
—Si Ariel, ya termino de planchar y voy a mirar.
—Mami, apúrate no ve que se va a ir el agua.
—Si mi niña, ya voy.

Sus días son largos y sus noches solitarias, ha enviudado muy joven y en condiciones dramáticas ya que su Ariel cayó apuñalado en una pelea callejera, peleas de borrachos y drogos que en las madrugadas muestran su mayor violencia al no encontrar dinero con el cual seguir tomando.

—Mami, mamita. ¿Puedo ir a la calle? Mira, anda el jilguerito jugando en el agua.
—No Ariel, no puedes salir ya que te mojarás y enfermarás, más tarde cuando entregue esta ropa, irás a comprar pan para que tomemos una once rica.
—¿Con huevitos fritos mamita? Ya
—Bueno Ximenita, con huevitos fritos.
—Mamita, por qué el jilguerito anda en la lluvia, y parece contento mamita.
—Hijo, no le diga jilguerito, él tiene nombre.
—Si, mami, pero él se ríe con el nombre y le gusta, le decimos así por que pasa cantando.
—Hijo, ese niño anda en la calle en el día porque su papá y mamá trabajan y están fuera de casa en el día.
—Mamá ¿Y dónde come el jilguerito?
—¿Tú no sabes Ariel?
—No mami
—A lo mejor en su casa.
—¿Y quién se la calienta mami?
—No sé hijo
—Mamita, ¿puedo invitarlo a que venga a tomar once con nosotros, Quieres mamita?
—Si mamita, a mí me gusta como canta el jilguerito, ¿invítalo mamita ya?
—Bueno, hija

La madre, conversa con sus dos pequeños, hay una muralla de hormigón de por medio, pero, si los hijos le mirasen la cara, quizá alcanzarían a ver el dolor y la ternura de su madre, lo que gana apenas le alcanza para los tres, pero, la amistad de los niños no entiende de faltas de dinero, así que sonríe y le agradece a su Dios –del que poco cree- que su Ariel tenga ese corazón.

Miguel Angel (jilguerito), un niño casi de la edad de Ariel, amigos de juegos en días de sol o sin lluvia, vive a una cuadra de distancia, el menor de varios hijos en un matrimonio proletario, su padre tejedor en una textil y su madre, empleada doméstica en la casa de unos ricos.
El niño, a veces va a la escuela otras no, de espíritu alegre, nadie sabe cuando comenzaron a llamarlo “Jilguerito”. Él no se preocupa ni molesta ya que dice que los jilgueros que se paran en su patio lleno de árboles son lindos y cantan mejor.
Miguelín, no sólo canta con una avecilla, sino que su cuerpo también es como una de esos pajarillos, niño despierto y muy delgado, lo que sí tiene un sentido inmenso de su dignidad y guarda para sí sus dolores. Hacia fuera muestra su trino.

—Ariel
—Si, mami
—Ve a comprar.
—Ya mamita, qué rico, me voy a ir por la lluvia.
—No, hijo abríguese bien y no te metas al agua que te enfermarás
—No importa mami, la lluvia se ve linda
—Vaya y compre medio kilo de pan y cuatro huevos, lleve una bolsa de género y por favor no vayas a mojar el pan.
—No mamita, si yo sé, no ve que soy grande, voy al tiro.
—Mama, ¿puedo ir también?
—No hija, usted no.
—Puchas que soy mami, el puro Ariel puede mojarse.
—Cuando sea más grande también ira usted hija.
—¿Verdad mama?
—Sí, mi niña
—Mamita, mañana voy a ser más grande ¿cierto?
—No hija, en dos años
—Pero falta mucho para eso.
—Bueno si, pero, llegará ese día Ximenita.

—¡Jilguerito!!
—¿Qué quieres Ariel?
—Acompáñame a comprar pan.
—Vamos.
—Jilguerito, por qué no estás en tu casita, té vay a enfermar.
—No hay nadie en mi casa y me gusta mojarme
—Mira, voy a comprar pan y después te invito a tomar once con nosotros.
—Tay loco, después tu mami se enoja.
—Sí, ella sabe amigo.
—No Ariel, no, no quiero y no tengo hambre.
—Pucha amigo, mira vamos para la casa y hacimos dibujos así no te mojas y no té enfermay.
—Sí, yo tengo casa Ariel, si ando en la lluvia porque me gusta, nada más.
—¿De verdad no tienes hambre? Mira, mi mami nos va ha hacer sanguchitos de huevitos fritos y con tecito calientito, más a la noche cuando vaya a llegar tu mami te vas, vamos amigo.
—De verdad, no tengo nadita de hambre y no quiero molestar a tu mamá.
—Si no molestay na poh, no vis que con mi hermanita estamos en el dormitorio mirando la aguita que cae y la mamá está planchando la ropa de la señora Teresa.
—No amigo, me voy a quedar en la calle no más, si puedo irme a mi casa, yo tengo la llave y también sé abrir la ventana.

—El Ariel y el Jilguerito ¿qué quieren? Andan mojándose.
—Señorita, medio kilo de pan y cuatro huevos.
—Ya, váyanse a sus casas antes de que llueva mas fuerte.
—Gracias.

Y los dos niños se fueron charlando sus cosas, uno invitando y el otro –con sus ojitos de hambre- rechazando la invitación.

—Jilguerito. Mira el pan está calientito, ¿vamos?
—No, ¿de verdad está calientito?
—Si, mira toca la bolsa.
—Amigo. ¿Quieres un pan?
—No tengo plata.
—Sí, no te digo que compres, yo te regalo uno.
—¡Sí! ¿Y si tu mama se enoja?

Saca de la bolsa un pan y se lo pasa a su amigo, ya sabe que no irá a la casa, es alegre, pero porfiado como una mula –como dice la mamá- abraza a su amigo y espera bajo un alero de una casa a que se coma el pan y luego se marchan, uno con menos hambre y el otro pensando en que va a decir a la mami.

Unos cinco minutos después de llegar a casa la madre llama a su niña y al hijo a sentarse en la mesa, de la que usan sólo una esquinita, ya que lo otro está ocupado por ropa ajena.

Cuando va a abrir los panes para llenarlos con huevos revueltos, se percata que no está todo el pan que debiera haber.

—Ariel.
—¿sí mami?
—¿Compraste menos pan y te gastaste la plata en caramelos?
—¡No mamá yo no hice eso!
—Ariel falta un pan ¿qué pasó?
—No sé mamá, no falta ninguno.
—¿Jilguerito no quiso venir hijo?
—No mamita, dijo que no tenia hambre, pero, no era verdad, el tenía mucha hambre.

Su madre, le miró, dio vuelta la cara para que no le viese reír, como tampoco una pequeña lágrima que soltaron sus ojos, esperó un minuto y dijo:

—Bueno, hoy comeremos un pan menos. No importa. ¿Cierto hijos?
—¡Sí mamita, no importa!
—Hijo.
—Sí mamá.
—No cambies nunca.

Curiche
Diciembre 2006


Texto agregado el 26-12-2006, y leído por 753 visitantes. (38 votos)


Lectores Opinan
19-02-2007 La nunca desmentida solidaridad de los pobres, cultivada, o genéticamente presente, desde la infancia, en una pequeña y bella historia.***** kucho
18-02-2007 Con estos cuentos se cultiva solidaridad. Bueno sería como lectura básica en los colegios en lugar de estar con tanto carril intelectual desarmando los sentimientos verdaderos. BenHur
17-02-2007 Es un relato tan hermoso como triste y desgarrador. No lo sería tanto si no fuera el fiel reflejo de tantas realidades cotidianas. Me gusta el lenguaje, tan auténtico, de los personajes. Felicitaciones, 5* sara_eliana
09-02-2007 ¡Que hermoso cuento, es de una ternura inmensa, que hermoso es ver la dignidad del Jilguerito, y la de toda esa gente sencilla y de corazón. Los diálogos de los niños son tan auténticos, que es un verdadero placer leerlos; y la descripción al comienzo, es tan precisa y llena de detalles, que debe ser fruto de tus observaciones infantiles, a esa edad en que tenemos tiempo para mirar caer la lluvia. loretopaz
30-01-2007 Que bella historia. Me gusto el principio cuando relatas que las gotas al caer levantaban el polvo de la tierra seca.Que linda imagen, la veía.Felicitaciones. tequendama
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