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¿Dónde se ha ido mi mamà?, ¿por que están todos ustedes y ella no aparece? ¿Se ha ido de compras con Sofía?
Ricardo era un hombre con síndrome de dawn, de 28 años de edad y una dependencia enorme por su madre, su madre conocía cada gesto, cuando quería beber agua, cuando tenía hambre o cuando a media noche, siendo noctámbulo, lo asaltaba la tristeza sin saber por qué. En el barrio le apodaron “Naranjito” por sus brillante cabello colorìn, su única hermana, Sofía, una mujer de 35 años, casada y con muchos hijos para criar, un marido cesante y una casa diminuta. Ella llevaba trabajando en una dependencia de la municipalidad de Santiago, en donde tipeaba todo el día en una máquina antigua que por cada tecla hacía derrumbe de ruido y por ende, sus dedos se veían cicatrizados y secos. Sin embargo, Naranjito brillaba en su vida, a diario… ahora, más que nunca.

Aquél día comenzaron a llegar todos, como siempre, a un funeral llegan parientes que nadie conoce, llegaron tías cercanas, primos, sobrinos etcétera, al funeral de Doña Rosario, una mujer que se desvivió por Naranjito, sin darse cuenta, dejando de lado y a su propio juicio, la vida de Sofía. Todos conmocionados se sentaron a un lado del ataúd, aún abierto, contemplando la expresión tiesa y muerta, fallecida de Doña Rosario, con los labios levemente maquillados y los párpados como nunca, descansados. Naranjito no se percataba de este cuerpo, que gracias al dulce engaño de todos los que se encontraban en el lugar, el no supo jamás que ella falleció.

Cuando comenzó la ceremonia, Naranjito miraba de un extremo a otro, y miraba a la gente derramar lágrimas, el lloró también… se secaba las lágrimas con su pañuelo y desabotonaba y abotonaba otra vez su traje negro, que a simple vista, no era de su talle.
A medida que pasaba el tiempo, el sol fue decayendo y cesaba el llanto, Naranjito fue sentándose afligido, seguía preguntando dónde estaba su madre, le parecía extraño que no estuviera en un evento tan grandioso, mientras el miraba y miraba, la gente se despedía del cuerpo de Doña Rosario, la gente comenzó a retirarse y sólo quedaron los cercanos… Sofía se acercó a su hermano Naranjito y le dijo, con voz quebrada y lágrimas reprimidas, que su madre fue a comprar muy lejos y se va a demorar en regresar, Naranjito suspiró con inmensa alegría y preguntó con una fuerza sorprendente… ¿habrá recordado que le pedí en sus compras, que me trajera el saltarín que se veía hace mas de un mes en la vitrina del almacén de la esquina?






Texto agregado el 06-01-2007, y leído por 225 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
08-01-2007 me parecio un tratamiento raro, tal vez innovador de una situacion, me gusto, un abrazo nazareno
07-01-2007 Dios, un cuento como ninguno, una narración extraordinaria y un final muy conmovedor, es increible, este cuento me da hambre de leerte, pasara por aqui más seguido, por lo tanto te doy 5, es increible y grandioso. luiguidi
06-01-2007 Sencillamente lindo, mis estrellas. cotto
 
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