ENVIDIAS



No andan solos por el mundo,
necesitan al otro para revolcarse
en el polvo inevitable de su fuego:
esa es la ponzoña que los nutre.

Aún si fuera estiércol,
también lo desearían.

Nada de lo humano
es ajeno a sus instintos,
hasta el más carenciado
tendrá una luz que despierte
esa avidez mordaz.

Todo lo requieren,
todo lo demandan,
todo lo ejecutan.
Son únicos ante su espejo.

Apañan al cuchillo,
mientras los tenedores
lo sustentan,
muchas cucharas lo sostienen.

No es un hacer para disfrutar
es un ejecutar para exterminar,
ni el verdugo más impío es tan rastrero
en sus quehaceres.


La más clara expresión
del goce perverso.
Un lascivo jugo
de quien jamás
podrá sentir la tibia caricia
de una mano amiga.


Silvia Haydeé García
2006