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CLEPSIDRA ® ISBN México, 2007


Desde el umbral pudo observar que su esposa se había quedado dormida en su mecedora, frente al televisor que seguía encendido. Don Pascual se apuró a entrar y se paró justo frente a ella con el regalo temblando entre sus manos, en tanto recorría con la mirada aquel rostro dormido, cavilaba: “Cincuenta años Lucila, cincuenta años de nuestras vidas, quién lo hubiera imaginado…Cuando te conocí llevabas un vestido rosa que te llegaba a las rodillas, y aunque tus piernas no eran del todo bonitas (de hecho un poco flacas), me gustaron; me gustaron tus piernas Lucila. Y tu cara, con esas facciones que tenían algo de equino y que me inspiraban el anhelo de ser tu jinete Lucila…y lo fui…cuántas veces lo fui… ¡Vaya que lo fui! , era tan excitante ese mundo que me mostrabas, tan vibrante mi deseo de tenerte a todas horas; tenerte para mí: tener tu voz, tus oídos y tus pensamientos Lucila…”
Don Pascual abrió la cajita de regalo tomando todas las precauciones para no despertar a su mujer y lentamente fue sacando el fino rebozo violeta que le había comprado con motivo de su quincuagésimo aniversario “Lucila, seguro que te acuerdas de cuando bailamos nuestra canción, de las promesas absurdas que nos hicimos. Cuántas veces nos dejamos llevar por nuestra juventud, cuántas veces tus labios acariciaron mi oído y juraron amarme siempre.”
Don Pascual colocó el rebozo alrededor del cuello de su señora con una delicadeza tal que, conmovido por la sola belleza de la escena, a punto estuvo de derrumbarse en lágrimas. “Y cuando pedí tu mano Lucila, y tus padres nos dieron su bendición, sentimos que nuestro corazón estallaría de contento. Lucila…todo se arremolina en mi cabeza, nuestra distancia me duele y en estos días aciagos en que el aliento de pronto me avisa de su urgencia por abandonarme, me siento empujado a hacer algo en nombre del gran amor que nos tuvimos… ¿Recuerdas?, cómo nos sonreía entonces el porvenir, cómo vislumbrábamos entonces un sino paralelo y dichoso…
Y pensar…
Y pensar que esta mitad de siglo he compartido mi existencia con una desconocida que se burla de mis sueños, que me ha trepanado, que me ha vuelto clepsidra, que me ha bebido y me ha vaciado de anhelos…” Presa de un repentino embotamiento, Don Pascual apretó los dientes y tiró de los extremos de la prenda con violencia mientras miraba cómo su mujer, en su último movimiento se llevaba las manos al cuello.

Texto agregado el 11-03-2007, y leído por 116 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
16-05-2007 Es como dice Gfdsa_elisa: se disfruta leyéndote. ***** vaerjuma
21-03-2007 La historia, como la anterior es muy buena, detalles ricos que hacen el disfrute del lector ***** gfdsa_elisa
 
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