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Amanecer crepuscular, rojos violáceos envuelven el entorno. Siluetas erguidas en alamedas se ven hacía el horizonte aparecen y desaparecen. La dulce y pequeña Micaela los vislumbra, pero no los reconoce. El sol del otoño relumbra en el cielo de sus ojos, orlados de largas y oscuras pestañas, impidiéndole la visión. Sus quince años recién cumplidos, la hacen adoptar esa postura de tierna y aparente soberbia. Sus largos cabellos, del color del ébano, caen sobre sus hombros, en ondulantes movimientos. Es una niña que simula ser mujer, pero el formal uniforme azul que viste, le impide debutar como tal.
En ese espacioso y espeso bosque, de gigantescos árboles, donde los verdes y marrones se entremezclan con el arco iris de cientos de especies florales, ella realiza el primer y largo trayecto matinal, desde su nuevo hogar hacia el colegio que, hoy, estrenará.
Con sus padres y hermanos, provenientes de un pueblo enclavado en la montaña, son forasteros en esa ciudad de viviendas confortables y modernas, tan diferentes al caserío de prefabricadas que habitaban. Su padre, ingeniero civil, había sido trasladado allí, para concluir la construcción del dique, que abastecería de agua a todas las granjas que circundaban la ciudad.
Era un momento de cambios radicales. De nuevas amistades, maestros, compañeros. Caminaba tranquila, segura, confiada, como allá en su poblado, donde todos se conocían.
Las siluetas erguidas se aproximaban lentamente. Sus movimientos acompasados y al unísono, semejaban raperos bailando su danza en las calles del Bronx. Pero no eran negros. Eran blancos como ella. Mozalbetes indolentes, ebrios de poder, dinero y drogas. Hijitos de papá a quienes nada se le negaba, ni siquiera la impunidad. Irracionales e iracundos. Vestidos de personas. Por dentro la negrura del alma asomaba a sus ojos. Sus mentes, obnubiladas y confusas, no estaban allí. La que se presentaba ante sus ojos no era una criatura dulce y angelical, sino un instrumento útil para desahogar sus bajos y lascivos instintos animales ya que, en ese estado, la villanía había eclipsado a los seres humanos. Nada fuera de lugar intuyó en la presencia de esos cuatro muchachos que se acercaban, porque no los veía realmente, tan imbuida estaba en sus propias e inocentes evocaciones.
El ataque fue feroz e inhumano. Las ocho manos se arrojaron sobre ella. Manos en su boca, sus ojos. En sus pequeños senos, que fueron manoseados, ultrajados. Su ropa derruida. Los cuatros fueron invadiendo sus entrañas. Uno a uno avasallaron su virginidad. Cada latido del corazón de las bestias, iba acallando su pequeño corazón. La arremetida final lo enmudeció para siempre. Los ojos celestes estaban muy abiertos, pero su fulgor había desaparecido. La niña, en su mente, trasladaba los últimos pensamientos antes del agravio. Gratos y felices recuerdos de sus amigos, de allende las montañas. Su magnífica fiesta. Su pomposo y bello vestido blanco, donde su madre bordara, con hebras plateadas, sutiles pimpollos de rosas, en el borde del escote discreto y recatado. Y el vals de sus sueños, estrechada entre los brazos de su querido padre….
Cada estampido resonó en el silencio de esa mañana otoñal. Las aves, espantadas, remontaron vuelo, hasta lo más alto que alcanzaban. La descarga completa del arma fue agotada sobre los cuatro cuerpos, ya de pie, mientras observaban su obra maestra del horror, de la barbarie. Su sangre salpicó la ropa y el rostro cuajado de lágrimas del padre de Micaela, en cuya mano, aún humeante, colgaba el instrumento de la reparación de lo irreparable.

Texto agregado el 10-03-2007, y leído por 173 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
10-03-2007 Un texto demasiado retórico, para mi gusto. Abunda en adjetivaciones y lugares comunes. Es una historia que puede ser contada de muchas maneras; ésta necesita, a mi modesta opinión, ser revisada a fondo. leobrizuela
10-03-2007 Muy muy bueno, me gustó mucho. Sólo te puedo criticar dos cosas: Me parece que en la segunda oración te faltó una coma antes de "aparecen y desaparecen". Lo segundo, es que se podría trabajar un poquito más la parte de la violación, para así poder resaltar de mejor forma todo el contraste que tiene el cuento y darle una mayor intensidad. Saludos! Ulises_Lima
 
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