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Con tu puedo...cap 14
Cumpleaños.

—Feliz cumpleaños, Marianita.
—Gracias, gracias por venir, Alamiro,

Las miradas se cruzan, ambos jóvenes están a la expectativa, uno del otro. Mariana anda radiante al iniciar sus diecinueve años.

—Pase Alamiro, de inmediato le convido un te con un pedacito de torta, usted llegó tarde. Ya sé, estaba trabajando, contra eso no se puede hacer nada. Mi papá y su compadre Juvencio están afuera, le esperan también.
—Gracias, Marianita

Ese le esperan también, dicho por Marianita le llama la atención, pero no le pregunta nada. La madre de la niña, ve a Alamiro y le saluda de manera alegre. Alamiro camina hasta donde están los dos hombres charlando y riendo.

—Buenas tardes Alamiro, veo que al final vino.
—Sí pues, Don José, este cumpleaños no me lo perdería por nada del mundo.

—¿Ni por la Clotilde, Alamiro ?– pregunta con una gran sonrisa Juvencio.
—¿Y qué tengo que ver con la Clotilde?

—Alamiro, pasa y siéntate, acá en la Oficina se sabe todo, y más tratándose de la Cloti.

Alamiro se ha puesto como tomate, se siente sorprendido, lo peor es que lo sepa el papá de Marianita y de seguro lo ha de saber la mamá y las hijas, eso no es buen augurio.

—Por eso le decía el otro día que no se enamore, mire, sí hasta mi compadre Juvencio antes de que llegara su familia del sur, tiró las manos allí. Ella es así, está casada con un buen hombre, pero enfermo, que no puede cumplir a diario como macho, tal y como ella quisiera, así que siempre busca alguien cuando se siente muy abandonada. Amor de un par de semanas y luego se calma y, si te he visto no me acuerdo. Su marido sabe y si no lo sabe lo sospecha, trabaja hace muchos años en los molinos; tanta tierra tragaron sus pulmones que ya poco le responden; camina tres pasos y debe descansar; la mujer es mucho más joven y muy re-caliente. Lo supimos por una amiga de la Clotilde, dice que cómo usted tiene casa ahora para usted solito, lo único que hizo fue tocar a la puerta y, esa comadre le comento a la mamá de Mariana, ya ve.

Mariana aparece con un platito de torta para cada uno de los tres hombres.

—Sírvase, Alamiro, no es tan bueno como lo que le prepara la Clotilde, pero está sanita.
—¡Papi, invité a Reginaldo! Recién llegó, voy a saludarlo.
—Vaya hija.

—No se preocupe Alamiro, son cosas que pasan. ¿Usted no tiene novia, o sí? Mire que sé que ahora que tiene casa, hay muchas que lo quieren casar.
—No tengo ninguna novia y si ustedes ya lo saben.

—Compadre Juvencio, mi chiquilla Mariana, anda feliz. Mire llegó el Reginaldo ese, buen chiquillo, trabaja en la Administración, ayuda al contador, fue quien acompañó a Mariana a Iquique a comprar los trajes para la compañía de teatro. Desde ese día, se ha acercado a mi niña, ella como no tiene compromiso con NADIE, habla mucho de ese niño.

Todo ese rosario, lo lanzó como un dardo que más destinatario era Alamiro que Juvencio. Este último sonrió y no dijo nada, solo colocó aguardiente en los tres vasos e hizo salud. Alamiro tampoco dijo nada pero acusó el golpe.

—Alamiro.
—Sí, maestro Juvencio.

—Ese Ramiro es malo, pensamos que le hizo algo al Bernardo, ayer sacaron todas sus pertenencias y las pusieron en una bodega. Yo creo que lo mataron.
—En las últimas semanas Ramiro ha ido a conversar con los militares todos los días. Dispara al blanco, ha dicho que se prepara para una gran partida de caza, que en los días del casamiento, Don Fernando ha organizado un día de caza con los ingleses que vienen. Van a subir muy arriba de la cordillera a buscar guanacos, que a él le gusta los blancos mas chicos, que le gusta disparar a las palomas y se ríe.
—¿Quién le contó, Alamiro?

—Ustedes no me cuentan nada de cómo saben cosas, si no confían en mí. ¿Por qué yo habría de confiar en ustedes? Alguna vez uno de ustedes dos me dijo que se cuenta el milagro, pero no el santo.
—Es el Ramiro, él asesinó al Bernardo. Mira Alamiro, no sé si lo sabes, se ha dado en llamar palomeo a cazar pampinos, como siempre vamos con camisa blanca, entonces nos vemos desde lejos, el que recibe un balazo da un salto y abre los brazos, “es como si volasen”, dicen ellos, por eso el Ramiro habla de cazar palomas. Gracias, Alamiro. – Dice con ira Juvencio

—Alamiro
—Sí, Don José

—Mañana en la tarde, si quieres llévale tus camisas blancas a la Julita, que dicho sea de paso ya va a llegar por aquí, pero llévales las de trabajo. Ella te las va a teñir y no andes por la pampa sólo, y menos de ropa clara.
—El capataz, cada día me endilga al niño que es herramientero para que se venga conmigo.

—Hazle caso en lo que te diga, no es mal hombre, no comulga mucho con los de la administración, hace su trabajo y se va a Iquique a ver a su familia.
Entiendo que encontraron pólvora enterrada, y culparon a Bernardo, este compañero era uno de las cabezas de un grupo de anarquistas, no llegó a Iquique.
Hay que hacer algo para acabar con ello, ¿no cree compadre José?
—Es lo que estoy pensando, ese Ramiro ha asesinado a no menos de quince pampinos.

—En los años que usted no estuvo en la pampa, compadre, han caído no menos de cinco compañeros nuestros.

—Alamiro,
—Sí, Don Juvencio.

—Te voy a contar un par de cosas, si no te quieres comprometer, entonces ve con los jóvenes a acompañar a Mariana, si te quedas, es por tu voluntad, pero nada de lo que conversemos lo has de comentar, así qué... ¿Te vas, te quedas?
—Me quedo.

—Ramiro lleva años acompañando al Fernando, incluso el padre lo escondió y lo llevó a la Argentina, luego de que asesinó a un hombre en Los Andes. Cuando regresó del otro lado, lo trajeron y lo hicieron jefe; hace los trabajos más sucios, ya son muchos los asesinados y no voy a esperar a ser el próximo.
—Para lo que sea cuenten conmigo, no tengo miedo a nadie y menos a ese Ramiro.

—Compadre Juvencio, ¿puede conseguirme unas tres bolas de acero de unos cuatro centímetros de diámetro? Me estoy acordando cuando anduve en las pampas en Argentina, acompañé a muchos gauchos, se aprenden cosas diferentes. En la Oficina Santa Marta, hay un che amigo mío, le voy a pedir me trence unos tientos de cuero.

—Facundo sigue en la lista del Guardia, ¿le dijo que se fuera, Alamiro?
—Se lo dije, pero me dijo que tenía que hacer acá algo.

—Bueno, ya se le dijo. Compadre José, hay que conversar con el tal Atanasio.
—¿Con mi compadre?

—Sí, Alamiro, con él, cada vez que hay algo nuevo en la Filarmónica corre a la administración, fue él quien conversó con Ramiro el día que le elegimos presidente.
—Yo hablo con él.

—No, Alamiro, déjanos a nosotros, si nos equivocamos, seremos nosotros los que carguemos con la culpa.
—Compadre, los hermanos de Curicó, que conversen con el pajarito. Ese niño nos va a ayudar sin siquiera saberlo.

—Hay que suspender las reuniones por un tiempito. Usted compadre Juvencio siga con el teatro como si nada, la Julita también que se cuide. Alamiro no se olvide de tomar provisiones, si es por él, Ramiro te dispara, cualquier cosa te dejaremos razón en la cantina.
—¿Qué hago con el Atanasio?

—Nada, sigue como si no supieses nada.
—¿Qué va ha hacer con las bolas de acero?
—Jugar a los tres hoyitos, nada Alamiro, sólo confía en nosotros.

La charla se colocó espesa, los contertulios la dejaron hasta allí, para ello sirvió la aparición de la Julita que llevaba un vestido de regalo a la niña Mariana. Al llegar al lugar en que los tres hombres conversan, saludó a cada uno con la alegría de siempre. Al llegar a Alamiro hizo un gesto y dijo. ¡Hummmmmm!

—Alamiro.
—Sí, Julita

—A veces por servirse un pastel, uno se puede perder la torta. Así que cayó con la alegre dama.

Alamiro bajó la cabeza, la historia suya con la Clotilde era sabida de todo el mundo, se sentía un poco alarmado. Es cierto lo que dice la Julita, y José Manuel hablando de Reginaldo, y ese joven en la fiesta. Mariana también sabe lo de la Clotilde, la Julita lo salvó de su mudez.

—Mañana cuando llegue de su turno, quiero me lleve todas sus camisas blancas, menos las que usa los domingos, Don Alamiro.
—Bueno, Julita, pero no me diga Don, ya sé que no me porté del todo bien. Sé que el marido de la Clotilde es compañero de trabajo, y más encima no he sido todo lo hombre que necesito ya que no le he dicho a la niña que quiero, lo que siento por ella.

—Alamiro, mire, le voy a dar un consejo, con la niña esa que dice querer, hable claro y luego que en cualquier instante otro se la quita. Si ella llega a saber lo de la Cloti, no es seguro que se la perdone, pero, hable y pronto.
Lo de la Clotilde, uno debe vivir con ello, son los peligros de ser hombre acá en la pampa, uno de los peligros, y si usted hubiese esquivado a la dama aquella, para los mineros, usted hubiese pasado a la categoría de “maricón”. Ella al parecer ya se calmó, olvídese de ella, no la busques y, tampoco le abras la puerta. A ella le queda poco tiempo por acá, a su marido ya le despedirán y tendrá que irse al sur, eso se comenta.
No tome a broma mi consejo y cuídese mi niño lindo. Los gringos, el Ramiro y, también ese Fernando quieren cocinárselo en escabeche, el administrador es quien te ha salvado ya que teme una huelga. Tienen apuro de producir mucho salitre, así qué, mire por donde camina y también debe ver su futuro acá en el desierto. ¿Me escuchó?
—Si, Julita, voy a hacerle caso, no se preocupe.

—¿Cómo no me voy a preocupar, si todos te queremos? No te desvíes del camino que has tomado. Y en la cantina te tengo algunos papeles que te envió otro amigo, me lo dieron en Pisagua, también quiere conocerte, me pidió te invite al puerto en dos semanas más, o sea pasadito el casamiento del gringo y la Fernanda.
—¿Puedo preguntar el nombre de esa persona?

—No, porque no te lo voy a decir, si gustas vas conmigo, si no, bueno ya se encontrará a la persona apropiada para lo que hace falta.
—Julita, voy a ir con usted.

—Juvencio, José. ¿Han sabido de Bernardo?
—No Julia, pero, no cabe ninguna duda de que lo mataron, el Ramiro habla con los milicos y dice que quiere cazar palomas.

—¿No hay algún hombre en esta pampa, que termine con eso?
—Complicado encontrar a alguien, Julita.

—Niños, ya están medios picados con ese enguindao, que quiero un dedalito para probarlo, a ver si es mejor que el que hago yo.
—Al tiro, Jiulita y Salud
—Salud, por Dios, está bueno.

—Y ahora, hay que dejar de ser serios y estar con la cumpleañera, a ver yo quiero bailarme una cueca bien zapateá con este muchacho, que baila lindo. Usté Juvencio agarre la guitarra y dele al canto, pero, alguna canción alegre.
Ah, y han de saber que al Arsenio lo han estado apretando para que diga a quienes enseña a leer, por eso no vino, yo le diré a la niña Mariana ya que lo había invitado.
Y la última noticia es que, van a construir una plaza con pimientos y tamarugos, algunas plantas vienen viajando desde La Calera en el Longino, vamos a ver algo verde. Gracias Alamiro por ello.

Alamiro está complicado, han sido tantas las cuestiones tratadas en la conversa, que le han dejado atribulado. La intolerancia patronal es lo que más le duele, le compraron a uno de sus amigos de la niñez, la Marianita se le va...

Tengo que hablar con la niña, no sé como, pero lo haré no hoy, pero mañana en el ensayo lo hago. Debo pedir perdón por la Clotilde, pero, amo a la niña, Es seguro que asesinaron a Bernardo que era muy amigo del Facundo y este no se quiere ir, porfiado el huevón. Por suerte mi compadre Angel, me cuenta lo que habla el Ramiro cuando tiran al blanco. A mi compadre le tiraba lo milico, después de salir del Servicio se fue a la escuela y acá está. Aprovecha las noches para venir a mi casa, le voy a decir que no venga, no vaya a ser que lo vean y se lo espinaceen al tiro. Si no hacen nada con ese Ramiro, yo lo haré. Y ahora a bailar, una cueca con la Julia y otra con mi niña.

—Don Juvencio, por qué no se toca una cueca para bailarla de puro contento?.
—Habiendo guitarra y voz, una con ritmo nortino ¿Y quién bailará?

—Yo, maestro, quedé picá en la Filarmónica, también quería bailar con el presidente, así que ahora la bailo.
—Ya, poh Julita, pero una sola ya que quiero bailar una patita con la niña Mariana. Bueno, si es que ella quiere.

—Yo, bailo con usted, señor Presidente. A lo mejor no lo hago tan bien como la otra dama, pero también sé bailar cueca y sin dar pisotones.

Curiche
10, Marzo 2007

Texto agregado el 10-03-2007, y leído por 324 visitantes. (9 votos)


Lectores Opinan
03-06-2007 Muy bueno, y Ay! el amor el amor... sigo leyendo. salambo
17-04-2007 es un hermoso cap ítulo, los personajes luchando por su dignidad y por el amor, buena gente ésta, buena...disfruté mucho este capitulo... Arianna
12-04-2007 Encuentros cercanos y lejanos de Alamiro con Marianita, él por su lado no se decide, ella toma sus medidas, quizás por dignidad, quizás por la técnica femenina y muy femenina de provocar incertidumbre en Almiro con la presencia de Reginaldo, la relación nada oculta de Alamiro con Clotilde, la ha hecho reaccionar. Un festejo tradicional, torta de cumpleaños, familiares y amigos, los hombres en franca conversación, aumentan en ellos las dudas y presagios del desaparecimiento de Bernardo y los planes del asesinato de pampinos, llevados a cabo por Ramiro. Las mujeres atareadas en el festejo, ellos organizándose, avanzan los acontecimientos como el proyecto de una plaza, regalo de don Fernando o compra de voluntades, sea uno o el otro motivo, será bienvenida y disfrutada, mis cinco estrellas. Ignacia
16-03-2007 Interesante el cumpleaños de Mariana, hemos aprendido muchas cosas, y Alamiro también. Todos los personajes son muy humanos, con sus aciertos y sus caídas, Alamiro en especial, está pasando por momentos difíciles, tiene que tener mucho cuidado con todo el mundo, en lo personal (Mariana / Clotilde) y en lo social. Ademas quisiera agregar que de ningún modo hay que hacer un paralelo entre la condición social y la dignidad, se puede ser pobre y tener mucha dignidad y vice versa. Muy bueno el capitulo. loretopaz
13-03-2007 Peñi: Bueno que el Alamiro sea una buena persona, bueno que no quiera contar de su "caida" con la Cloti, pero el narrador por qué tiene que ser igual de reservado. Aunque la lamngen se enoje, Alamiro es un joven conciente, inteligente, serio, pero también es macho. Si nos muestra la culpa, muéstrenos la causa. NeweN
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