Este hombre que esta sentado en un banco de parque, con los brazos abiertos en cruz y la cabeza echada hacia atrás, se exhibe apacible, relajado, contento. Y es que amó a una mujer con una intensidad tal que, 30 años despues, aun la recuerda una y otra vez, esté donde esté. Ahora mismo --se le nota el rostro pleno de amor--, lo esté haciendo; ahora mismo la tiene una vez mas entre sus brazos, y le besa la frente, los parpados, las mejillas, el cuello, las orejas, hasta que le desaparece esa risa suya tan peculiar con un largo beso lleno de grandes desesperos. Olvidada de su marido, ella piensa: "¡Qué felices somos! Y él lo va a ser mucho más cuando le diga, apenas me deje suspirar, que estoy embarazada, oh Dios, de nuestro primer hijo." Súbitamente, el hombre pierde la compostura y empieza a gritar como una fiera, a decir cosas que nadie entiende, a ahogarse en un llanto interrminable, este hombre tan solitario que amó tanto y que nunca tuvo hijos.