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Propósitos de año nuevo.
Por Luís M. Villegas S. HSP.

Como parte de las reflexiones obligadas por el inicio de todo año nuevo, es inevitable el escuchar por éstas épocas las propuestas que nos hacemos a fin de mejorar en lo personal.
Existe en todos la dicotomía de lo subjetivo y lo objetivo, lo visible y lo oculto. La muestra mas palpable de esta afirmación está en el ser humano en sí, pues todos contamos con un cuerpo más o menos parecido al de los demás. De igual manera siempre hemos presumido de contar con un espíritu interior al cual achacamos nuestras virtudes y defectos. Este espacio ha tratado de ser explicado, con poca fortuna, por todas las religiones, la filosofía y más recientemente por la psicología, mas eso no ha sido obstáculo para su utilización como elemento de relación con la idea de un camino hacia lo superior. Ahí se inicia el concepto de la moral colectiva y la parte individual que nos corresponde y que nos brinda la aceptación o el rechazo del grupo social en donde nos movemos. Lógicamente es difícil enterarse del color del alma de los demás pues a simple vista no se notan los principios y valores de la gente. Para descubrirlos es necesario tratar a las personas por un buen tiempo, suficiente para descubrir en distintas situaciones, muy en especial durante las crisis, la calidad de su fortaleza interna. Inevitablemente habrá una categorización en este sentido, terminando el asunto en: bueno, malo y espacios intermedios, lo cual nos hunde en lo inexplicable y pasa a formar parte de los misterios del ser humano, ya que las actitudes mas aberrantes pueden ser comprendidas y aún justificadas dependiendo de las circunstancias que rodeen las acciones de las personas.
Resulta más sencillo identificar a las personas por su exterior. El lenguaje de la moda está relacionado directamente con el cuerpo humano y muy ligado con el aspecto sexual. Se destaca lo considerado atractivo y se oculta lo que se cree desagradable. Podemos establecer que existen periodos en los que no nos importa la forma en que lucimos, tales como la infancia y la vejez, dejando por oposición a la adolescencia, juventud y madurez como las fases en que nuestro aspecto nos es fundamental. La manía perfeccionista de la actual sociedad de consumo ha establecido los formatos que debemos seguir en ese camino hacia la excelencia: gimnasia, caminatas, dietas especiales, complementos vitamínicos, aparatos para desarrollar músculos que nunca habíamos percibido tener, cremas y lociones milagrosas, inyecciones, tintes, fajas, cortes de pelo estilo manicomio, uñas de acrílico decoradas, cejas y labios tatuados y por último, ante el fracaso de lo superficial: la cirugía plástica incluyendo la liposucción y los implantes de todo tipo. Mediante éstos artificios en pocos días usted lucirá diferente a como lo venía haciendo, sin asegurarle que se vea mejor, pero tendrá la ilusión de que su inversión en la búsqueda de la fuente de la eterna juventud o del perfeccionamiento hayan tenido algún éxito.
Ser atractivo incluye el lucir a la moda. Deberán gastarse buenos ahorros en adquirir ropa similar a la de los íconos a los que nos queramos parecer y que son personas a las que admiramos, por que les asignamos valores de los que seguramente carecemos. Es frecuente descubrir que aspiramos a lucir radicalmente opuestos a nuestra apariencia original, así: si tiene usted el pelo lacio habrá de pagar por hacerse bucles, si es moreno, gastará en cremas blanqueadoras milagrosas que cuando mas, le darán un tono cadavérico parecido al de Michael Jackson. Si por el contrario, luce usted un color blanco lechoso, habrá de someterse hasta a radiaciones dañinas con tal de lucir bronceado. Todo esto nos lleva a la conclusión de que tal vez, mediante algún proceso psicológico, nos negamos a aceptarnos tal cual somos y deseamos huir de nuestra propia imagen o simplemente, ya nos hemos hartado de ver a diario la misma cara y cuerpo en el cruel espejo del baño. No sería ocioso que algún experto escribiera al respecto de la necesidad de aceptación que deberíamos tener al respecto y talvez pensar en cambiar en lo interno, a fin de que nos importe menos nuestra apariencia y a través del intelecto asumir nuevos retos sencillos como: pintar, hacer manualidades, jardinería, aprender un dialecto, bailar o tocar un instrumento musical, cocinar, leer y escribir, ver buen cine, conseguirse una mascota o talvez volverse a enamorar. Cuando menos, lo encontrará mas provechoso, divertido y seguramente mas fácil de alcanzar. ¿No cree usted?

Texto agregado el 07-01-2007, y leído por 172 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
10-01-2007 "Su fortaleza interna", -dices, Leechong-, esa está solamente en los valores del alma. Creo que es lo que nos resume a todos: a la pluma que escribe y a los lectores, honestos, que al leer tu reflexión, dejan su comentario. maravillas
09-01-2007 Tu insinuación (no lo afirmas, sólo lo dejas ver, y creo que con la intensión de confundir) en el sentido de la no existencia del alma me parece muy parcial y descalificativa. Theodor Spencer afirma que "...por encima de los animales está el hombre que, además de tener un alma vegetativa y sensible, la tiene también racional. Luego y por encima de él, viven los ángeles (...) el hombre es el eslabón fundamental entre ambas. Está en el grado más alto de los animales y en el más bajo de los seres intelectuales". Y qué decir de la teoría hilemórfica enseñada por Aristóteles:"El hombre es un ser compuesto de cuerpo y alma (en donde el alma es forma del cuerpo)". Platón dice: "El cuerpo es respecto del alma como la nave al piloto o el pincel al artista". Podría llenar este espacio con muchas citas y teorías de infinidad de filósofos serios. Prácticamente no hay uno que no acepte la existencia del alma. No puedo estar de acuerdo con tu postura porque carece de elementos de apoyo. borarje
07-01-2007 ¡Intégramente de acuerdo contigo! Mejorar en lo personal no es vender nuestra imagen a los demás, sino a nosotros mismos ¿Qué pensariamos de alguien que se paseara con un cartel que mostrara las cualidades que decía su abuela de ella, o esa otra que exhibe los cúmplidos que le regalan los íntimos amigos? ¿Hay algo más petulante o arrogante? Una buena reflexión, otra más que espero sea leída, al menos. maravillas
 
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