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¡No lo podía creer! Faltaban sólo 5 segundos para que termine el partido y el balón me llegó sólo a mí.En mi posición de atacante, sin marca y con el tablero a disposición. Nunca antes había tenido esa oportunidad; esta vez, mi entrenador no me gritaba que pasara el balón a alguien mas, ¡esta vez me gritaba que metiera la canasta! Y claro, era la oportunidad ideal para impresionarla a ella, y no me la quería perder. Ella estaba sentada en la tribuna, muy cerquita de la cancha abarrotada de público por ser la final. Estábamos sólo un punto abajo y meter esa canasta significaba el campeonato. Miré a la tribuna, la ví. Miré al tablero, vacío, esperándome. Miré a mi entrenador y toda la banca de suplentes, de pie, gritando, arrancándose los cabellos y me decidí. Corrí haciendo rebotar el balón, paso a paso, como un verdadero profesional y me decidí a lanzar el balón. Cuando lo hice, todo pareció en silencio. Me recordaba esas películas yanquis en donde el último segundo es en cámara lenta y después el final feliz... pero no pasó. Uno de los cordeles de mi zapato derecho, que pisé con el izquierdo, me forzó a un balanceo extra hacia adelante y el balón voló y rebotó secamente en el aro y volvió hacia mí. Un segundo después sonó el silbato final. Si no hubiera sido que mi cabeza desvió el rebote hacia afuera creo que hubiéramos recibido una canasta más. Miré hacia la tribuna, el público estaba furioso y amenazaba entrar a la cancha. Desde el banco, mi entrenador y los suplentes, encolerizados y algunos tapándose la cara y llorando desconsoladamente se abalanzaron sobre mí. Mi entrenador me gritaba escupiendo pequeñas gotitas de saliva. Pero a mi no me importaba. En la tribuna estaba ella, sonriente, agarrando un letrero con el número quince, el mismo que tenía yo en mi espalda. Me saludaba. Y aunque mi ojos estaban en dirección a mi entrenador, mi mirada definitivamente se quedó en la tribuna. Al final, fue un final feliz de todas formas y cualquier otra cosa que pasara no me afectaría más. Ni siquiera el botellazo que recibí al salir de la cancha cambiaría esa felicidad.

Texto agregado el 15-03-2007, y leído por 121 visitantes. (0 votos)


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