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Yo tengo Doctor, una enfermedad un poco complicada de explicar, -le dije mezclado entre la vergüenza y la inquietud de desnudar el alma frente a sus gestos de interrogante-, aquella mañana de simplezas preocupantes, cuando decidí tomar el problema en serio y hacer algo definitivo.

- ¿A si? - me dijo inundado de un afán por minimizar.
Mire muchacho, he visto tantas cosas en los cuarenta años que llevo ejerciendo, que la verdad le aconsejo que siga contándome, pues creo poder ayudarle.
- Doctor, -insistí desde el lamento ya casi sonorísimo y estúpido- "lo mío es incurable Doc, creo que nadie puede ayudarme".
- Bueno estimado amigo, entonces no deje eso ahí dentro, -me respondió con un gesto de preocupación que de inmediato buscó
motivarme- ¡Venga! ¡dígalo! Entre todos le ayudaremos a pasar mejor sus días.
- Bueno Doctor, he terminado una relación de tremendo tiempo y pues ahora, sufro el mal del amor.
- Jajajaja -echó a reir incontrolable- ¡Hijo mio! ¡Me asustaste! ¿Pero qué pavadas estás tú diciendo?

Y sucedido esto, salió a comentar mi atrevimiento con todo su personal. Tuve que salir cubriéndome el rostro para no avergonzarme más, pues hasta el vigilante de la puerta, que yo lo sabía todo, me miraba carcajeado, como a loco descuadrado.

Pero digo yo, con más de setenta noches y setenta días en el asunto de intentar explicarme el porqué de mis malestares físicos, a causa del amor, ¿por qué no ver lógica mi preocupación? Lo habia intentado todo, con diferentes tipos de médicos y aún no hallaba el remedio perfecto, sólo múltiples risas y burla sin fin.

Ya venía de hablar con el acupunturista, que me dijo debía hacerme incisiones directas en el corazón con agujas electrocargadas de positivismo, con mi psicoterapeuta, quien me inoculó de somnolencia hipergrave, luego de la tercera sesión, con el gastroenterólogo de mi abuela, quien me recomendó tratar mejor al estómago, ya que "el amor entra por el apetito" y quizá por eso andaba mal, todos por cierto, sumidos en ahogamientos expectaculares y creyéndome un baboso de primera línea. Y bueno, fue por eso que no tuve más remedio que averiguar el asunto de la bruja que me recomendó Paquita, la única amiga que trataba serias las cosas, al menos delante mío, aunque muriera de risa a escondidas.

Tomé la decisión, preparé el discurso de justificación para enredar las ideas de un por qué yo, que nunca hacía viaje alguno, esta vez emprendía uno y solo. Hablé con la familia y los convencí felizmente, al mismo tiempo que destruía todos sus recuerdos para quedarme con sólo una foto suya y presentársela en directo a la bruja en cuestión y en fin, dejé debajo de la piel y bien guardados, todos aquellos recuerdos de quien me había provocado tremendo lamento hormonal y neuronal. Por cierto, ordené mi cuarto y porfin ví el piso después de meses, y es que en este estado de meditaciones poco conectadas, el dolor de amor, crea desorden en los cuartos y por supuesto, no tendría porqué ser diferente en mi caso. Antes de irme, limpié la cocina que estaba llena de cajas de pizzas, ensaladas añejas, panes duros, envases de helado, y también de cigarrillos, desde el fregadero hasta la sala, frente a la teve.

Mi afán era grave, y grave me sentía. Yo andaba convencido totalmente, que a pesar de resultar socialmente estúpido esto de creerse enfermo de amor, realmente alguien me tenía que curar ya que era claro que atravesaba por ciertos síntomas bastante raros y fácilmente aludibles a la situación: me dolían los huesos y hasta el cerebro, lucía ojeras rojizas y destacas, la palma de las manos y los pies siempre congelados, y de noche soñando con ella, ya me había regalado una clavícula rota, meses atrás.

El día llegó por fin y vestido de mochilero en el centro de la ciudad, acudí a comprar el ticket en la primera agencia de viajes provinciales que encontré. Emprender el viaje hasta la Laguna Mamaocllo, me sonaba aún lejos, pero allí contactaría con "el negro Pichiche" quien me haría la conexión con "Mama Liona, la que cura las penas de amor" como le decían mis referencias. El viaje fue largo, y más largo sobretodo debido a los recuerdos de su mirada en la oscuridad de la carretera, los momentos felices al casi tomar el sueño en el sillón del autobús y las salidas a la discoteca, mientras escuchaba la música estridente del pillo de al lado que no me dejaba pegar el ojo.

Al día siguiente, muy temprano bajé del montón de chatarra que me dejó en la Plaza de Armas del pueblo y luego de unas horas sin rumbo pude hacer contacto con el "Pichiche", quien ya sabía de mi llegada y apareció sonriente con dos mulas, totalmente orgulloso de sus animales. Me monté enseguida y emprendimos la faena de contacto. En el camino...
- Y uté mijo, ¿etá fermo de amó?
- Bueno Pichiche.. ¡Qué le puedo decir!.. A mi me parece una enfermedad...
- ¿Uy papá sa fermedá e grave ah? ¡Tiene tomá yerba mucha yerba con sopae rana!
- ¿Sopa de rana?
- ¡Sí miiiijo! ¡Esa quese baña mijo, en el desemboque del río mijo! ¡Riqúisisisima sopae rana de puntos rojos! ¡Pa curá el mal de amó muchachito!
- ¿Cómo que de rana de puntos rojos? ¿Ya basta con que de rana sea no?
- ¡Uy mijo uté no sabe lo quese enfrenta papá!

Con más y más consejos del mismo tipo, anduve sobre mi mula, todo el resto del camino, por tres horas, escuchando a Pichiche entre que si no era rana, una vaca vieja tenía que lamerme la panza, o que quizá mejor sería, si me comía un mono acevichado, o iba en busca de un buho para chuparle el pico a las doce de la noche, en medio del aguajal y totalmente calato, como ofrenda al divino, todo, para poder curarme. ¡Maldita sea! ¡Me comenzaba a parecer estúpido esto de curarme del mal de amor!

¡Tan estúpido como la idea de pensar que de ese mal andaba enfermo!

En un momento, habiendo dejado las mulas amarradas y tras una caminata de quince minutos, alcanzamos una cumbre empinada y llegamos a la casa de "Mama Liona". Era un lugar cercado por juncos enormes, a tres metros de la laguna Mamaocllo, con un olor a auquénido, cerdo y gato insorportable, y al mismo tiempo, totalmente misterioso.
- ¡Ata quí mi camino mijo! ¡De aquí solito uté se las vé! - me dijo Pichiche, mientras se regresaba a toda velocidad por donde vinimos. Y a pesar de la duda que me dió verle vestido en temores, decidí entrar.

Me senté y la bruja tenía los ojos cerrados y los párpados pintados con ojos color hueso encima, creando un aspecto vigilante que intimidaba. Su pelo parecía aquella paja de la más seca zona de la puna, y los colores de su vestimenta, ya casi se habían puesto de acuerdo en unificarse hacia el gris. Sus manos se movieron hacia mis brazos, me acercó hacia sí misma y abriendo los ojos de golpe, me dijo:
- ¡Te voy a curar! - y en eso:
Aggggttttttrrrggggchhh chhiuuuuufffffsssss!!
La vieja me acababa de escupir en la cara, un jugo asqueroso, verde y pestilente, que le salió de la nariz y de la boca, sin que pudiera evitarlo. Lo único que hice fue levantarme, meter mi cara a la primera orilla de laguna que encontré, e iracible maldecir hasta que la luna apareció.

Tras cuatro días de espera por un pasaje de retorno, regresé de donde había partido, otra vez sin respuestas, había dejado atrás los incómodos malestares por el mal del amor que según yo tenía, pero ahora me agobiaba un mal nuevo: el tremendo asco generalizado, frente a todo lo que pudiera parecerse a un jugo verde, de cualquier cosa.

Texto agregado el 30-01-2007, y leído por 387 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
09-02-2007 Jajajaja, que bueno está esto, felicidades***** impresa
07-02-2007 Jajajajaaaaaaaaa tanto lio y el mal sigue?? ahora con asco y olor mis***** llenas de felicitaciones me gusto!! besitosss NIL... nilda
04-02-2007 ajajajajajajja mi queridísimo amigo si estás con mal de amores puedo ayudarte y sin jugos verdes ni pestilente!!!! ahora para este último mal que te has pescao....te puedo convidar con un riquísimo jugo de kiwi bien espeso...pegajoso y con una ligera coloracio VERDE!! muy bueno.... soymaru
01-02-2007 Està excelente, atrapa al lector de principio a fin. Realmente muy bien escrito.****** Victoria Se desea una segunda parte. 6236013
01-02-2007 No importa el como, el tema es que te curó. Yo seguiría ahondando mas cuando estas con la curandera, es que el cuento se termina muy abruptamente. Si? Un beso para vos. NANAI
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