FRIO DESPERTAR..
Las veredas son angostas, a los lados, hay pequeños jardines bien cuidados y extrañas edificaciones, muy pequeñas para ser casas. La poca luz proviene de faroles viejos que alejan las tinieblas.
Hace frío.
No se bien por qué estoy aquí, pero no siento miedo. Me acerco a una pareja, son un hombre y una mujer, ella lo sostiene a él que parece sumido en un sueño muy profundo. En el rostro de ella se ve una gran aflicción, pensé en hablarle pero me arrepentí, ¡se veía tan triste! así que sigo caminando.
Mas adelante, el sendero dobla y desemboca en una calle mas amplia bordeada de altos cipreses que parecen gigantes oscuros y vigilantes. Me encuentro enormes cúpulas, arcos y ventanales por los cuales me asomo, pero no logro ver nada, sólo se escucha el eterno eco de los sueños que no fueron y se percibe el olor de los recuerdos.
Hay un joven parado frente a uno de estos singulares edificios, es bello, su cara también refleja una tristeza melancólica, mira hacia abajo, como con pesar y prefiero no molestarlo, temo incomodar. A ratos me encuentro con estas personas. Una mujer hincada abraza una cruz, pasé a su lado y pareció mirarme pero no estoy segura. ¿Quién me dirá donde estoy? Todos los que veo están en posturas extrañas, algunos tienen los ojos hacia el cielo como preguntandose cosas, otros miran hacia abajo como queriendo encontrar la respuesta en la tierra. Manos en el pecho, brazos levantados, hombres y mujeres semiacostados, como dormidos, como en un sueño dulce y triste a la vez.
Ví una niña muy pequeña sentada sobre unos escalones, su pelo le caía en cascada sobre los pequeños hombros y parecía sonreír. Me acerqué y me senté junto a ella, la toqué, pero estaba fría y rígida, era de piedra. Asustada, me levanté rapidamente y me alejé.
Corrí y corrí.
Nadie me ayuda, ni los ángeles de alas extendidas y ojos manchados. Ya no se si son lágrimas o es el tiempo que destila por sus ojos. Todos tan fríos, tan solemnes, estoy a punto de llorar y gritar de desesperación cuando alguien me toma suavemente de la mano. Su mano es tibia, aunque áspera y callosa. La aprieta contra la mía y comenzamos a caminar juntos, me reconforta el contacto, es un hombre algo mayor, quizás unos 50 años, no logro verle la cara pero su andar cansino me recuerda a mi abuelo. Pareciera que conoce este laberinto a la perfección. Caminamos en silencio. Advierto que regresamos a la vereda donde inicie mi peregrinaje. Hay una chica que no había visto antes, tiene una flor en la mano, como ofrendándola al cielo, esta recostada sobre una pared en la cual hay algo escrito, tiene los ojos cerrados. El lugar es bastante reciente, hay flores frescas, el hombre señala las letras, es un nombre...... mi nombre. Suelta mi mano y me da un golpecito en la espalda, comprendo. Entro a mi tumba, estoy muerta.
Tigrilla
la imagen que me inspiró a este relato se puede ver en la siguiente dirección: (copíala y pegala en la barra de direcciones de tu navegador)
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