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Estoy haciendo cola en la caja del supermercado para pagar mi comida. Es domingo, y creo que tengo como para media hora mas aquí parado. Ojalá fuera más tiempo. Frente a mi se encuentra la mujer más exquisita que jamás haya visto. Aunque no le he visto la cara, su retaguardia me dice que es imposible que sea fea de frente. Su trasero perfecto me tiene impresionado. Casi no aguanto las ganas de "amasarlo" un poquito. Levanto la vista para calmar mis nerviosas manos. Veo a una vieja en la cola de la caja de al lado que me mira con cara de desaprobación. Tiene que haberme pillado evaluando la envoltura de la mina ("mirándole el forro" suena muy rasca). Avergonzado, le ofrezco una sonrisa a la señora como disculpa, pero la vieja desgraciada me hizo un desprecio. No la pesqué. Seguí observando la escultural fémina que tenía al frente. Levanté la vista por segunda vez, y me encontré frente a frente con la vieja. Esta vez, ella me sonrió. "Esta vieja quiere sexo", me dije. La mina del frente se dio vuelta, y me miró de arriba a abajo con una sonrisa. Seguramente me escuchó. Deseé que en ese momento pasara algo más importante que yo, como un asalto, una bomba o algo así. A lo mejor me hubiese gustado que me tragara la tierra, pero es una frase muy trillada.
Termino de pagar en la caja. Al salir a la calle con la bolsa en la mano, veo que la mina está parada en una vitrina. Al verme caminar hacia ella, da media vuelta y camina hacia el otro lado, alejándose de mí. La curiosidad hizo que me detuviera en la vitrina donde ella estuvo mirando. Había una oferta de condones. Miro a la mina que estaba cinco vitrinas más allá y me observaba con una sonrisa. "Esta es la mía", me dije, esta vez un poco más bajo. Entré a la farmacia y compré como media docena de gorritos, de diferentes texturas, colores y sabores.
Sigo a la mina. Un poco mas adelante la veo detenerse en otra vitrina. Cuando me acerco para hablarle, da media vuelta y sigue caminando. Miro la vitrina. Era una tienda de lencería. La miro a ella. Me sonríe y sigue caminando. Cada cierto tiempo se detenía en diferentes locales, casi todos de ropa íntima o cosas eróticas. Me miraba con su preciosa carita y me sonreía con sus excitantes labios. Era un juego, que me tenía bastante emocionado.
Por fin la veo entrar a una casa. Me detengo para planear mi estrategia. Debo planearla cuidadosamente si no quiero llegar con un ojo morado al departamento, porque aunque los pases fueron casi todos goles hechos, sé por experiencia que a las mujeres les encanta hacerse las difíciles. Se sienten mejor, más deseadas y en control.
Construyo mi plan de ataque. Debe estar sola en la casa, o no me hubiese traído. Toco el timbre... no, mejor golpeo la puerta. Es más sugerente. Le pido un vaso de agua. Le comento lo linda que es la casa por fuera, y le pido que me deje verla por dentro. Después es más fácil. Vienen los tragos, las indirectas, le pido que me deje ver el dormitorio nuevamente, y estoy listo. Repaso el plan en mi cabeza en busca de errores. No encuentro ninguno, así que me lanzo a la carga.
No lo puedo creer. Todo mi plan se desmorona. La puerta está abierta. No me queda más que improvisar. Entro a la casa. No me atrevo a hablar, además que no sé que decir. Cierro la puerta. Todo está bastante oscuro, aunque estamos en pleno día. Camino lentamente tratando de no hacer ruido, buscando una puerta o algo que me saque de este living. Encuentro el pasillo, y camino un poco más decidido hacia él. Hay cinco puertas: dos a cada lado y una al final del corredor. Dos tienen que ser los baños, lo que me deja con tres piezas. No sé por qué, pero la del fondo era la que más me llamaba. En las películas siempre es la pieza del fondo... A medida que avanzaba lentamente por el pasillo, me daba cuenta que las otras puertas estaban abiertas, dejando ver el interior de las habitaciones vacías. Avancé hasta el final. Frente a la puerta, un estúpido terror se apoderó de mí por un momento. Lo controlé como pude, mientras entraba. Era un amplio dormitorio, un poco más claro que el resto de la casa. No había nada, salvo una cama de dos plazas justo al medio de la habitación, y acostada sobre ella estaba la mina, totalmente desnuda, llamándome con señas. Quedé impresionado por la hermosura de su cuerpo. Me desvestí lo más rápido que pude, mientras mi respiración, al igual que la de ella, se aceleraba. Me subo a la cama, la beso en los labios...
- ¡Le toca joven!
La horrible y chillona voz de la cajera me trae de vuelta al mundo real. Me dieron ganas de patearle su horripilante cara.
Termino de pagar mi comida. Salgo de la caja y me encuentro con la vieja que me sonreía en la fila del frente. Me pasa un papel, y me dice al oído: "Hoy a las once". Miro el papel. Tenía una dirección escrita. Queda cerca de donde yo vivo. Miro a la señora para ver hacia dónde se dirigía. Ella se da vuelta, se muerde los labios y se aleja. No sé por qué, pero me dio la impresión de que la vieja me miraba las piernas. Miro hacia abajo, y me di cuenta de por qué me miraban todos con una sonrisa. Esto me pasa por andar con traje de baño y sin calzoncillos. Mientras maldigo a mi imaginación, me cubro la entrepierna con la bolsa y camino hacia la calle lo más dignamente que puedo.

Texto agregado el 07-02-2007, y leído por 439 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
26-05-2007 ...;) LaMillan
10-03-2007 tienes sentido del humor y lo sabes manejar en la escritura, por eso es que me leo tus cuentos a placer; por momentos salgo de tus personajes, y te creo a tí un cachodo, creo que se necesita para tener tu talento. ednushka
09-02-2007 A buey viejo pasto tierno. Ahora entiendo el porque de la modita de amarrarse los polerones en la cintura,las mangas son buenas complices. Lo ultimo no te lo compro...nunca tan necesitada. Mi dubitativo voto. pantera1
 
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