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Inicio / Cuenteros Locales / graju / EL VALOR DE LO QUE SE PUDO PERDER

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La ira del viento se adueñó del mar y levantaba olas como lomos de dinosaurio, encrespadas y amenazantes. El cielo se turbó y envolviéndose de velos grises en movimiento.Lloraba. El pequeño velero con su tripulación eran insignificancias en aquella mar arbolada.
El padre había arriado velas en cuanto comenzó la tormenta, El interior de la embarcación era el más endiablado desorden. los cacharros de cocina brincaban de un lado a otro mezclados con cajas que se abrían y derramaban su contenido, de nada servían los estantes guarnecidos con frontis de madera para evitar la caída de los objetos.
La madre y dos muchachos de 16 y 18 años, su hijos, se refugiaron abajo, en los dos camarotes, abrazados los tres, iban de popa a proa rodando como un fardo y magullándose en las partes duras del mobiliario. Sangraban.
El azote de enormes olas hacía gemir y balancearse peligrosamente el barco. La emisora dejó de funcionar y en balde el padre pedía auxilio.
Un crujido precedió al abatimiento del palo mayor que cayó sobre la cabina partiéndola en dos y con cada convulsión azotaba todo lo que encontraba a su paso, destrozando la cubierta.
Las escotillas de acceso al comedor-salón que conectaban directamente con el exterior fueron encastradas por el patrón de la nave. Cerrando la que daba paso a los camarotes y con un cabo enrollado al cuerpo, bajó con el resto de la familia.
Los cuatro portaban salvavidas. El padre utilizó el cabo para enrollarse todos con él y sujetarlo a un arcón con efectos personales y libros, fijo en el mobiliario, para evitar bandearse de un lado a otro del camarote matrimonial.
Nadie se atrevía a hablar, de sus bocas sólo salían quejidos y gritos.
Una frase, como un alarido, surgió de la garganta del hombre, fuerte, con toda la potencia que pudo extraer de su pecho convulso.
-- ¡DIOS, SÁLVANOS!
Los fuertes bandazos oprimían unos cuerpos contra otros y la cuerda que les sujetaba quemaba por la fricción.
La borrasca parecía no tener fin.
El más joven de los chicos desfallecía de cansancio y sus brazos caían flojos. La madre ya no podía llorar, sus ojos enrojecidos, desorbitados, miraban de uno a otro como queriendo encontrar alguna respuesta a su terror, soltó uno de los brazos y agarró a su pequeño por el cuello apretándolo contra ella.
La embarcación se elevó varios metros en la proa y cayó por su peso, dando de plano el casco contra el hoyo entre dos olas de más de diez metros de altura. Se abrió una grieta de un metro por la que comenzó a entrar agua a mucha presión inundando los camarotes. Gritos de pavor e histeria y un crujido aún mayor que el anterior a continuación. El barco se había partido en dos y los tripulantes salieron despedidos en diversas direcciones.
La familia quedó desperdigada entre las olas.
El velero se hundió en pocos instantes dejando en la superficie restos flotantes.
Los fuertes golpes de mar silenciaban los gritos desesperados de los naufragos. Inutilmente se llamaban unos a otros entre grandes tragos de agua salada, la vista nublada y una desesperación por sobrevivir que jamás habían sentido y que consumía las últimas fuerzas.
Como pudieron fueron agarrándose a maderos pero la intensa lluvia con fuertes vientos racheados y las mismas olas gigantescas les impedían verse.
La fuerte marejada duró una hora más y fue amainando lentamente a marejada con olas de cinco a siete metros.
La noche los cubrió cuando sólo el hombre se mantenía despierto, el resto de la famillia había perdido el conocimiento hacía tiempo y flotaban a la deriva.
Continuó el viento sur con fuerza pero ya las olas habían mitigado.
Rendido, el capitán de la nave, acabó durmiéndose sujeto a una tabla.
Despertó de madrugada, las olas cercanas a una playa le movierón con fuerza. Atisbó desde sus enrojecidos ojos a su alrededor y no vió a ninguno de sus seres queridos. Un gran sentimiento de tristeza le hizo llorar casi sin fuerzas mientras las olas le empujaban hacia la orilla. Cuando por fin quedó varado en la arena, su cuerpo no podía con su peso y se arrastró algún metro lejos de las lenguas de agua.
El sol descubrió un cielo limpio de nubes, ajeno al desastre que había vivido horas antes, le calentó y consiguió ponerse en pie al cabo de un tiempo.
Con las ropas destrozadas y heridas aún sangrantes en varias partes de su anatomía, se dirigió a un montículo para observar mejor el agua y ver si alguno de sus hijos y su mujer todavía flotaban a merced de las olas.
En lo que su vista abarcaba nada llamó su atención mas que algún resto del naufragio que llegaba a la arena de la playa mecido y empujado finalmente.
Cayó agotado, le invadió una profunda pena y se culpó a sí mismo por haber tenido la idea de hacer aquel viaje a la Polinesia oriental.
Un arcón llegó arrastrado por una ola.
En otra playa, detrás de un peñón cubierto de vegetación, tres cuerpos se movían despacio sobre la arena. Habían sobrevivido.


Texto agregado el 17-03-2007, y leído por 299 visitantes. (15 votos)


Lectores Opinan
03-05-2007 Genial narración, sufrí los embates de la tormenta junto con la familia. Y Dios lo escuchó. Me encantó. Me mantuvo en tensión y la narración es como una película. Besos y estrellas. magda gmmagdalena
25-04-2007 Un impresionante titanic. En vilo y entrecortado me tuviste. Me quedé con dos vocablos: "mar arborada" y "lenguas de agua". Y una pregunta: ¿Tras el dolor, siempre hay salvación? azulada
31-03-2007 Y pensar que estas historias si son verìdicas amigo mio. Muy bien narrada. Dios es bueno. dalecaspa
28-03-2007 Hacía tiempo que no pasaba por aquí, y esta narrativa me ha impactado. Describes cada instante y circunstancia con una claridad y precisión impecable. Se lee y te transportas a ese lugar. Inquieto mar, y esa búsqueda desesperada de salvación que invita a reflexionar. Todas las estrellas. Todas Shou
28-03-2007 Que buena narrativa ofreces al lector, eres tan prolijo y detallista, me parece estar leyéndo cuadro por cuadro una cinta de 8 milímetros, bien que eres pintor porque tu mente puede aislar colores, formas y secuencias para luego ir plasmando a medida que se arma la historia, gracias por el dsfrute,+++++ impresa
23-03-2007 ME ENCANTOOOOOO.****** lagunita
22-03-2007 Un historia que se lee muy bien y engancha hasta el final. Es muy real. Hay que conocer bien el mar para convencer tanto. Sophie
19-03-2007 Cuento trágico brillante emnte narrado, mie selicitaciones. Un saludo de SOL-O-LUNA
19-03-2007 Mira, Graju, la salvación está en la conciencia de cada uno; el silencio también. La adulación es como una marioneta, omnisciente, una lumbrera mas, y por cierto equivocada ¡Y qué decirte más que tú ya no sepas! Para sobrevivir lo único que hace falta es ESPERANZA, y perder el miedo, al miedo. maravillas
18-03-2007 una tormenta perfecta descripta, los sentimientos, todo increíble***** india
18-03-2007 Un relato apasionante amigo Graju! De lo mejor que he leído en mucho tiempo, sin exagerar. Describes con una precisión apabullante los elementos de un barco de vela; y a continuación el naufragio, las olas, el tifón infernal, el miedo... Para finalizar con la emoción del desenlace a flor de piel. Felicitaciones, fue un placer!Merecidas, pero pocas: ***** josef
18-03-2007 Es que a quién se le ocurre ir a la Polinesia Oriental. Sólo al capitán! Muy descriptivo Emilio Salgari. Se nota que eres pintor. mr_jones
18-03-2007 Una tragedia nos presentas en esta ocasión. Una embarcación a expensar de los caprichos de la naturaleza como por ejemplo una fuerte tormenta. La narrativa es muy amena y fácil de leer, al lector poco le cuesta vivirlo en primera persona. Lo mejor es el mensaje que nos dejas, con la misma suavidad que el sol en su cuerpo y la suave brisa nos llevas al milagro. La fe y esperanza es lo último que se debe perder, una gran lección amigo. Enhorabuena. 5* Claraluz
17-03-2007 En vilo me has tenido!!!! Muy bueno el ritmo y manteniendo la intriga y la tensión..., que no es fácil ;) Efecto_Placebo
17-03-2007 Mi querido amigo. Esta resolución en la que la que nos dejas saber que no ha muerto ninguno, sin que ellos mismos lo sepan, me produjo un sentimiento extraño, desesperante, mezcla de rabia e impotencia. Tal vez producto de una proyección personal, pensé inmediatamente en dios o la moira como titiriteros omniscientes , jugando con sus marionetas, dejándolos sufrir lo peor, a sabiendas de que el juego no termina como ellos piensan y que su sufrimiento es absurdo, en una pantomima donde la libertad no tienen cabida. (…) ¡Bah, pero me salí de madre! Te he dicho lo que me pasa con tu cuento, y no qué me ha parecido su calidad literaria: ***** ¡¡Excelente!! Un entramado cargado de simbolizaciones escrito con impecable descripción. vacarey
17-03-2007 Que bonito, como me ha gustado. Sentia la ansiedad con cada palabra, esta muy logrado eslavida
17-03-2007 Me ha tenido en un puño. lo he leido sin respirar hasta hasta que por fin descubro la otra playa nube-estrellada
17-03-2007 es tan impactante como narrativa descriptiva, como reflexiòn simbòlica. Son elementos fundamentales para la desesperaciòn: estar fuera de los dominios, no sentirse en su elemento (digo el pez es al agua, como el hombre a la tierra), el peligro de la sobrevivencia propia y de los seres amados...la angustia de ver, palpar como se va destrozando la barca que los contenìa, poco a poco sin remedio ni vistas de que fuera a detenerse. Despuès quedar a la deriva, en el mar, inconscientes (quizas como en la vida misma) solo flotando...viviendo en el sentido fisico nadamàs -sobreviviendo...y bueno la vida (el mar) se dio a la tarea de darles una segunda oportunidad en la vida...al menos de conservarla, el final puede ser que se encuentren, puede ser que no...pero lo importante es còmo simbolizas la sobrevivencia a la hecatombe: una playa solitaria...pero la madre con los hijos y el... en otra playa mas desolada...geinal...obviamente..me gusto..jejej lluviadeverano
17-03-2007 Muy bien narrado, con descripciones nítidas y un final abierto. Apuesto porque se hayan encontrado, "la otra playa", puede estar a pocos metros... tiresias
 
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