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Engañario


A Meledeo, un ciudadano del rebusque en todo el esplendor y experiencia de mil audaces mañas, lo llaman Engañadios a sus espaldas. En la actualidad se las tira y estira para ganarse la ostentación de lo máximo, en ese viejo oficio que organiza y asciende a la categoría empresarial de panificadora. Pero si acaso el emergente negocio apenas se acerca a una manual panadería.
Cuando Meledeo escucha los rumores absurdos del sobrenombre con el cual lo distinguen, sólo se le ocurre exclamar: “Esas son pesadas calumnias de la envidia incapacitada.” Y con la razón natural de su lado agrega: “Engañar a Dios es un imposible. “
El extenso patio de de su casa permanece cubierto por un verduzco tapete de verdolaga, en donde no puede entrar siquiera una osada y laboriosa hormiga. Esa carnosa planta invasora rastrea hasta el último nutriente de sus vecinos de suelo, no permitiendo que se reproduzca otra especie viva. Y según la mujer de Meledeo, con su pulpa preparan un exquisito jugo.
Persistiendo este señor de malicia agazapada y avaricia encendida, logra convencer al párroco de la Iglesia de su barrio para que le adjudique el contratito de los jugos y los panes que ésta patrocina para el desayuno de los viejitos del asilo. Que sean jugos de verdolaga, lo ignora el sacerdote, y también ignora que los panes que asa en su horno improvisado están cargados de levadura, a fin de triplicarles el tamaño. Y con el recortadísimo diezmo que ofrece los domingos, consigue bendiciones del curita bonachón que también se lo recomienda a Dios.

Texto agregado el 23-02-2004, y leído por 181 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
25-07-2005 Me gustó mucho, un texto sencillo, bien narrado pero con fácil comprensión de las ideas y conceptos. fabiangs
28-03-2004 A mí me cae bien Meledeo pero dudo que logre engañar a alguien, a Dios quizás. Al_Dope
12-03-2004 Uf. Cuánto tipos como éste tenemos a nuestro lado sin darnos cuenta, sin sospechar siquiera. Este bello relata está, en su corta extensión, plagado de metáforas. La mala hierba no crece sola sino que lo hace con otras especies de su misma calaña para, en conjunto, engullir a los demás. Eso es lo que se lee de tu relato: el jardín de Meledeo no podía tener más vegetación que verdolaga y la mujer del asaz no podía ser menos en el arte de la timación que su embustero marido. Muy bien. tambordehojalata
23-02-2004 Muy buen relato, pero el protagonista no engaña a Dios, sino a sí mismo. margarita-zamudio
 
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