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Reposaba un momento de la lectura de Benedetti, intentando digerir sus letras sin llamar mucho la atención del bus interprovincial que me llevaba lejos, muy lejos de casa [la verdad, no era la atención de la gente del bus la que quería evadir, sino la de mi mismo… para qué molestar a la sensibilidad interna… está mejor así, quietecita, dormida y oculta en la tibieza y el confort de mis vísceras… para qué molestarla, para que despertarla…].
El bus se detuvo como es usual cada cierto tiempo, no sé si para dejar o tomar pasajero alguno, pero el punto es que se detuvo justo a un lado de la pasarela que permite a peatones cruzar la moderna, rápida y asfáltica carretera, la 5 norte.
Pegado a la ventana del lado del piloto, en el penúltimo asiento como siempre, de pronto vi, entre las ramas de un casi verde árbol, cuatro figuras subiendo [o intentando subir] la empinada rampa sin escalones. Dos infantes, rebosantes en puerilidad iban al frente dirigiendo la marcha como si llevasen la batuta; corriendo y haciendo como si su mano planeara cual avión bombardero el uno, cantando y caminando a saltitos la otra. Detrás de ellos, una mujer ya madura, con la vida marcada en el cuerpo.
La que supongo madre de los críos caminaba con ánimo cansado [si es que algo le quedaba de ánimo… y de ánima, por qué no decirlo…], con la faz amarga, los ojos caídos y hombros pesados; su cuerpo flácido [no voluminoso precisamente, sino simplemente holgado… como si la piel y la carne le quedaran grande… como si la alegría y jovialidad saqueada por el tiempo, la hubiesen dejado con un cuerpo demasiado grande para la constreñida y achicharrada vida que aún esperaba trastornada y desesperada en su interior] se movía torpe, lento y desdichado.
Al final de la caravana la cuarta figura, lenta pero firme. Intentando alcanzar el ritmo de los niños, la que supongo abuela de los cachorros humanos caminaba a paso lento pero seguro, y con algo de prestancia… hasta parecía orgullosa de no estarse ayudando con la baranda. Coronada con una larga mata cana a media cola, lacia como sólo una amerindia puede llevarlo, se erguía [o al menos lo intentaba…] algo arqueada, mas con prestancia y fuerza… sin altivismos claro, sino una prestancia humilde, un orgullo opaco… un ímpetu que sólo la sabiduría arcana podía darle a la anciana mujer que intentaba subir la pasarela… Con un cuerpo delgado y la cara apacible, absuelta de toda frustración y rencor, expiada del sufrimiento de la viudez y de la soledad posmoderna, emanaba aires de mediocridad, pero tan sólo una pizca, lo justo y necesario para soportar la incandescencia de la senilidad, que día a día, tarde a tarde y noche a noche la dejaba cada vez más encandilada, más ciega, más sorda, más ida… más lejos, más en el pasado, como si ya no pudiera caminar al ritmo de los segundos, como si en cada paso y en cada suspiro Cronos le hiciera zancadillas maliciosas… cada vez más atrás, cada vez más lejos, cada vez más ida, cada vez más lejos de la juventud que cantaba y jugaba metros más adelante, segundos más adelante, en un tiempo que se hacía cada vez lejano, cada vez más inalcanzable…
En eso, mi distraída [aunque más que distraída, volátil] mirada, que ya hacía un rato venía observando [la verdad es que mi mirada tan sólo se había fijado en ese punto… más sólo era eso, una mirada… no veía, tan sólo miraba…] la escena, se cruzó con la de la matriarca, y haciendo lo que usualmente, me la quedé mirando fijo [esta vez no sólo la miraba, sino también la veía] para ver cómo reaccionaba. Llenando mis expectativas con la clásica reacción de la gente ante tal “acoso” [usualmente se incomodan y desvían la mirada a la nada, otras veces les aflora el instinto de territorialidad y devuelven la mirada con agresividad… y otras, pues les aflora el otro instinto, más lascivo y lujurioso, y creen que están en pleno cortejo, entonces sonríen y desvían la mirada pero coquetamente, se yerguen con mayor galardón o arquean la cintura con sensualidad dependiendo el caso…].
Pero entonces la anciana mujer, sin cortar el paso ni tampoco la mirada hace lo inesperado. Su cara se deforma, sus ojos se rasgan hasta no quedar casi huella de su opácico resplandor, y su boca se alarga encorvándose: me sonríe… pero no sólo eso, me sonríe y me saluda; extiende su brazo flácido hacia mi, y con la palma abierta sacude sus porosos huesos y arrugada y manchada piel para saludarme, para saludarme sonriente, tierna y acogedoramente… una sonrisa suave, con sabiduría de madre, de gran madre… con sabiduría de abuela, de anciana…
Y me sentí niño, me sentí infantil. Me sentí pequeño, pero no disminuido, sino acogido, como una abuela lo hace con su nieto, como la madre hace con su hijo… al menos como lo debieran hacer…
Sentí su maternidad ya marchita aflorar entre los abonos de la abuelería, su calor uterino prenderse entre los secos pastizales de su ahora infértil vientre, la tibieza de su leche remojar en oleajes las playas de mi escondida y encadenada niñez, y el ritmo de su corazón materno que en artística sincronía latió por casi nueves meses guiado por el del pequeño embrión que le dio un nuevo significado a su vida…
Pasmado me quedé, libro en mano y completamente paralizado… tan sólo pude articular una sonrisa que se me escapó entre la calidez de esa maternidad olvidada… ¿olvi-dada?... dada al olvido o vivida en el olvido… ausente… esa maternidad idílica en compensación de aquella maternidad estancada en los humores sudorosos del parto, esa maternidad empantanada en las primeras gotas de calostro, en las últimas contracciones que estrujaron a este nuevo contaminante a la vida [y de la vida]…
No pude devolverle el saludo de vuelta, sino tan sólo una sonrisa de gratitud, gratitud por envolverme en esos vapores olvidados, ahora dados a la consciencia, por regresarme un atisbo de la infancia extirpada y ahora injertada… Le doy gracias a la supuesta abuela por haber sido madre y abuela, por haber sido ese útero cálido y acogedor, ese hogar tibio, ese sacr divino, esa matriz ontogénica…
Aunque haya sido por tres segundos, le doy gracias por evaporar mi huerfanía…



...Calibraxis

Texto agregado el 22-02-2007, y leído por 113 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
28-02-2007 paso otra vez para decirte que el comentario que me dejaste en "hermosa mentira" es lo mejor que he leido en años!!...me encantó!! Maggie_Lee
22-02-2007 que triste!! mucho sentimiento....beso!!... Maggie_Lee
 
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