TU COMUNIDAD DE CUENTOS EN INTERNET
Noticias Foro Mesa Azul

Inicio / Cuenteros Locales / osezno / El viaje.

[C:270471]

Osezno continuaba su camino guiado por la orilla del “Río del Llanto”. Llevaba tiempo sólo y sin nadie con quien hablar. El paisaje era callado, plano, lleno de hojas del mismo tamaño y color, que simulaban una barda verde, dejando una pequeña vereda entre la zona boscosa y la corriente de lágrimas. La monotonía parecía interminable y osezno sentía que estaba a punto de perder su poca razón y caer vencido. Se lo habían advertido sus amigas, las gotas de lodo: “No vayas por esos rumbos”, le dijeron, pero él no hizo caso. Después de meses de andar, su fuerza animal se había terminado, la motivación decayó al punto de que sus patas se doblaron y su cuerpo cayó sobre el lodo, como un bulto inanimado. Miles de hormigas carnívoras se apuraron para deleitarse con el gigantesco banquete. Osezno no luchó. No evitaría un doloroso final, siendo que el camino parecía interminable.

En eso, una risa socarrona vino desde las ramas. Al principio Osezno la ignoró y dejó que las hormigas continuaran mordisqueándolo, pero al oírla más cerca, levantó la cabeza y se sacudió. Los insectos se alejaron temerosos.

Osezno miró a su alrededor, buscando aquellas irracionales carcajadas en aquel aburrido lugar.

Gruñó una vez, pero al emisor de aquella risa pareció no importarle y continuó gritando y hablando en un extraño idioma. Osezno volvió a gruñir y la extraña risa se volvió más fuerte, como si estuviera retándolo. La tercera vez, Osezno gruñó tan fuerte, que miles de pájaros de paja salieron volando de entre los árboles. Entonces, una figura con cuerpo de marioneta, de piel azul y con cara de pillo, apareció recargado entre las ramas con postura desenfadada y fumando un cigarrillo. Era un duende-bufón. Osezno había escuchado de ellos, pero creía que todos habían sido capturados. El imperio no los quería por su libertad, su inteligencia y el poder que tenían sobre el clima y los elementos. Aquel extraño ser empezó a dar vueltas una y otra vez sobre las ramas, mientras Osezno sonreía divertido al verlo. Mientras el duende jugaba, el clima cambiaba de soleado a nublado, cayendo de vez en cuando algo de lluvia o nieve. De repente, el flacucho duende dio un brinco gigante y cayó enfrente del animal a tan sólo unos centímetros de su cara.

- ¿Quieres salir de este bosque? –preguntó con seriedad a Osezno y éste asintió moviendo la cabeza–. Si te sacó de aquí, ¿prometes llevarme contigo?

Osezno dudó un segundo, pero no le quedó mayor opción. Había escuchado que aquellos duendes eran temperamentales, excéntricos e impredecibles, pero no le quedó de otra. Volteó para mostrarle su lomo. El duende se subió, emitiendo un gritó festivo:

- Escúchenme hormigas –ordenó el duende–, quiero un puente que cruce este río.

Las hormigas se negaron, pero él amenazó con hacer caer una lluvia que las arrastraría si no lo obedecían. En menos de unos cuantos segundos, formaron una resistente construcción, utilizando ramas, huesos de animales y piedras. Osezno empezó a cruzar con el duende sobre su lomo.

- Me llamo Sito, ¿y tú? –preguntó el Duende, gritándole a la oreja.

Osezno por un segundo pensó en decirle Dariel, su nombre humano, pero sólo gruñó de gusto por salir de ahí y a Sito pareció no importarle que no le contestara.

- ¿Cómo esperabas salir de aquí siguiendo la orilla, si el río del llanto es la única corriente por la que puedes bañarte dos veces en sus mismas lágrimas?

Osezno no comprendió y el duende insistió.

- Sí, peludo –dijo Sito en tono burlón, sin que a Osezno le gustara el sobrenombre–. El río del llanto es redondo y si te guías por su orilla, nunca podrás salir. Tienes que atravesarlo.

Osezno movió la cabeza, para hacerle entender que lo había oído.

Después, el duende se paró sobre el lomo, dando un par de pasos de baile, y con un movimiento de manos hizo caer un relámpago sobre unos pájaros de paja, que se desmembraron y se reconstruyeron en menos de un par de segundos. Sito se carcajeó y los pájaros trinaron de descontento. Osezno, al ver lo que Sito había hecho, dio un enorme brinco y lo hizo caer sobre un charco. El duende lo miró atónito. Osezno comenzó a reír como hace meses no lo hacía y Sito hizo lo mismo. Después de su viaje de tormento y largos días de seriedad, era hora de perder la postura y bromear aunque fuera un poco. El duende brincó de gusto y empezaron a jugar con el lodo. Las hormigas, que sólo sabían trabajar para subsistir, miraban desde lejos sin entender al par de nuevos amigos, divirtiéndose, cuando hace pocas horas uno estaba a punto de morir y el otro cumplía una condena, que Osezno ignoraba.

Texto agregado el 15-02-2007, y leído por 468 visitantes. (12 votos)


Lectores Opinan
11-08-2007 Formidablemente sencillo, sin adornos innecesarios y ligero, conuna narrativa clara, muy buen cuento para pasar el rato. 5* Jonh
07-05-2007 no seguirás?****** nocheluz
01-04-2007 Imagino que continuarás con la zaga . Muy bueno ***** zumm
22-03-2007 vaya... es un cuento grandioso. HabloconlaPared
06-03-2007 que encanto de cuento eslavida
Ver todos los comentarios...
 
Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login


[ Privacidad | Términos y Condiciones | Reglamento | Contacto | Equipo | Preguntas Frecuentes | Haz tu aporte! ]