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(I)

Tradición castellana solía ser la de arrojar una moneda al estanque pidiendo un deseo. De Ruiz no pudo evitarlo, y ni bien llegó a refrescarse el torso llenando de agua su casco imperial en el estanque recién encontrado, lanzó un real al mismo, deseando poder conseguir todo el oro que le fuera posible en estas tierras de indios. Y prosiguió su marcha al sur, con el arcabuz al hombro y una cruz de madera en la mano.


(II)

Echevarría, luego del galope enrevesado que tuvo que realizar para poder escapar de esa turbamulta de realistas, dispuestos a asaetearlo como carnero de parrilla, se hallaba sediento.

Divisó a lo lejos unos matorrales, esperanzado en encontrar agua cerca, corrió hacia ellos con su caballo de las riendas. Se acercó y exclamo un sonoro "carajo" cuando encontró aquel pequeño estanque perdido en medio de los arenales.

Hundió el rostro hasta el cuello en sus aguas, bebió hasta saciarse, llenó de agua su cantimplora y lavó al caballo. En eso, un brillo escondido entre la mugre del barro del fondo, le llamó la atención. Un real español estuvo pronto en sus manos. Recordando la tradición castellana (pese a ser criollo y no chapetón) arrojó una moneda de plata en el estanque y partió, a encontrarse con los demás húsares desperdigados.


(III)

Heras, miraflorino de nacimiento, médico de profesión y capitán de infantería por necesidad, acababa de perder la mitad de su tropa en un enfrentamiento durante la defensa de Lima, contra el enemigo sureño.

Sus hombres, poco entrenados en el manejo de los Comblain, no habían podido hacer frente a una fuerza superior en armamento; batiéndose dentro de lo posible con sus bayonetas y cuchillos, habían sido expulsados del reducto y esparcidos por los arenales.

Heras, extenuado por el combate y desangrado por un corvazo en la pierna, se arrastró lo más que pudo hacia unos matorrales en busca de reposo. Es ahí en donde encontró dos monedas, las cuales brillaban con el reflejo del sol poniente.


(IV)

1918
"Hijo mío, en este último momento de lucidez que siento me queda, quiero contarte algo. En las afueras de Lima, luego de un combate feroz en el que quedé malherido, se hallan unos matorrales. Me arrastré a ellos, tratando de encontrar algo de sombra y refugio entre los arenales. Sintiéndome pronto a exhalar mi último suspiro, me acosté entre ellos y encontré dos monedas antiguas. Las vi, las tuve entre mis manos y pensé "¿qué diablos hacen estas dos monedas en este matorral perdido del desierto?". Por algún avatar del destino, se me ocurrió sacar un sol de oro que tenía en el bolsillo y dejarlas junto a las otras. Perdí la conciencia, creyendo no despertar jamás. Y mira, casualidades de la vida, me despertaron a las pocas horas unos jinetes de Iglesias, me recogieron y llevaron al norte, donde me recuperé. Ahora, quiero yo que busques esos matorrales, busca en la zona del reducto de la guerra más lejano al mar. Y cuando lo encuentres, deja una moneda allí. Alguien la necesitará en algún momento. O quizás te ayude a ti"


(V)

Lima, 20 de febrero de 2***. Ante la sequía agotadora que asola la ciudad, diversos grupos de Sedapal han emprendido durante la semana la búsqueda de pozos de agua subterránea. En las afueras de Cieneguilla se ha encontrado uno, entre los arenales y unos matorrales semisecos. Lo curioso de la noticia es que se han encontrado cuatro monedas de distinta época en el lugar. Numerosas teorías discurren al respecto.

Texto agregado el 25-02-2007, y leído por 164 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
21-06-2007 Excelente escenario. Interesante tema. Salu2, Eduardo. isamar
26-02-2007 Sumamente enteresante, esplendida narracion.Mis sinco estrellas. Orlando ouacosta
 
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