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LA SORPRESA DEL PRÍNCIPE

“Sorpresa, Príncipe”

¿Qué hice yo? Dios mío, ¿qué hice yo? Hasta en el momento mismo me sigo preguntando qué he hecho en esta la mi vida para merecer atal así. Dios mío.

Dios sabe que no he sido ni la sombra de uno de sus ángeles. He pecado, he fallado, he errado y perdido mi camino. Nunca di para algún beneficio ajeno que no se me reflectara de regreso, como todo el mundo, pero a un ángulo más agudo, si acaso hay ángulo alguno en mi caso. Ni a ésta, que sí es un ángel, le he dado tanto en cuanto me lo está pagando en este instante en el que aún devaneo. ¡Qué dedicación! ¡Qué intención maravilladora! No he sido perfecto con ella, ni a leguas, y alguna malpasada le oculto, ¡y de qué forma me lo paga! No puede ser. No lo merezco. ¿Qué mujer hace algo así? No cualquiera.

Después de un día abatiente de trabajo monótono, pseudo maquilero, de lidiar con el tráfico irresponsable en las carreterillas, heme aquí y ahora. Luego de girar la llave parsimoniosamente, mis pasos la alertan de mi llegada, y puedo escucharla ajustándose en la cama para su posición magistral. ¿Debería yo, malufactor, gozar de estas fortunas?

Entro a la habitación y hela ahí. Su culo empinado invitadoramente. Su dulce, exquisito sexo expuesto al aire caliente que ya me hace sudar. Apoyada en manos y rodillas sobre la cama, ya húmeda para mí, tartamudea excitada aquellas palabras y yo devaneo este devaneo. Luego, remuevo de mi cuerpo ni una prenda más de la esencial para penetrarla. Sus adentros están suaves y calientes, como si no hubieran podido esperar un segundo más para sentirme dentro. La monté cual yegua en el más loco de los celos.



Mis movimientos sementales la aturdían fuera de toda cognición. La mía se había ido ya lejos hacía mucho tiempo. Fue así que se nos dio el tiempo y como no nos dimos cuenta de la hora.

Nuestra pasión prohibida inigualable, de aquellas que mandan todo a la mierda, todo, todo todo, y vale la pena, nos había hecho olvidarnos de nuestros mismos, y de aquello que arrastran nuestros pozos de culpa navegantes de nuestras sombras y sudores.

Nunca sentí un arranque eléctrico como ése. La adrenalina explotó dentro de mí, quemándome todo el sistema circulatorio. Todo causado por ese sonido metálico.

“¡Puta qué horas son!”
“¡¡Las cuatro y diez!!”
“!!!No puede ser!!! ¡Rápido, metete debajo de la cama!”

Ni pude sentir cuando me desconecté de su cuerpo y en medio segundo me estaba arrastrando debajo de la cama. Los pasos estaban al otro lado de la puerta. Ella no tuvo oportunidad de siquiera moverse y su posición inerte fue de tanta estridencia que pude escucharla desde mi escondite, desde el cual vi los zapatos de él caminando hacia al cuarto. Ella murmuró nerviosa estas palabras, quedándose él parado por lo que, literalmente, fue una eternidad de los infiernos:

“Sorpresa, Príncipe”

Texto agregado el 31-12-2006, y leído por 271 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
12-11-2007 Me gustó la idea. ¿El otro tipo estaba en el closet o estaba también debajo de la cama? marBin
10-11-2007 Muy bueno, amigo. Es uno de esos momentos más tensos y excitantes, a la vez. FENIXABSOLUTO
08-11-2007 Muy bueno, me gusto. saludos perrosalvaje
03-08-2007 joly crap. que bonito. está acá bien locochón, deberíastener un blog. te invito a darte un rolo por el mío. oh que bien que hay un regreso excelso. adieu. sirako
15-01-2007 No escribes mal. Pero aburrido, pesado, viejo. Escribes bien, pero es lo mismo que nada. Larsen
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