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Sabes que no le encuentro final a mi historia… Primero hice de mi protagonista un guerrero, luego un traidor y al final un vagabundo, pero no hallo la manera de darle fin a su anécdota. Tal vez porque estoy algo cansada del cliché del héroe romántico, o porque siento mis manos manchadas de sangre de tantos personajes que he matado… Por cierto que los niños ahora piden su cena y debo alejarme de mi cuento, una vez más, para volver a la realidad. Entretanto será mejor pensar en otro relato, pues el que te menciono confieso que aún no estoy preparada para terminarlo.

Verás. En mi mente he imaginado muchas aventuras para él, pero cuando las traslado al ordenador me parecen algo extravagantes, incluso hasta ridículas. A tal punto llega mi obsesión que mientras duermo sueño que me persigue con su katana desenvainada, seguramente que ya tendrá idea lo que le espera por ser el personaje central de un cuento mío y deseará cobrarse venganza por adelantado, así que me pisa los talones mientras corro despavorida...

Mientras tanto, ha llegado el momento de hacer las cuentas con el esposo, como cada mañana, distribuir lo ganado el día anterior en el comercio que compartimos: “tanto para la renta, tanto para comida, tanto para surtir mercancía…”, y de nuevo regresar al ordenador, como un ritual viejo y aprendido, sólo que en esta ocasión es para elaborar cierto escrito que quedó pendiente de un cliente, o cualquier otra cosa que es mi trabajo pero que me aparta de las líneas que deseo trazar en ese momento.

Así hasta que llega la hora de limpiar la casa, lavar los platos y hacer la comida, y si tengo suerte no iré hoy a recoger la ropa de la lavandería… Me dan las siete de la noche y me doy cuenta de que algo se me había ocurrido en el camino que hice del mercado a casa, algo que en ese momento de lucidez era muy importante… pero, ¿qué era?

Mas no puedo detenerme, debo preparar un par de cosas que llevarán mañana los niños a la escuela, visitar el comercio para ayudar en lo posible y por último llevar a la cama a los hijos.

No he podido regresar al ordenador en todo el día, pues al terminar la jornada observamos que nos faltaba dinero, y buscamos por todas partes sin encontrarlo. Frustración completa.

Y es porque sé de sobra que lo ganado no nos está bastando, que los hijos crecen y se vuelven más demandantes, que nadie nota que hoy limpié a consciencia la estufa o que reparé el postigo de la puerta antes tan oxidado.

Mientras le sirvo la cena, mi esposo y yo nos dirigimos apenas la palabra para comentar algún suceso irrelevante, una historia frívola, algo sin importancia… ¡Estamos tan cansados! A veces hacemos algún plan para salir a pasear, con verdadera esperanza de llevarlo a cabo, pero con la secreta sensación de que no podemos con nuestros recursos y ocupaciones, y porque en verdad no lo deseamos.

Antes de dormir esta noche he reflexionado un instante, en la carrera loca que llevamos y llamamos vida, en que no me siento enamorada ni siquiera de la vida y entonces ocurre…
Tengo deseos de escribir algo, lo que sea… Pero mis manos pesadas caen sobre el teclado, mis ojos apenas pueden permanecer abiertos y me digo: “Basta. Ya será para mañana.”

Texto agregado el 16-01-2007, y leído por 101 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
16-01-2007 Sumamente entretenido y agradable de leer. Saludos. FENIXABSOLUTO
 
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