México es un país bello, con una bandera de colores vivos y un escudo brillante. Yo sabía que era bonito,y lo recordaba cada lunes que la bandera ondeaba en torno a la plaza cívica de mi escuela. Además se acompañaba de una cancioncita que medio tarareabamos a toda prisa dirigidos por el altavoz casi verdulero que pendía en la dirección.Yo solía divertirme los lunes, los honores te daban cierta clandestinidad. ya sabes, estas dentro de un grupo medio enfilado de niños que se la pasan entre pequeños empujones y risitas y juegos.Una maestra llegó a pedirme que fuera sargento de la escolta, la mestra Eugenia ( uy, hasta su nombre te ponía la piel chinita...E U G E N I A ) Fundamentaba con el hecho de que yo era muy gritona. Claro, yo solo gritaba lo indispenasble...dos o tres veces cada tarde. El caso es que mis intereses se direccionaban a otras áreas, la diversión, por ejemplo.Nunca tuve muchas amigas, algo en mi hacía que las niñas se unieran..en mi contra. Pero habia algunas, casi siempre serenas y aplicadas, como Joahana que estuvierón conmigo al pie del cañón. Porque eso era una guerra, sobre todo en el recreo, cuando el niño rubio, hijo de unamaestra toma un bando de niños y se posicionaba entre dos salones para combatir contra el mio. Nosotros teniamos la estructura del tinaco como fuerte, daba sombra, protegía y siempre estaba muy fresco. Las armas se dividian en varios niveles, dependiendo la desesperación y lo enardecido de el combate: En un principio llevamos la modernidad a las lineas de fuego, pistolas de plástico que lanzaban agua. Pero nos fueron retiradas por el consejo intergadual de paz al salir con remojadas leves un par de niñas de segundo y la falda de Blanquita, la secretaria que casualmente taconeaba por las canchas rumbo a su oficina. Entonces emprendimos el plan B, bombas de bolitas pica pica. Como éstas se daban en los árboles frente a los bebederos debíamos enviar a los más discimulados para recolectarlas, dado el alto riesgo de conseguirlas, cubríamos a nuestro enviado con bombas hechas con botellitas de frutsi rellenas de polvo que al estrellarse contra el piso creaban la pantalla perfecta para la misión.En una epóca estuve al tanto de las actividades culturales, participa en "bailables" Pero al poco dejé de prestar atención en eventos que no tuvieran que ver con la clase, los deportes o la batalla.Prueba de esto fué aquel día triunfal en el que los contrarios se fueron rendidos a los bebederos a tratar de quitar las ronchas del pica pica, mientras nosotros corríamos euforicos por la cancha de Basket y tras los salones de cuarto. Yo sabía que algo pasaba, porque no teniamos tanto publico como otros días. Johana me hizo notar que ese día tomarían las fotografías anuales. El escritorio de Blanquita estaba lindamente adornado con el globo terreaqueo, cuatro libros y un par de trofeos que solian enpolvarse en dirección el resto del año.Apenas y alcancé a malabrocharme el chaleco sobre el uniforme blanco , a esas alturas gris, y juntar mi enmarañado cabello hacia la nuca cuando ya era mi turno para sentarme frente a tres mapas, fingiendo escribir. Al llegar mi turno la fotografa no tuvo que pedir que sonriera como lo llevaba haciendo toda la tarde , se limitó a captar esa imagen napoleonesca de mi ser invadido por aquella satisfacción .
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