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Inicio / Cuenteros Locales / sergiom51 / 23 de Noviembre

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Normalmente, el 23 de Noviembre era un día de grandes recuerdos, grandes besos, grandes caricias, grandes abrazos. Realmente no sabía que había ocurrido antes o después de ese día. Y hoy me he enterado que un día como ayer, hace 40 años, mataron a Kennedy.

Ni siquiera me acordaba de Kennedy cuando se acercaba el día 23, porque para mí el 23 significaba otra cosa, mucho más importante que la muerte de ese tipo. Me pasaba la semana entera pensando cómo podría sorprenderla ese año, cada vez resultaba más difícil ser original, aunque siempre entendía que lo que importaba era demostrarle todo lo que sentía por ella, algo que era totalmente imposible de expresar con un regalo, con un gesto o con un par de palabras, algo de lo cual yo era totalmente inconsciente hasta hoy.

Hoy es 23 de Noviembre, y es el primer 23 de Noviembre en el que estoy solo, totalmente solo, dejado a mi suerte y a mi corazón. No tengo en quien pensar mañana, no tengo a quien besar hoy, y no tengo a quien recordar ayer. Y no puedo fiarme ni de la suerte ni de mi corazón, ya que la primera ha sido esquiva toda mi vida, y el segundo está malherido, inconsciente, en coma, vivo pero asistido clínicamente por mi cerebro.

Ha sido un año muy duro. Primero, la pierna, que aunque me hizo ver quien está a mi lado y quien no, me hizo pasar malos ratos, física y anímicamente Después, lo de mi hermano, que no tiene solución y no la voy a buscar ahora. Y tercero, último y definitivo, que ella ya no va a estar conmigo nunca más.

Nunca. Que palabra más difícil. Por un lado es sinónimo de esperanza, ya que siempre piensas que puede haber una próxima vez, que no puede ser para tanto, que siempre habrá otra posibilidad. Y por otro, el lado mas real y cruel, la palabra mas dura que existe en nuestro vocabulario. Pensar que no volverás a ver a alguien, por muy raro que parezca, por muchos amigos en común que tengamos, por mucho tiempo que hayamos compartido juntos, que NUNCA más volverás a estar a su lado (en este momento mi cerebro está sometiendo a una operación a vida o muerte a mi corazón que está desplomándose entre los pulmones y cayendo sin remedio hacia los intestinos).

Llevo un par de días paseando por la playa, solo, una vez más, como siempre. Bueno, a decir verdad, paseo con mi dolor de garganta, que me hace más difícil aún si cabe el tragar, que ya es complicado poder hacerlo cuando ella está en mi cabeza y tan lejos a la vez. Es la misma playa que pensé compartir con ella este mismo día entre risas y abrazos, y en cambio estoy solo y con lágrimas en los ojos, sin poderme perdonar que no haya visto lo que hay dentro de mí, un enorme corazón, en este momento atravesado por una espada justiciera y debatiéndose entre la vida y la muerte, aunque nunca, por muy buena que pueda ser la recuperación, será el mismo. Sí, he utilizado la palabra nunca.

Es curioso el efecto que produce la playa en mí. Si miro al suelo, sólo veo pisadas de gente que ha estado antes ahí. Y me acuerdo de ella, de todo lo que pasamos juntos, de todas las situaciones que siguen ahí y que parece que no se irán jamás. Y me trae malos recuerdos, quizás porque han sido los últimos. Camino de forma enfurecida y torpe, intentando salir de ahí, intentando dejar esas huellas que empujan con fuerza esa espada que llevo dentro.

Y de repente, miro al mar. Es tan grande… Es inmenso. Si no fuera por los mapas, pensaríamos que es infinito. Y veo las olas como vienen y se van, unas más grandes, otras mas pequeñas, pero todas, absolutamente todas, se van.

En un segundo, lo entiendo todo. La playa es el camino que tenemos predestinado (yo creo en el destino por encima de todo), con nuestras experiencias en forma de huellas, que algún día se las llevará el mar, o que las borraremos nosotros cuando tengamos fuerzas o ganas para hacerlo. Y el mar es la vida. Enfrente de mí se presenta un mundo lleno de posibilidades, una por cada gota, que algunas veces chocarán contra mi piel y otras las cogeré yo con mis manos.

Miro hacia el suelo y veo mi pasado y mis tristezas. Miro hacia el horizonte y veo mi futuro y mis esperanzas. Mi mar de posibilidades, ese mar que, tarde o temprano, borrará las huellas de la playa, y que se irá dejando un fresco recuerdo en mi piel, tan intenso como alegre, o al menos eso quiero creer.

Pero mis lágrimas se mezclan con el agua salada, y entiendo que vendrás malos recuerdos desde el mar, que yo decidiré si los seco o les dejo rodar hasta los pies, dejando una huella que no se borrará por un tiempo. Y no se si quiero que se vayan mis recuerdos de ella, de la única que he querido y a la única que me arrepiento de no haberle podido demostrar lo que tengo dentro, lo que hace humedecer mis ojos cuando pienso en ella, porque cada vez que pienso en ella, lloro. Cada segundo que pasan por mi cabeza sus ojos azules y su mirada tierna, la espada se clava con más saña, cada vez que vuelvo a notar su mano en mi mano o sus labios en los míos, se me cae el mundo encima y mi corazón, aquel que una vez fue grande, fuerte y orgulloso de ser querido, se deshace entre vesículas y arterias. Es como ese roble grande que han derribado para trasladarlo a otro lugar, donde no moleste, y que aunque vuelva a crecer, no lo hará como a él le gustaba hacerlo, en el sitio donde tenía predestinado crecer cuando nació.

Nunca volveré a ver su sonrisa, nunca volveré a cogerla de la mano, nunca volveré a mirarla a lo más profundo de sus ojos, intentando que ella hiciera lo mismo, para que pudiera ver ese músculo orgulloso que bombeaba sangre alegremente dentro de mí.

Nunca podré volver a querer a nadie como me estoy dando cuenta ahora que la he querido a ella, pero los dos hemos tenido nuestra oportunidad que los dos, a nuestra manera, hemos desaprovechado, por ser como somos, por no ser sinceros el uno con el otro, a pesar de ser eso lo único que yo quería y que creía que le estaba dando y ahora, por fin, reconozco que no fue así.

Ya no pienso en si la voy a echar de menos o no, porque sé que así será, pero no quiero pensar en eso, prefiero pensar en mi océano inmenso, ese que tengo ahí delante y que he decidido que a partir de hoy, 23 de Noviembre, no voy a dejar de mirar. He decidido apartar mi mirada de la playa y voy a mirar al mar, voy a meter mis pies en el agua para que me mojen las infinitas oportunidades que me quedan en esta vida. Sólo le pido al mar que borre lo antes posible las huellas que hay detrás de mí, ya que duelen y no quiero que eso me vuelva a ocurrir nunca más. NUNCA.

Texto agregado el 04-01-2007, y leído por 118 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
04-01-2007 Te doy 5 estrellas. Está muy bién escrito, las palabras fluyen solas desde lo más profundo del alma y del corazón. Esa fecha también es muy importante para mai. Espero que la vida te sonría. Un abrazo. ***** Maria_Audije
04-01-2007 Te doy 5 estrellas. Está muy bién escrito, las palabras fluyen solas desde lo más profundo del alma y del corazón. Esa fecha también es muy importante para mai. Espero que la vida te sonría. Un abrazo. ***** Maria_Audije
04-01-2007 Sergio, ¿esto lo escribiste para mi? Te invito a leer el hombre milagroso, en esa exacta fecha me ocurrieron las cosas más asombrosas e inexplicables en mi vida. Este texto fue un regalo para mi alma. clepsidra
 
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