"Manejar cierto grado de preocupación es normal y adecuado (esto también sucede con el estrés y la ansiedad) porque podría conducir al individuo a enfrentar la vida con su mejor actitud o adquirir el aprendizaje de la resolución de problemas y la toma de decisiones, procesos tan cotidianos en la vida. Una aflicción repentina e inoportuna podría llegar y brindar la oportunidad de verse como un desafío por salvar y resolver. De modo que si la alegría y el gozo de la vida nos atraen debemos aprender a tomar las cosas con calma y ver que ellas nunca llegan a ser tan trágicas y horriblemente graves como la mente a veces nos quiere hacerlo valorar.
Por supuesto que la fe en Dios y en cómo hemos logrado sortear muchas dificultades en la vida nos otorgan el valor de pensar que cada suceso tiene su tiempo de inicio y de culminación dejando tras de sí toda una historia de vida, ojalá llena de madurez personal."