Todos cuerpos redondos, todos luego esbeltos,
dulces figuras que danzan a las sombras
de extraños modelos,
miles de luces que brillan a ratones ciegos.

Un mundo de iconos ficticios, igualmente resueltos
y un sin fin de patrones sin orden aparente.
Aquí es donde la realidad sobra,
nada se vuelve sano, nada queda puro;
donde muere la escasa moral restante.

Tantos mal llamados bellos, solo por cáscaras,
que cambian con el paso del tiempo y mutan
como la luna o las constelaciones. Todas reales y falsas.

Todos de un color y luego mil tonos,
todos invariablemente perfectos e incorrectos.
Esculpidos por hambre y vacío,
llenos de deseos de ser uno y todos a la vez.

De moda y no, todos a un mismo lado,
aunque intenten ir en contra;
nadamos todos por el mismo río, aunque de infinitas formas.
Todos somos los mismos cuerpos, pero son variadas las figuras,
infinitas bellezas para infinitos patrones.

Un día seremos ciegos a lo obvio y caeremos en cuenta,
que la belleza es efímera, como los suspiros o la felicidad,
solo los buscamos, pero sin éxito absoluto.
Todo pertenece nuevamente a lo tristemente aparente.