Sol destruye ciudades al amanecer
de orgullo teñido de gules
ha quemado los pastos con sal
ha decapitado a los edificios
uniformes que navegan en el río
camisas blancas en los pasillos
iglesias abandonadas
de polvo y arena de playa
niño adormecido de ojos abiertos
que ahorcó al conejo rosa
condena a sus sueños
escucha bajo el agua
grita en silencio hacia las nubes
construcciones de seda y barro
de luna negra
de musgo oscuro que descansa
casas de hierro y fuego
de colegios que aparecen
como fantasmas tras las ventanas
de ausencia en los labios
de alma en pausa y reflexión
de manos que se cubren el corazón
no para esconderlo
sino para arrancarlo
y entregarlo
a todos quienes debió cuidar.