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(ANTES DE LEER ESTE CUENTO SE RECOMIENDA LEER "UN CIGARRILLO Y UN LAMENTO", PUESTO A QUE ESTO CORRESPONDE A LA SEGUNDA PARTE DE LA HISTORIA. Gracias)

Tras haber llorado en demasía, el ángel encendió otro cigarrillo. Con el cigarrillo entre los labios, acariciaba sus sienes sin sangre con las yemas de sus dedos. Era una postura copiada de los humanos, ya que ni siquiera la textura de sus propios dedos acariciando su piel. La brisa sopló, lo supo porque los árboles hacían sonar sus hojas. Cerró los ojos nuevamente exhaló aire, y de pronto, apareció un colega. Era tan alto como él, de cabello castaño y ojos marrones. Estaba de pie, con las manos en los bolsillos de su abrigo.

- ¿De nuevo haciendo de chimenea, Yémanuel?- preguntó el aparecido, con tono de fingido reproche.

Yémanuel sonrió y metió la mano en su bolsillo.
- ¿Quieres, Jashmel?- preguntó él, sacando la cajetilla completa.

- No sé qué gracia les encuentras a esas cosas, pero bueno... Sería gracioso imitar a los humanos un rato como tú.

Jashmel lo tomó y lo encendió con el encendedor de Yémanuel. Se sentó al lado de él en la banca. Jashmel imitó lo que hacía su compañero y se quedó mirándolo un buen rato.

- Pareces triste, amigo. ¿Es lo de siempre? - comentó, después de un buen rato de silencio.

- Sí. Es lo de siempre.

- Deja de actuar como ellos, Yémanuel. No te juntes con ellos, sólo lo necesario para cumplir nuestro trabajo, pero nada más. No te hace bien lo que estás haciendo contigo... te estás torturando.

- No puedo, Jashmel.- dijo el otro, mirando el horizonte.- No sabes cuánto sufro...

- Te conozco desde hace milenios, socio. Y desde hace muchísimo tiempo que conozco tu dolor, aunque no puedo entender tu obsesión...

Yémanuel no quería que siguiera hablando y le interrumpió diciendo:

- ¿No te molesta el hecho, Jashmel, que no sepas qué sensación tienes tú siquiera cuando te tocas la cabeza? ¿Que el viento sople, que llueva sobre ti y tú sin poder sentir nada?

- No tenemos cuerpo físico, Yémanuel, ¿Qué esperas? Y no, no me molesta, para nada.

- ¿No te molesta saber que no existes?- preguntó el afectado Yémanuel, apagando su cigarrillo con la mirada.

- Si existimos. No estamos vivos, no estamos muertos... somos algo distinto. Si estuviéramos vivos, si fuéramos humanos ¿Tu ves el sufrimiento que ellos padecen? ¿Ves lo que sufren por sus nimiedades? Los humanos no aprecian el don que tienen... La verdad, Yémanuel...

- Quiero vivir... Quiero vivir... quiero existir...- dijo Yémanuel y de pronto, todo se volvió obscuro... y muy cálido... Había luces... rara vez se veía algo rojo. Estaba flotando. Qué maravilla. Abrió la boca y sintió un sabor ligeramente salino. Se sonrió. De pronto, sintió una voz femenina, dulce y agradable... difuminada, como si estuviera hablando del otro lado de una ventana.

Jashmel buscó a Yémanuel, quien de un parpadeo se había desaparecido.

- ¿Yémanuel?- llamó. Pero el parque estaba vacío.

- Es inútil que busques.- dijo una voz ronca.

Jashmel se volteó y vio a otro ángel. Este usaba un abrigo blanco, a diferencia de él que usaba uno negro.

- Señor...- dijo Jashmel.- ¿A qué se refiere?

- Cumplí el deseo de tu amigo, Jashmel. Nacerá en ocho meses. Más vale que lo estés custodiando en ese momento...

Jashmel se sonrió.

- Con gusto estaré con él.- dijo Jashmel, volteándose.

- Y Jashmel...- dijo el ángel superior.

- ¿Sí señor?- dijo el otro, deteniéndose en seco.

- Quiero que lo custodie por el resto de la vida de su colega... y no fume.

- Sí, señor...

Texto agregado el 18-02-2007, y leído por 145 visitantes. (1 voto)


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