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Inicio / Cuenteros Locales / Tildur / Reflexión 9: Incoherencia

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Entre las brumas del sueño que a horas tan tempranas comienzan ya a atenazarme, se filtra de nuevo el ansia melancólica de la reflexión y el recuerdo.

Y, dejando atrás las frases rimbombantes, me he puesto a escribir. De nuevo, no se muy bien sobre qué. Demasiadas cosas se me han pasado por la cabeza, pero demasiadas pocos motivos o interés para contarlas.

Caigamos de nuevo en la incoherencia de este mundo, en lo profundo de la irrealidad del día a día. Cada día me siento mas traicionado, mas ajeno a cuanto me rodea. Vivo entre el profundo amor por la naturaleza humana y la nausea incontenible por la misma causa. Y cada vez me convenzo más de que el ser humano, de racional, tiene poco. De que tantos siglos despues de todo, seguimos siendo los mismos de siempre, con nuestro impulsos mas primarios latiendonos dentro y, por lo general, dejandonos llevar por ellos. Instinto de supervivencia, instinto de autodefensa, instinto sexual y de procreación, instinto de tribu. Somos el ser que puede pensar, pero prefiere no hacerlo, o al menos evitar repetir ese mal trago, y pensar una vez y sacar conclusiones para toda una vida. Incapaces de recalibrarnos. Actuando por instinto, sin pensar en lo que hacemos ¿Desapareciendo?

¿Es, entonces, la Razón la prefección? Y, si lo es ¿Porque la idea de un ser puramente racional, sin instintos, nos resulta tan repulsiva? Quizas, aqui también, se cumpla esa ley universal de que lo "mejor" es el equilibrio. Quizas no se puede vivir tan solo de la Razón, pero tampoco sin ella. Imagino la perfección como una esfera petrea y pulida, incomparable en belleza a las imperfectas curvas de carne de una mujer.

Y enlazamos un tema con otro: las palabras. Son ampliamente imperfectas. No pueden trasnmitir muchas cosas. Ahora mismo puedo darme cuenta de mi incapacidad para transmitir cuanto quiero, ideas o emociones. Son como pompas de irrealidad, de fantasía o misticismo, dificilisimas de plasmar sobre la rigida superficie de un papel. Quizas por su imperfección nos gustan las palabras, mientras la perfección del lenguaje matematico se nos hace (a mi al menos) tediosa e indeseable. Una herramienta debe ser perfecta, un alma, nuestro ultimo refugio de caos interno, debe ser bella.

Y continuemos, sin ningun rumbo concreto en esta reflexión propia e indefinida. Pensaba antes también en mis propias incoherencias. En cuanto necesito a alguien a mi lado, en cuanto miedo tengo a tener cuanto deseo, y en cuanto necesito también intimidad y libertad. La soledad es devastadora. Te quema por dentro. Como ya dije una vez... "A veces la soledad parece no ser una ausencia de compañía, sino una presencia negra que se te clava hasta los huesos y ya no hay quien la saque." Y sin embargo, a veces resulta un refugio comodo. Y con todo cuanto deseo, a ratos no se si temo mas un "No" o un "Si". Repitiendome sobre mi mismo... "hay gente que va caminando por la vida. Yo, en cambio, la recorró a saltos, siempre lo suficientemente largos como para vovler a dejarme al borde del precipicio que avanza tras de mi". Y, por momentos, el miedo instintivo a lo desconocido se hace inmenso.

Intimidad. Curiosamente, es otra cosa que necesito. Intimidad y libertad. A pesar de todo lo dependiente que soy de mis amigos y mi familia, pienso que un buena dosis de libertad sin trabas ni protecciones me vendría bien. Y es que a veces la rutina de mi hogar me resulta opresiva. Mi habitación es mi santuario, casi el unico lugar donde puedo escribir, en todo momento, como si la inspiración se desprendiese directamente del techo y las paredes. En mi habitación, que de nuevo no es mas que un curioso reflejo de mi mismo. Y constantemente se ve invadida por terceros, que aún siendo mi propia familia, a veces vienen a romper esa especie de calma que habita entre mis cuatro paredes. Sin comprender que, en ocasiones, necesito escribir, o escuchar una canción, o perderme en mis pensamientos, y que no puedo hacerlo mas que en soledad. Y algunos invaden mi intimidad de forma casi hostil, tanto que hasta el propio sonido la muestra: el crujir sordo de la manilla ante una mano impaciente e irrespetuosa y el movimiento del aire al abrirse la puerta con una velocidad mas apropiada para el lucimiento y la impresión que para funciones prácticas.

La inchorencia nos rodea día a día. Lo irreal está siempre al alcance de la manó. Y, nosotros, ni siquiera existimos por completo, pues no somos mas que sombras de sueños. Bellos sueños imperfectos.

Texto agregado el 26-02-2007, y leído por 120 visitantes. (1 voto)


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