Que fresca cae la sombra 
descrita sin palabras; 
sobre cada hojaldra que 
muy claras rodean el cuerpo 
de una amada; que sabe 
lo que es ser amada 
y responder al llamado del amor 
cuando le llamo en secreto. 
 
Y me sube con lentitud 
la temperatura interna; 
que me congela para no 
temblar cada vez que la miro. 
 
Con lo anteojos 
claros, 
oscuros, 
medios; 
que la fuerza me hace usar; 
la observo con gran amor 
desesperado y tierno; 
buscando como amamantar 
la sed que me cubre 
con su presencia. 
 
La cama que cubrió nuestro amor 
por leves momentos de, 
sudor, 
placer, 
gusto y 
lagrimas dolorosas; 
tibia está, sin perder la migaja 
de amores que hemos dejado. 
 
Fresca se cambia 
para presentar la frescura perdida 
sobre la tiniebla superflua que 
hemos construido y hemos dejado atrás. 
 
La sangre bombeada con el mismo 
ímpetu 
de un tierno amor, 
se contamina con mis labios 
que solo amor le saben dar. 
 
Sumo las horas, junto a la temperatura 
mutua, 
perdida, 
juntada y ganada; en aquel bello lecho 
ajeno, 
fresco, 
amigable. 
y ella verá; en cada número 
la suma de mis ojos 
radiantes y fijos en sus brazos. 
 
Contén la respiración en un plácido 
lugar, que pueda darle privacidad, 
y respira después de la mirada que 
en su mente tienes, de ella, hacia mi bellos. 
 
Consigue una luz que le marque 
los lugares que conozco; 
coloreados por el perfume que le llegará, 
para que piense en el tierno hombre 
que le busca en fotos perdidas, 
que no son cálidas como su presencia 
física, tierna y mía; 
pero brillantes de colores 
aromas y placeres. 
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