Mika


Mika llegaba a posada de una pequeña y tranquila ciudad agotada por el cansancio de una aventura que tardó más que lo hubiera supuesto.
Su equipaje, era nada más una mochila, lo que me hizo creer que no se quedaría mucho tiempo en la ciudad.
Una mujer joven, su pelo largo, los ojos brillantes y ansiosos estaban siempre atentos a su alrededor y en la cara una sonrisa constante.
Traía jeans, tenis, blusa roja y en las manos cargaba una chamarra. La ropa gastada y sucia mostraba que había estado caminando hacía tiempo.
Echó una mirada a la calle, decidida caminó hasta a la recepción y solicitó un cuarto.
Ya en la habitación, dejo caer su mochila y lentamente la recorrió al baño dejando sus ropas por el trayecto. Se puso bajo la regadera, cerró los ojos y ahí se quedó por mucho tiempo, sintiendo el agua tibia que escurría por su cuerpo. Sus manos deslizaron suavemente por su piel y los recuerdos de un pasado tan cerca hicieron sus piernas temblar. Una sonrisa suave y tierna alumbró su rostro y sus pensamientos volvieron en el tiempo y la distancia.
Toda su vida se le pasó en algunos instantes y el miedo del futuro se hizo presente. Una incertidumbre se ha plasmado en su rostro.
Salió del baño envuelta en una toalla, se acostó y cayó dormida por mucho tiempo.
Al despertar, ya repuesta del viaje, vistió una ropa y salió a la calle.
Inexplicablemente, yo la esperaba a la puerta. No sabía su nombre o lo que la había traído a la ciudad, todavía no podía alejarme de allá sin verla otra vez. Algo me atraía hacia ella... no lo sabría explicarlo.
Mika era un enigma. A veces se le parecía a una niña indefensa que suplicaba por protección, en otras, a una mujer fuerte y decidida que cargaba un gran secreto en su corazón.
Ella se detuvo a mi lado, me saludó y pronto me preguntó:
- Por favor, adonde puedo enviar un telegrama?
Su voz sonó como el canto de un pajarito a mis oídos e hizo disparar los latidos de mi corazón. Disfrazando mis emociones le contesté:
- Si me lo permites, tendré mucho gusto en enseñarte el lugar.
Inesperadamente, con los ojos brillantes de felicidad, me tomó de la mano y caminamos en silencio por las alamedas. Era como si nos hubiéramos conocidos desde niños y nunca nos hubiéramos alejado.
El encantamiento que nos ha atraído, fortalecía la amistad y la confianza entre los dos.
Después de algunas cuadras llegamos al correo y mientras Mika enviaba su telegrama yo la observaba con admiración.
Su aventura hubiera empezado hacía algunos días, dejó atrás su país, su familia, sus amigos en busca de un sueño. Algo complicado, quizás imposible de lograrlo. Ella sabía que habría de enfrentar muchos problemas, todavía, no ha pensado en desistir aunque sabía que su vida no más seria igual.
Habían pasado largos meses de correspondencia con una persona que le había despertado emociones que hasta ahora nunca las había sentido. Era algo fuerte y extremamente bello.
Su sueño se hizo realidad y por algunos días vivieron como en un cuento de hadas, disfrutando intensamente a cada instante que pasaron juntos.
Un día, la realidad le despertó de su sueño. No más podría vivir así, sin esperanzas, sin un amanecer seguro y supe que había llegado la hora de su regreso. Se le saltaron dos lágrimas al recordar los momentos de felicidad que la vida le había regalado aunque fuera mucho más lo que esperaba.
Ahora, ya en medio del camino se dio cuenta que no más estaría sola y que la vida le regalaría su mayor tesoro, traía en su vientre las esperanzas de una nueva vida.