"misqui", así se dice dulce en el idioma aymara, el nombre le caía como anillo al dedo, pues era un perrito con una mirada como la de esos perros de estuco que venden como alcancìas en algunas ferias, hasta parecìa que estaba sonriendo, de raza sencilla, una especie de mezcla entre coocker y colie pero chatito con el hociquito largo y color ladrillo increiblemente anaranjadito.
Como es que llega "misqui" a esta humilde familia...una mañana se entró por la reja de la tienda un cachorrito, como habían niños en la casa ellos insistieron en que se quede pues la "tía" y su acomodada familia en la misma casa tenía su perro y es justo esta la que se opone poniendo pretextos fuera de lugar; hubo tal discución que se lanzaron botellas entre la "tía" y su hermano (padre de los chicos). El capricho del padre se impuso, pues no había motivo para que su familia humilde no tenga un perrito...
para no creer el enojo de ambos duró 7 años de no hablarse a causa de "misqui", quien hasta el dìa de hoy "enterrò" a 5 de los perros de la "tìa"m que no murieron precisamente por viejos sino por otras circunstancias, hoy Misqui tiene 16 años, compañero de toda la vida estuvo en la niñez, adolecencia y juventud de sus dueños, lo llevamos al veterinario estuvo con suero por una anemia a causa de un resfrío, al salir de ahì la vida se le escapó del cuerpo, sentimos como se le fue la energìa y quedò ahì flacido, el testigo de gran parte de nuestra vida, por el que sin saber se distanciaron dos hermanos.

Misqui eres una de las razones por la que tengo ansias de morir para volverte a ver y que me recibas allá donde estes, ruego a Dios que los perros también sean admitidos en el cielo ya que algunos pueden cambiar el destino de las personas