Las campanas redoblaban a tus pasos, como si te estuvieran saludando; centenarias y ajenas al tic tac del reloj. Ahí están, incólumes, impasibles y al mismo tiempo reluciendo sus añejos y renovados repiques saludando a San Juan, ignorando su infinita cotradicción ajena. Esta vez, ellas marcan el paso del mes; el paso de una cruzada que te llevó en brazos de un ideal cumplido y el sentimiento de un trabajo bien hecho. Treinta campanadas marcan el retorno del nuevo mes, el nuevo lecho y la nueva vida. Estas campanas doblan por la esperanza.