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(Escrito el 22/03/2005 - Ediciones: 26/01/2007 - 04/02/07)

Era verano y tenía que haber pasar un mañana perfecta refrescado por chela bien helada, tonteando en la playa panza arriba, junto a Manicito, el Suche y sus primas, soleándome con relax y bailando en diversión. Pero esto de hacer dinero para vivir, me tenía más ilusionado que aquello.

Así fue como decidí anoche, atender yo mismo el llamado y no enviar a uno de mis obreros. Y pensaba en todo esto, mientras veía a mi maletín playero, resentirse por el cambio de planes, y volvía una y otra vez, sobre la carretera, para seguir pensando: ¿Si no podía ir con los moustrosos de la Universidad a la playa, podría ir a la playa a trabajar no? Total, siempre tendría a la mano, la oportunidad de encontrarme más tarde con la gente.

Tras un par de horas manejando, camino a las playas del sur, llegué por fin al lugar referido por el cliente: Una exclusiva zona de veraneo, en el extremo derecho de una pudiente playa privada, construida sobre los más elevados contratos de propiedad horizontal, junto al sol imperdonable, enamorado por el refrescante mar.

Llegué sin problemas a la casa en cuestión, un tanto alejada del condominio. Estacioné la camioneta, tomé el maletín, las herramientas, las pinturas y avancé tal cual ekeko de colores hasta la puerta, donde colgaba un curioso y viejo letrerito, que decía pintado a mano:

"Si no me conoce no entre, y si entra, no me conocerá".

Me dije: - ¡Qué curioso y tonto este mensajillo!.
Y sin más distracciones, toqué el timbre jugando a imaginar que a mi atención saldría una jovencita "hijita de papá", de cajón surfista o algo similar, de veintidós en promedio -y una marcada herencia hippie-, con la casa heredada para la ocasión calurosa y quién sabe, con tatuajes, bolitas de metal, aretes por todos lados y mil rarezas más, sobre el cuerpo.

Mientras esperaba pensando en esas tonterías, fui interrumpido por una chica que llegaba, desde unas cuantas gradas más abajo, por sobre las escaleras que conducían hasta la entrada de la casa:
- ¿Si señor? ¿Qué desea? - Escuché estupefacto, aquella voz de ángel que me llamaba a voltear sin dudarlo...
- ¿Cómo? ¿A mi me habla? - fue lo que salió en pleno transe hormonal...

Siendo como era esta mujer, quedé impresionado al verle directo a sus ojos, que como joyas de diamantes, cortaron en dos mis pensamientos y retorcieron a lo mínimo, mis percepciones...

- Sí, por supuesto, a Usted le hablo Señor.
Pero primero, debo hacerle una pequeña preguntita -me dijo durante 3 segundos más, llenos de inocencia- ¿Me puede explicar por qué está parado delante de mi casa, con una lata chorreándole azul sobre los pantalones?

¡Díos me libre! ¡Media lata la tenía entretenida con mis pantalones! Mientras ella se reía disimulando su disfrute, yo y mi cara de bobo no cabían dentro de aquella tremenda e inexplicable estupidez. Limpié la alfombra de ingreso con desesperación y luego de imponer una nueva moda textil entre los pintores de brocha gorda, volví a disfrutar con esa mirada verde, su pelo rubio al viento, su pareo de seda a contraluz y aquella piel incandescente bronceada por el sol.. hasta que su nueva intervención me trajo de vuelta a la realidad:
- ¿Es usted el pintor que llamé anoche, para el trabajito de hoy por la mañana cierto?
- Le dije -Sí Señorita- con un sonido de retardado mental increíble -aún medio embobado-
- ¿Entonces me acompaña adentro por favor? -Me dijo sonriente adornada por una hermosa burla lijera.
- ¡Sí, claro! - le dije- mientras, mi cuerpo se movía a control remoto, hacía esfuerzos por entrar con el cargamento de latas y herramientas, y la angosta puerta me miraba desconfiada, en colusión con el sol, que por detrás me quemaba la espalda.

Una vez dentro, fuí ubicado por una empleada del lugar, en el... ¡¿cuarto del bebé?! - ¡Noooo, que lástima! -pensé en silencio- Y mientras me recuperaba analizando seriamente que quizá podría adoptar al crío, para reducir "nuestros imposibles", y hacer una hermosísima vida juntos, un chofer acalorado por el drill negro que vestía y el sombrero de ocasión que se había injertado con calzador de zapatos, en la tremenda cabezota que asomaba, me alcanzaba, segundos más tarde y con cara de perro rabioso, las instrucciones del trabajito que había dejado el suertudo de su.. ¿¡esposo!? ... ¡Dios mío por qué a mi! - me dije nuevamente- ¡Eso sí que dolió!... las esperanzas se habían esfumado.

Superada la decepción de galan frustrado y un poco más cuerdo ya, me dediqué a lo mío, y organicé los dos mil cuatrocientos brochazos que según mis cálculos - a ojo de buen cubero- se venían. Así, mientras dibujaba el cuarto sobre un papel, una segunda empleada me alcanzó medio kilo de periódicos pasados, para no manchar "el piso que tanto le gusta a la Señora y que nos costó como dos mil dólares comprar y colocar y que si no tiene cuidado se lo descontamos de la factura pendiente de pago". Más por amor a primera vista, que por afinidad con las palabras de la muchachita esta, recibí el medio kilo de periódicos, sin proferir palabra alguna, queriendo quedar bien con mi delirio hecho mujer, pero con todas las letras anunciándose en mayúsculas y con luces de neón malhumorado, debido al comentario.

Tras quince minutos, apareció el chofer nuevamente, esta vez, con un café bailando sobre sus guantes blancos enarenados. Veinticinco más tarde, una tercera empleada se esfumaba rápidamente, tras dejarme una botella de agua helada, sin gas sobre la ruma de periódicos que aún no utilizaba. Para terminar con un platito bien chiquito, tras alcanzar la hora entera de trabajo, con dos solitarias galletitas de sobre, que llegaron con el único "Hola" que recibí del personal, a manos de un jovencito percudido, también ayudante de la casa.

Por cierto, por cada cincuenta brochazos, una cuarta muchachachita con delantal, se aparecía sólo para decir.. ¿¡muy bien aaahhh!? ¿¡muy bien aaahhh!? ¡Siga así!
- ¡Qué tipa! ¡Se creía muy experta la muy ...!

A pesar de estar totalmente controlado por el personal, por fin terminé con el servicio, quedándome el cuarto, ¡como el mejor de mis trabajos a la fecha!

Tras avisarlé al chofer que todo estaba listo, la primera empleada llegó y me hizo firmar un recibo, la segunda me detuvo cuarenta minutos a la espera del pago, la tercera me hizo el inventario de las cosas del bebé, y la cuarto volvió a revisar todo mi trabajo. El pequeño jovenzuelo, con una sonrisita de pillo social increíblemente insoportable, sólo se puso a jugar con mis herramientas, mientras la empleadas seguían -seguramente- las instrucciones de aquella belleza que ya no había podido volver a ver, durante mi trabajo.

Una vez acordado y saldada mi factura, abandoné el cuarto. Cuando me disponía a pasar la puerta de la casa, volví a verla, experimentando nuevamente ese entumecimiento de neuronas, piernas, lengua y cuerpo en general:

Con un sandwich entre los dientes y con una perfecta y sexualmente colocada mayonesa entre los labios, ella, la mujer que tan hermosa me había achicharrado las percepciones, me dijo a lo lejos, desde la cocina:

"Chaucito Señor, gracias".

Y sólo eso, mientras desaparecía detrás de la puerta de vaivén, que finalmente cerró y nos separó sin remedio. Entonces, pasé la puerta, bajé las escaleras y a tres metros del auto y a pesar de no haberle podido conocer... Exploté en emoción, salté lo más que pude y grité:

¡Wow! ¡Qué buen día de playa!

Subí a la camioneta, prendí el motor emocionado y me fuí a darles el encuentro a mis amigos, totalmente satisfecho. A la mitad del camino, recordando el letrerito aquel, y otra vez con cara de bobo frente al parabrisas, no me quedó mayor alternativa que sonreir, mientras encajaba en su significado.

Texto agregado el 26-01-2007, y leído por 270 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
16-11-2007 tienes el don de cautivar con las palabras...Felicitado!!!! okutany
07-02-2007 Muy bueno tu cuento y ese cartelito!! jajajaaaaa mis***** con felicitaciones para ti amigo besitosss NIL... nilda
04-02-2007 Muy bueno!!! de facil lectura y sobre todo en torno a un "cartelito" original...muy original... besote Maru soymaru
30-01-2007 Buen escrito, como dijo un amigo, todo en la playa es mejor. Amoroso
29-01-2007 El cartel me ha parecido genial!!! Muy bueno!!! ***** anyglo
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