Morir de frío.
Por Luís M. Villegas S. HSP.

Talvez como nunca, la onda gélida ha entrado a nuestro país tropical, originando para los menos, sentimientos navideños asociados con las fiestas de Diciembre, para los más solo significó la desesperación adicional por conseguir algún combustible con el cual calentar a sus familias. A menudo se utiliza la leña que, a pesar de la deforestación, las mujeres consiguen recolectándola a largas jornadas de sus viviendas precarias, circunstancia que causó el asombro presidencial al enterarse del uso que en el área rural y en no pocas localidades urbanas aún se da a los residuos de la madera, evidenciando la carencia de otros recursos que implicarían algunas opciones distintas, tales como el gas LP: estufas, calentadores de ambiente y de agua, hornos, cilindros, tanques estacionarios, empresas repartidoras con sus costosas instalaciones y equipo de transporte, por supuesto, caminos al menos asfaltados para su reparto, puentes y vados, pero todo daría al traste a la hora de hacer un estudio económico ya que las personas de referencia no tienen para pagar las notas del combustible. Por otra parte, si se piensa en la electricidad, también es posible conseguir excelentes hornillas y hornos, calentadores ambientales, cobertores eléctricos, que en un programa de suministro a precios bajos podría resolver el problema, encontrándonos con que muchas localidades carecen del servicio eléctrico y cuando lo pueden disfrutar, las personas no pueden pagar sus altos costos, descartándose también ésta posibilidad. Para quienes nos agradan las soluciones ecológicas, la tecnología solar nos proporciona unos calentadores que concentran las radiaciones del astro rey y logran en pocos minutos calentar una marmita lo suficiente para cocinar alimentos y el agua. Algunos grupos de ambientalistas Españoles los han llevado a zonas desérticas del África, con buenos resultados encontrándose el inconveniente de que, por su alto costo, solo se han beneficiado a unas docenas de familias. Adiciónele las condiciones climatológicas del escenario de nuestro país ,donde nuestra población indígena mas sufrida vive en las nubladas áreas más recónditas de las sierras, bautizadas por el ilustre Don Gonzalo Aguirre Beltrán como “Regiones de refugio”, arrojados por la persecución de la conquista, el marginalismo, el abuso y la explotación, sin olvidar su último vía crucis: El neoclientelismo electoral a base del otorgamiento de becas y el suministro de despensas y materiales básicos de construcción propiciando el despego del culto y cultivo de la madre tierra, propiciando el abandono de grandes eriales de tierra cansada por los sistemas de tala, roza y quema durante siglos. Quizá la solución se encuentre en la nueva migración que deberá cumplirse hacia el país del Norte en donde hemos encontrado nuestro nuevo Tenochtitlán. Seguro que, sorteando el muro, allá no tendrán tanto frío.