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[C:280693]

MAÑANA CUANDO ME VAYA PIENSA EN MI

Mañana cuando me vaya lejos,
de tu pecho y de tus regazos,
desechando pantalones y camisas;
cuando estés frente a tristes hogueras,
escuchando otras voces, y
barriendo recuerdos con tu mirada;
cuando todo se haya terminado al comenzar la
batalla, ¡Querida mía, piensa en mí!
Todavía estaré esperándote,
en las frías mañanas de invierno,
como el primer día de mi precaria ilusión,
¡Piensa en mí querida mía!



Cuando beses mis suspiros
en otras caricias de leves paredes,
¡Piensa en mí querida mía!
No temas la lóbrega noche
de Egipto, junto a las pirámides, allí estaré,
mirándote, desnudo y enamorado,
murmurando otros oídos, sembrando
ilusiones y alados corazones;
pequeña ingrata,
piensa que siempre te amaré
a orillas del Danubio herido
que esconde recuerdos de voces extrañas.






Cuando al final del camino, al fin
podrás acostarte, lleva entre tu suelta cabellera
mi cálido amor, mojados entre mis lágrimas.
Es tiempo de morir en casas deshabitadas,
de amores nunca correspondido,
meciendo plegarias de bosques y remiendos,
pretendiendo embriagarse en tu blando
lecho de arenas inacabables.
¡Amada mía piensa en mí!



Cuando afiladas despedidas recogen
tu llanto, abrázame entre las almohadas,
y bajando tu mirada ámame como nunca,
acariciando las disipadas calles de Ginebra,
recordando los pasos generosos del Eúfrates,
que desapareció ligero al cruzar
el sórdido atlántico de sueños y huesos
¡Querida mía piensa en mí!


Al despertar de tus largos paseos,
en la noche sigilosa y distraída,
peinando sus tristezas en
medio de océanos, y risas de
exitadas estrellas,
¡Amada mía piensa en mí!
Piensa en nuestros lechos de jardines.
Piensa en nuestros solitarios paseos,
en nuestras inacabables desdichas.
¡Amada mía piensa en mí!







MAÑANA LAS ESTRELLAS BRILLARAN

Recordando suspiros de génesis,
extraviados en somnolientas y frías noches,
sospechamos viajar camellos por
resbalosos y desengañados páramos,
bajo cielo de infiernos cantando
con la boca de Pavarotti,
la música que escribirá Bethoven,
en las auroras de Blancanieves
jugando eternamente con
los niños que se negaron a crecer, y
entoces, esa mañana, allá en los azules,
las estrellas brillarán.



Abrumado de espinas
en acechantes calles infestado de
calesas, ante el arco del triunfo,
Napoleón recordará que habrá un éxodo
y hasta un misterioso
apocalipsis plagado de
heridas, zapatos y sangre,
soñando batallas de moros y cristianos,
bajando la cabeza sobre su
cuerpo pequeño y genial,
verá aquella mañana tibia,
llorar las estrellas.








Escuchando a Mozart, viejos
e inmortales atilas galopando caballos
sobre mares de polvo y sangre,
donde ya no hace falta
la hierba y las negras túnicas;
solamente importa,
ver grecias de olimpos,
persias amando daríos,
una vez habrá más muerte
en palmas de Jerusalén,
muerte de hermanos reprochables,
golpeando caderas de barcos y Dios
verá las estrellas sangrar.



Bin Laden oculto en
guarida divina de vampiros,
envuelto en su hábito, una vez
más golpeará el sensual tracero de los
justos con sus barbas crecidas.
Un niño llevará su voz,
nadie lo escuchará en Washington,
Alá protestará junto a Dios.
El hombre salvaje y ajeno,
matará a sus hijos blancos,
en las mañanas, de génesis y
apocalipsis satánicos,
donde nunca más volverá
a brillar las estrellas.











NO ME BUSQUES EN LA BATALLA

Madre mía que no supe amarte,
cuando en el crepúsculo del atardecer,
mi rendida alma llore perlas de lágrimas,
viendo sus parcos manos sin espadas.
Madre mía que no supe amarte,
no me busques en la batalla.



Pequeña mía que resbalé amándote,
perdona mis pasos vagando en tu memoria,
sin manos y sin arrugas, tendido sobre
mi sangre, acógeme entre tu abrigo.
Pequeña mía que resbalé amándote,
no me busques en la batalla.



Hermano mío que nunca pude amarte,
cuando en viejas azoteas buscabas,
nunca me acordé de ti, y hoy, naufragando
en mi maldita vanidad, perezco con el viento.
Hermano mío que nunca pude amarte.
no me busques en la batalla.









Padre mío que nunca aspiré amarte,
abre pies de árboles para los hijos
que siempre sembraron
tus tierras y tu leve corazón; no llores
por mi balsa condenado a la hoguera.
Padre mío que no aspiré amarte,
no me busques en la batalla.



Dios mío que olvidé amarte,
mañana, cuando llegue a tu cabaña,
condéname al interminable fuego;
perdona haber comido tus trigales,
haber bebido tus vinos,
y haber abandonado tu casa.
Dios mío que olvidé amarte,
no me busques en la batalla.























SIEMPRE

Te ocultas sigiloso como Sansón,
enamorándo diminutas elenas en bañeras;
tus azules miradas, ¡Nunca te pertenecieron!
Mi sorda sonrisa desfallece al pie
de esa alcantarilla que alguna vez rasgó tus
surcos, colmadas de cuadros y desdicha,
serpenteando perennes comienzos y pasos,
pasos de dolor y memorias,
pasos de consuelo y abandono,
pasos donde ya no estás.



Los días viajan apagados, perfilando
joviales ruinas de magullada Jerusalén.
Esquivos pájaros derriban los recuerdos,
tu impalpable nombre desapareció al nacer,
desengañados pétalos besan desiertos,
danzando piadosas despedidas,
escribiendo su ligero equipaje,
al pie de tristes atalayas sin historia,
emprenden su permanente viaje,
¡Pero Tú!
Siempre estuviste allí.











Al caer la tarde, volabas hacia tus sueños,
tus pardas noches de París;
donde escapar puedes, sin anhelo, y sin prisa,
hacia un mundo sin Dios, y sin patria,
contemplando extasiado y
desocupado, la dormida dicha que se marcha,
al arribar el cruel abrazo de las baldosas,
besando con sus gélidas manos,
la pobre rosa que se marchita, inundando un
universo de gatos y serpientes,
donde aprendimos a volar con otras manos.



Y retornas cansado y sin honor;
como Espartaco, rebelde, y
sediento de una interminable mañana y,
sangriento cuán pájaro etiope; pero,
sólo tropiezas: voces lejanas, diminutos llantos,
sueños arañados, garúas de sangre, Trípoli en
cuerdas de horca, ilusión de ensueños,
desaires de Cleopatra, prófugos morfeos,
deleites de la novia, tálamos salpicado de
semillas ajenas, la libertad agazapada.
Y Tú, ligero de equipaje,
¡Nunca te has marchado!
¡Siempre estás esperando!












UN HOMBRE TRISTE

Desandar bajo veredas de arrabales,
buscando agujas perdidas, y aventuras trágicas,
la música universal de abrazar, ¡Ah!
El aire tibio de cada mañana de llanto y suspiro,
enjugando tus olfatos aroma de murciélagos,
heridas indelebles que abrieron nuestros padres,
condenándonos a llevar silenciosamente, fuegos
y barrancos más allá de cornizas,
del recuerdo más infame de todos los hombres.

Vagar, ligero y tibio, junto a cómplices muros,
almorzamos extraños fangos en Manhatan,
arrancando escaleras nacidos del
perfume oscuro como las dos caras
de la medalla de César.
Disfrutar nuestro unánime lecho,
luminosos al desaparecer de estas
tierras, colinas, papeles, mares,y centauros;
donde nunca palparemos los pezones,
sosteniendo nuestro violín aguardando a Mozart,
aquello que pudimos haber sido.
¡Un hombre! ¡ triste! ¡y! ¡solitario!

Empinamos lúcidos obeliscos, gateando
curvas de breves mortales que nos empujaron
atravesar sombrías calles de Ginebra,
besando ilusorios dioses, nunca se acordaron
de su Creador, depilando cabelleras en nombre
de una maldita cruz, donde Cristo fue sacrificado,
mojando la música más humana, recordamos
en cada relámpago nuestros golpes,
como el intento despertar de un largo viaje.



Vagar con la esperanza de caminar en Berlín,
de un sendero luminoso pintado de azul,
con las mágicas manos de Van Gogh;
como la mercancía más rica de la vieja Persia,
amar sin nunca haber besado,
y sembrar largos abrazos;
algún desconocido recogerá las mieses gordas,
achándonos de nuestra habitación y
creemos vanos, que la vida es un largo transitar
al paraíso de los hades donde habitaremos,
descalzos noctámbulo alado,
refugiado bajo terrazas que a veces habla,
los pies que andan secretamente,
suburbio muchedumbre de intentos,
sueños estrellados, y morirse tantas veces al
borde de la insatisfecha Venus, y reírse
de la buena gente llorando sobre la cruz,
buscando quimeras, lejos de Borges:
Itaca es una tentación eterna al infierno
del goce fugaz, y disfrutes arruinados.
La piedra es donde al fin desapareceremos
de los desengaños eternos.
Los ríos aprisionan viejas lámparas
de tus hermanos en otras miradas disipadas.
El camino es amar al inmortal demonio,
despidiéndote de precarios Cronopios.
La tarde es música de rocas y embriagueces,
en esta seductora copa de vino.
La noche es buscar perversamente el dulce tártaro.
Un paso en falso y nunca llegaremos allí.
¡Solamente! ¡Un hombre triste! ¡Y solitario!








¿MISERIAS?

Cabalgando sobre cristales de púrpura novela,
como mancebos y cotidianos alejandros,
pretendieron escapar de lugares que
apenas sospechamos, cual vigilia de tardes vacías,
tiñen sus breves guiños en enredadas batallas,
socorriendo butacas decadentes,
con sus manos manchadas de lama,
acarician nirvanas imposibles y
amores de tabla congelada en setiembre,
encantan, hurgando bisagras de corazones.
Aparecieron un día cualquiera en tus calzadas,
insaciable, lamiendo vírgenes murientes,
escribieron el postrer viaje, pintando las calles,
con retratos de hambre y boca enamorada.
¡Mortales de corazones ociosos!


Embrujadas voces abrazan primitivas sillas,
besando corazones de santuarios,
acarician venecias de dioses,
en invierno de rocas y primavera de arroyos,
cuyas sombras eclipsan al cruzar
fronteras de corazones extraviados,
condenados a gélidas hogueras. Hoy, batallan,
expiando las carnes sobre húmeros de goces,
la fiesta que nos enseñó habitar en Kentucky,
sosegada y madrugada volverán sus almas;
tarde acertarán resurrecciones carbonizadas,
cómo el César que nunca levantó sus
penas en la casa lleno de despojos,
¡Mortales de corazones ligeros¡




Desfalleciente delirios de mármoles,
padecen sobre médanos blancos,
la tiranía de glorias que nunca sabrán besar,
esas madonas, que causa la vida y la muerte
jamás tornarán encender sus llamas,
sobre insomnios condenados,
estatuillas de légamo y fiesta,
engendrados en los extramuros
de la evolución, postrando sus silencios,
y voces oscuras que siempre tropezarán,
viajando detrás de cortinas egipcias.
Matando sueños de pájaros niños.
¡Hombres de corazones abandonados”



























EL OLVIDO

Al verme andar sobre curvadas colinas,
murmurando tuerces tus senderos,
con desprecio y odio insatisfecho;
pero olvidas
que alguna vez te llevaste,
mi cuerpo rosado y nacarada sonrisa,
mi pasión de níveos brazos.
No tengo patria, ni amado,
tampoco Dios y amigos;
sólo regazos marchitos de cuervos,
cuelgan muros de voces,
rompiendo encantos de la noche.
Sin nombre y sin tierra,
se marcharon volando junto
a mis años de guinda,
cuando gozabas extasiado,
de mis locas caricias,
de mis diabólicos besos,
de mi engañoso calor,
y hoy te averguenzas al verme pasar.

Tuerces murallas heridas,
que alguna vez surcaron tus alas.
Siempre he amado a muchos,
nunca se apiadaron,
no tengo patria,
ni amado,
hasta Dios se ha olvidado de mí;
en este mundo donde
premian todo lo casto y puro,
con un beso,
que más tarde se vuelve
duro y cruel.


Como ayer, golpean mi ligera puerta,
días cansados y anhelantes,
y no puedo trastear la alfombra,
así como el pasto creciendo,
jugabas con mis caricias,
al caer la tarde inundada de
sábanas rosas y sal,
embriagado de libidinosas sonrisas y
propinas que nunca volverán,
en los polvorientos recodos del viaje,
camina como el perfume francés,
así como ayer,
cuando me viste pasar
y olvidaste mi dormido nombre,
así me avergozaré de ti,
acariciando paraísos
de Marías Magdalenas, sentadas
junto a un muchacho llamado
Cristo.





















UN HOMBRE CUALQUIERA

Esbozaba Américas disfrazada de ensueño,
seduciendo espejos de mudas traviatas,
en laberintos y sensuales miradas,
donde Dios enamoraba y moría, cual
fugitiva lluvia de amor carnal,
consumó la demencia de llorar sus yerros,
como Salomón, sucumbiendo ante el
ebúrneo pecho siempre apetecible y
confusa Babilonia ama otras miradas.
Allí pernoctaba para llorar y litigar un cielo
de invierno y tránsidos otoños de crueles
medusas detrás de la puerta,
desplomándose desde
lo más profundo de los hades.



Dormidas y breves pasiones esquivas,
escalan montañas de exorcismos,
entre polvorientos nimbos y argelias
de mundos ajenos, desgarró una tarde de
olivo, entre malezas y sangre de niños,
la voz más clara y robusta del
padre de todos los padres,
en vientres que nadie conoció antes,
protestando la música de Verdi,
arrullando acabados corazones hasta
estos atardeceres de volver a cama,
destruyendo casas de huérfanos.





Invitándonos desnudas habitaciones,
muriendo mundos judíos y miserias,
en lejanas casas llena de equivocaciones,
jugando en oscuros pasadizos de Libia,
donde Gadafi muere cada amanecer,
velando el umbral ilusorio del sueño,
colmado de sencillas piedras y
tímidas lágrimas de rosas
silvestre que jamás hayamos pintado,
triste pecho de niñas vírgenes,
vacilan tentaciones
de livianas alejandrías,
que todavía nos espera.




Llevando tus cuadros más allá de la cabaña,
empapando con su sangre salada,
el tibio vientre de Magdalena,
se marchó sin decir adiós,
una tarde de maderos y crestas que
los hombres aclamaron
con regocijo cruel y extraño deleite,
como cuando vemos ahora entusiasmados,
morirse a nuestros gemelos,
matando para alargar agonías de piedra,
engendrados en vientres de una
mujer que amó al mundo.










BABILONIA

Embriagada y pavorosamente
humillada como magdalenas, tu puente
gris aparece garabateando sagradas tranvías.
¡Hombres, Hombres!
Siempre, perversos y oscuros hombres.



Envuelto en intrigantes túnicas,
armado de espadas y biblias,
regando sangre de soldados cobardes,
en nombre de un enredado carpintero,
curvaron surcos de albas
mientras dormían los niños del mundo,
aplacando pardas veredas, esos
volubles traceros de viejas sillas,
mutilado en fieras hogueras de trapo,
nuestro infeliz destino del huerto,
atestando tus arcas vacías,
los botines y breves despojos
de nuestros cansados padres,
humillando
el inmaculado nombre
de Cristo, a quién
nunca le importó tu
cansada y peresoza cadena,
en este embustero universo
inmolándose hacía ruinas
de olvidados cancerberos.





¡Pobre Babilonia!
¡Tierna ramera disfrazada de lencerías!
Madre de todos los sueños,
hija de hombres solos,
cubriendo dobleces calcinadas,
bebiendo cicutas amargas
en copas de Leonardo,
y la despedida más humana.
¡Oh bellísima Babilonia¡
Cual pisadas de escarabajos.
¡Oh conspiradas voces de oriente!
Apagando antorchas sin fuego,
en casas de techo gris y sin abrigo!
Serás la azorada culpable
de todas mis
desgracias.
























EL GUERRILLERO DE LA OSCURIDAD

Era el Cristo que una tarde oscura y apagada
arrancó la filosa espada de Aníbal,
clamando justicia y paz en la
guerra infame que abrieron los hombres,
unidos contra soldados, rompieron la buena
costumbre que creó la mala gente,
entre lágrimas y maletas vacías;
escandalosos y elevando plegarias,
retornarán sobre sus báculos cual
irónicas caricias del hado adverso,
libertad para mis palabras,
libertad hasta siempre,
escucharan dormidos oídos,
rompiendo en carcajadas profundas y
ocultos detrás de los hades,
que aprendieron devorar mis recuerdos.

Encontraremos nuestros
senderos quebrados y la compondremos,
esparciendo las manos de Espartaco,
desprendidas de los infinitos
paseos por mausoleos, invitándonos
sospechar que mañana es otro día perdido y
perezosamente nos arrastraremos,
impávidos ante algarabía de gatos,
de niños comiendo despojos,
invitando sus olores a
otras voces de nuestra embriaguez,
oprimiendo su pecho de pájaro,
lamiendo su propia sangre de pluma,
vendiendo voluntades al caer la noche,
inundaremos de alas el mundo que
se niega a volar.


Doblaremos nuestras rodillas
ante vicarios Cristos, que
nunca cesa construir sillas,
donde cada nombre invocado,
oculta un grito de guerra,
sabiendo que, siempre se perderá como,
el vuelo de un pájaro, se marchó
armado de palos y hojas derrochadas,
rompiendo cadenas
de diamantes que los hombres,
construyeron al nacer,
el guerrillero de barbas,
tentado por aires de otras casas,
enamorándose de la bella durmiente,
y sediento de caricias ajenas,
partiremos empuñando la
filosa espada de Sócrates;
diariamente cercando la gélida,
caricia de la bella Angélica,
aguardaremos cada atardecer de verano.



















CALLES VACIAS

Calles vacía y estrecha como una herida,
Sobre tu gabardina asfalto de medusas,
ocultas bajo tus enigmáticas entrañas,
extravagantes huellas peregrinas de
equivocadas y livianas fiestas
en murales de Botswana,
apedreando madres ahogadas.



Lóbrego testigo de caídas palomas,
debajo de tu sensual desnudes
cortejan apasionados ladrillos,
sobre tus alas asoma melancolías
de Vallejo que olvidó su asiento.
Albergas sueños de un vagabundo,
donde ayer nomás se disolvía
en voluptuosos brazos de Esparta.


Sensuales hechizos de camino, te
acuestas como felpas empedrada,
donde Borges desanda al caer la tarde,
y Napoleón empuña su mágica espada;
al amanecer engalanas de albo tus
amenazantes pestañas de Malvinas,
al atardecer de púrpura romana, y lirio,
te quejas a tandas,
entregando exitados suspiros, desapareces
besando la trágica Grecia.



Sobre ti, circulares vuelos tiemblan,
me llevaré tu rosada cadera de miel,
cual celestina, viertes ósculos de lluvias.
La pálida y excitada mujer sobre ti,
cuaja su pérfida imagen
¡Oh! Calles vacía y estrecha,
escribes historias de trasnochados cuadros,
fundiéndote en libertinos besos.
¡Oh! Calles vacías que te inmolas hacia la eternidad,
apedreando mi desnudo corazón.
¡Invítame a morar en tu aliento!






























LOS HOMBRES QUE APRENDIERON A REIRSE

Crecimos en cualquier mendrugo de
tus extravíos, perfumando clandestinos
amores, disipados en refugio de océanos
melancólicos del alma de aquellos
condenados, donde aprendieron reírse
en biscicletas y muerte de Judas,
cansados, invocando sus fingidas
plegarias al triste Dios que
vierte sus penas al abrumador sendero.

Cada crepúsculo, hundes
tus filosas centellas, arruinando
alegrías, vestidas de trompetas
desgarrando los muros de Jericó,
erigieron pirámides de sudores,
e ignotas humillaciones,
que la novela aprendió a borrar.

Abrigo en mi arrasado lecho,
ignotas voces deleitando tus pupilas,
oyendo belfos extasiados de cansancio,
la melodía que alguna vez arrancarán,
tus manos y tu ligero corazón,
lomas donde galopan viejos rocines,
y octogenarios ciegos escalando alpes,
ríos orlados de piadosos pajaros,
entre el desprecio de
los que reynan e inevitables
sueños ofuscados de pintores,
sosegada, triste, la noche más lúgubre,
y tinieblas de cavernas ocultan
los recuerdos del viejo Diógenes.


Luchamos batallas perdidas al
empezar y, vencemos guerras que nunca
la hemos peleado,
sosteniéndonos en nuestra
indigente ambición de intentar
pensar, somos únicos dioses
de la esterilla gris, a veces lóbrega
y desierta de sonrisas.



La muerte que siempre incita,
al caer cada tarde de
verano, ligero e implacable,
cual atroz condena de Dios,
como los prisioneros de Kenia, sin
esperanza intentamos fugar
de la intachable libertad y
una vez más, sin vida,sin voz y
sin llanto, cantamos jubilosos,
en lugares donde aprendimos a reírnos,
arrancando panes de los mendigos
viendo con nuestras tullidas manos,
la enigmática sonrisa de la Gioconda.
Eternamente joven.














EL AHOGO DE UNA VOZ

Mi extraviado voz en pasadizos oscuras,
desheredado y sin nombre, arrastra
obscenas cadenas del vaticano,
regalando un voluptuoso puntapiés en
medio de frágil aprieto y
tristes posaderas de beatas,
de mendiga y longeva ramera,
que los hombres aprendieron
recrearnos y volver el
rostro hacia la música universal
de Lennon.



Silenciosamente amordazamos
la ensalada multitudinaria, viendo
desfilar vestida de fauces,
luciendo manchadas camisas blancas
y gastados zapatos negros,
como el amante clandestino
siempre nos espera detrás de la fuente,
en sórdidos mausoleos de
crueles faraones, arrullando
las diabólicas tumbas con
su terso rostro de voces
escuchando desde las oscuras y
tétricas catacumbas de Lisboa,
donde hasta ahora duerme
olvidando el deseo unánime de
romper su eterno viaje.





Atravezando rendijas de laberinto,
libran agitadas batallas de insomnio,
estrellando interminables
quejidos, sobre gélidas fotografías,
abrazando la esperanza,
de Quijote y Chaplin,
aparece cada atardecer,
fulgurando su vagabunda voz,
como una espada sangrienta
envuelto en la sábana tibia
del viento africano,
deslizando postreros suspiros
de perlas y llantos,
hacia un bárbaro mundo,
que encierra sueños, donde
afanoso marchamos a enlodar más
nuestro oscuro destino.






















LA LUNA DE SETIEMBRE

Esta tarde partiremos amada mía,
tardo, inseguro y apagado,
nuestras músicas desangran,
sin despedirse de las mañanas
que engendraban,
lo más bello que alguna vez,
fundamos desde la nada.
Al compaz de vuelos y vientos,
nuestros absortos caminos
abrirán surcos de recuerdos
que no volverán a encontrarse.


¡Ah! El recuerdo del Líbano,
y mi lejana adolescencia,
se desvanece ante la despedida,
que sorprendió a mi corazón enamorado.
Arrancando tu tierno abrazo,
los pájaros vendrán a darme,
junto a la fuente donde sembraré
todas mis lágrimas y mis dolores.


Nunca te culpes amada mía,
simplemente estaremos solos;
cada vez que quiera besarte,
bastará con abrazar al vuelo
tu enamorada sonrisa de papel,
tus caricias besando otros amores,
en tardes cada vez más hostil,
extraviadas en caminos tortuosos.





Nuestras almas de extrañas calles,
irán muriéndose cada tarde,
ese amor que emergió confundido,
en noches de interminables cegueras,
hasta morar en lagos solitarios,
cual nubes de perfumadas melenas,
partiremos con nuestros despojos.
¡Cuánto daría por volver a verte!



Otro muro de historia escribiremos mañana,
una vez más nuestras almas vuelven a perderse,
en este mundo de escaleras, donde
rasgamos a llorar con los sueños del Quijote,
y aprendimos a reírnos de otras personas y amores.
Allí están los ríos, los corazones, las lunas
de setiembre donde nuestros amores,
se enredaron al caer la tímida tarde,
adorando prontuarios divinos.
¡Adiós amada mía!

















MI VOZ DE PAJARO

Conozco tu nombre en casas deshabitadas,
con ánimo perverso arrancas
benditas blasfemias de clérigo medieval,
cual voces de tétricos santuarios,
perdieron su rumbo en noches de lluvia.
Temblando enseñoreas tu linaje
sobre fatales quimeras,
arrancando mis entrañas,
ángeles palestinos que nunca
cortaron tus quebradas alas.
Inocentes alas de bebés.




Desde siempre convivimos,
deambulando callejuelas de Estambul,
merodeando nuestras voces en Venecia
Este mundo y mi rancio destino es
tu maldita e inevitable voluntad.
Dios se ha olvidado de nosotros.
¿Culpa tenemos de haber
nacido, sin voz,
sin nombre y sin
patria?











Pero tú sabías y
nunca te apiadaste de nosotros,
somos la hierba que hacemos
posible tus ermitaños caminos,
jamás acertarás tu bella
desgracia y mi eterna fortuna,
¡Libres como palestinos!
y ¡Tú! Arrastras cadenas
que apenas puedes llevar.



En los campos de la Mancha.
Una interminable tarde de abril.
¡Todo se terminará!
En una sola voz,
volverás a tus pasos, y
nosotros sin alma, y
sin gloria infernal,
volaremos hacia la eternidad.
¡Libres como palestinos!

















ALGO SE ROMPIO AL CAER LA NOCHE

Qué importa que nunca me hayan amado,
sollozando espero bajo la limpia luna,
aquel amor profano e inmarcesible;
recordando mis abrazos, envuelto
en tu cabellera azabache y liso,
escuchando la marsellesa en las calles de París;
muriéndome por cada instante de locura,
ahogaré estas penas en arroyos de Camboya.



Mi sueño se rompió al caer noches de verano.
A orillas del Cena, vi partir todas
mis ilusiones, y acariciando la
rústica joroba de Cuasimodo,
antes de caerse de la maldita capilla,
expiró mi desgarrado corazón,
mientras pasabas feliz y enamorada.




¡Ay de mí¡ Sin refugio y sin Dios.
Mi turbado corazón te busca en Bruselas,
y allí estás, caminado, de mano
de otro hombre que no conoces.
Te Amé de madrugada y te perdí al atardecer,
¡Desgraciado de mí¡
El epistolar destino eleva un puente
de lamentos y eternos suspiros.
Esta vez no podré salvarla





Nunca resignaré amarte,
acariciaré cada tarde tu perfidia,
¡Muchacha de Los Angeles¡ Siempre
vivirás en los sueños y mis dolores,
con tu perfil fina y delicada;
como los vientos alisos,
que acaricia el alma de los hombres
cansados y sin pena.
A orillas del abismo,
¡Te amaré toda la eternidad.¡




Moriré en alguna parte,
cremarán todos mis simientes,
y esparcirán sobre los campos eliseos;
volveré al recuerdo de los padres,
y mis sueños. ¡Y tú¡ ¡Ingrata¡
Vendrás a verme y bajando tu mirada,
llorarás en brazos de un hombre
que nunca te amo, ¡Tarde será¡
Como la tierna flor que intenta
perfumar otoños de Madrid,
como las frutas saben amargas
en ruinas olvidadas, como mi
pálido cadáver, que se inmola
hacia la eternidad de tu leyenda.
… ¡Volveremos a vivir¡









VIAJE IMPOSIBLE

Emergimos imbatibles para escudriñar
sueños inabordables,
restregaremos imponentes y viejas murallas,
inmarcesibles y desafiantes,
tantearemos cúspides del Edén,
ungidos de crucial esperanza,
marcharemos hidalgos,
inspirados en cálida mañana,
olvidando nuestra unánime derrota,
¡Siempre vagabundos!



Estuvieron aquí nuestros padres,
¿Acaso Dios se ha olvidado de ustedes?
Pero todavía sonríes al verme pasar,
entonando baladas de Gardel,
escuchando murmullos de
tinieblas, vestidos de nuestra inspiración,
nacido de ermitaños huertos,
tropezando marcharemos hacia las crestas
elevadas de nuestro ensueño.
¡Siempre vagabundos!












¡Somos muchos! ¡Ya lo sabemos!
Añoramos tus paseos de Venecia,
emigrados del padre de tus padres,
engendrando quimeras de un
ayer que se marchó,
abriendo surcos de envejecido sol,
en las espaldas de Cirano.
¡Siempre vagabundos!



Juntos partiremos al encuentro del pasado,
todos nos disolveremos en un solo beso,
abrazados al borde de la llama,
jugando con los pies divinos del pordiosero,
germinaremos otra vez desde la nada,
con la esperanza de viajar siempre,
viajar jubilosos un día cualquiera,
viajar al olimpo celestial,
a la eternidad de la nada.
¡Solamente si fuéramos vagabundos¡


















EL MUCHACHO QUE SE MARCHO SIN DECIR ADIOS

El enrredado olimpo trocó
alucinados sueños en fauces de Nairobi,
amores golpeando incesante la única puerta,
embriagadas cavernas de Ámsterdam,
gimieron gritos los hombres de Abdul,
intentando despedirse de jazmines,
en medio de muchedumbre y alucinadas
piedras con sangre de águilas,
hablabando la preciosa lengua de los vascos,
que nunca conseguimos descifrar
en paredes y tabernas al paso,
se marchó el muchacho triste, cogiendo
su alado sombrero de Atila,
sin escuchar la voz de su novia. Hasta
ahora solloza al pie de ventanas derruídas,
esperando el adiós que nunca volverá.


Ya se marcharon los recuerdos
de un argentino, de un muchacho
que enamoraba con su rostro,
la noche australiana canta
atado al corazón y libre el
pensamiento, escala metálicas praderas.
Entre seductoras colinas, aprendieron
a cantar con voces de guerrillero,
nuestros destinos equivocados,
danzando las horas frágiles,
ocultaron al moribundo que intentó despedirse.






Yace ahora dormido y macilento,
con ajenas miradas y abrigo de lágrimas
nunca volverán a rodar por esas mejillas;
su labio deja escapar el tierno grito de Kenia,
murmurando su gélida caricia agonizante,
clamando libertad como los pájaros,
se marcha valiente y sereno,
entonando el himno sagrado de la muerte.
Nunca más lo escucharemos.






























DIBUJA MI RECUERDO DE PAJARO

Arrancaron mis cabelleras de trapo,
sembraron trigales al pie de arroyos,
que todavía recoge tus leves memorias,
surcando vuelos sobre oscuras murallas,
aprendieron cantar en las galeras,
con voces de águila y serpiente,
extraviados en lejanas campiñas de
rocas y casas de cañas,
donde moriremos de pan.



Dibujaron coleópteros de estrellas,
estrellas de Tegucigalpa;
sobre flameantes mariposas,
volaban palomas y águilas enamoradas,
ajustadas en orlas de dibujos,
creciendo en la luna y
en cualquier parte de tus pies.


Con sangre cavernosa de hombres
sin historia y automóviles,
borraron nuestros ligeros pasos, y
tus ajenas tarjetas de viaje;
anhelando planeas jadeante,
sobre tortuosos caminos
de libertad, donde
alguna vez, creíamos ingenuos,
eran nuestros.





Sembrando surcos con gotas exprimidas,
en coladores desterrados,
una mañana de diciembre,
mostraron sus perfiles extraños,
desde lejos,
pobres, nauseabundo, y uniformes,
portando mortíferas biblias y
una amada espada,
la historia de ayer y
siempre;
sembraron trigales en
tierras, que eran
de mis padres y del padre
de mis padres.
Hoy, nuestras calles,
esbozan perpétuas palabras,
como la música que
acaricia tus cabellos y vacilas en irte,
hacia un país donde no existe,
para nunca más volver
a estas retorcidas tierras,
que alguna vez fueron tuyas.
















LA MUJER QUE VOLVIO A CASA

Arrastrando su serpenteante cabellera
fúnebre y plateada,
teñida sus finos dedos marfiles,
hundido en recuerdos de Viena,
de voces apagadas detrás de
caricias del abrazo tierno de un
hombre que la desnudó
en el alba confusa de Budapest,
arrullando sus heridos labios,
voces que nunca arrancaron amores.
Ella volvió a casa.



Ahora, camina descalza, llevando
la blasfemia de haber amado a Plutarco,
sembrando caminos, penas y delirios
perdidos en hercúleos brazos del Quijote,
aumentando recuerdos en la
esquina del sepulcro platónico,
nos invita a morar en su silencio,
vagando esa cabellera negra,
escuchando músicas del Amazonas,
entonando melodías de Bach.
Ella volvió a casa.











Pintado su labios de polillas,
recoge sus olvidados pasos
de sábados, y marcha despacio;
mañana tornará a vivir,
un mundo perdido, una olvidada casa
besando alegóricas entrañas,
dementes marchándose a otros lugares,
a otras estepas solitarias,
en busca de desconocida cortina.
Los cuadros, los libros, las camas, sólo
dejaron recuerdos y silencios;
los terrosos muebles murieron de
cansancio, abandono y tristeza,
las caricias y gemidos todavía
duermen detrás de la puerta.
Ella volvió a casa
en un mundo, donde ya
todos habían muerto.





















UNA TARDE DE DICIEMBRE

Una tarde el bardo solitario, hurtó
mágicas plumas pintadas en Sarajevo,
mientras dormía Dios en fríos tejados,
y escribió la musa de su inspiración,
verdes altillos rociados de recuerdos,
limpias caricias descalzas de sonrisas,
vinos devorando universo de peces,
una tarde oscura de diciembre,
cuando moría la sangre al besar Roma.

Anduvo extasiado, desfiante
a orillas del pasadizo de Gibraltar,
descendiendo hasta las nubes azules
que saben llorar en veranos de arena
y fragancia; pintó sus manos,
la poesía universal y
completó la creación divina, mientras
tardaba Dios en oscuros paseos,
acariciando sus hijos
que más tarde olvidaría al desayunar.

De todas partes, y de ninguno,
nunca había logrado nada en Dublín,
solamente poseía un bolso para su
pluma, pintando heridos mundos,
concluyendo irreversibles iras de Dios,
en las aguas del tuberculoso diluvio,
como los pobres cananeos.
Al volver habían crecido pastos,
castillos y tejados en todas partes.
Dios volvió para el almuerzo.



Una tarde de siesta y viaje,
bastó para crear un universo de grillos
y desadaptados regazos
de palmeras que anidan los gatos, y
negras palomas que vuelan
por tristes himalayas,
hurtando ignotas casas de
Moisés y agregando las
rollizas mieses de Jacob, entre
multitud de hombres y mujeres
que bailan alrededor
de músicas hindúes y
judíos buscando atalayas donde reposar,
cuando vuelva a dormirse Dios,
y el poeta esté muerto
para siempre y su
musa voluble volará
en las tibias corrientes
del Danubio, sobre olas de
eternidad en un mundo sin Bardo,
sin vino y sin Dios.




















INVITAME MORAR EN TU LECHO

Oscuro lecho de anónimo perfume,
albergas en tu rosado paraíso,
lóbrego bullicio de babilonias;
con tu gélido beso acaricias refugios y
arrancas rendijas de extrañas sospechas.

Desgarras mi alma de niño y
engendras mares de llanto.
Oscuro andante desvelado, que
acechas oculto en el follaje del camino,
invítame a morar en tu aliento,
para circular desnudo y exitado,
sin poder amar a nadie
y reírme de todo,
perderme en el silencio
de la muchedumbre y,
besar con ardor
a la esquiva amada y
oír la voz de todos,
durmiendo en tu lecho
perfumado de camelias,
de los hermanos que no conocí.

Sepulcro abierto en la jornada,
cuando asomas la pestaña de lumbrera,
los musulmanes trémulos de espanto,
huyen cual gacelas rastreadas en praderas;
mítico lecho de sosiego eterno,
envuelves la carne de duras lágrimas,
cual breve instante de locura,
en tu lecho eterno de imposibles,
no ves, no oyes mi queja solitaria.


Mujer de blondos cabellos de noche,
apretada Magdalena de rostro enamorada,
tiñes el polvo de la tierra,
tus cálidos brazos, refugian zapatistas,
esperanza de distraídos noctámbulos,
escucha mi voz de pájaro;
mi alma acostada sobre el estío,
sobre la piedra que brota de los caminos,
te espera ansiosa.
¡Ten piedad de mi larga agonía¡




























YA NO VOLVERAS A VERME

Nunca asilaste mi turbada pasión,
jamás toleraste esos cabellos largos
derramados sobre tu fino dorso níveo,
que alguna vez fueron mías, y
hoy te marchas vacilante al
encuentro de tus manos con
ligeros pies de barro,
descalza y sin abrigo.



Tus miradas cuajadas en mis manos,
sellaron rumbos de mis travesías,
arrancando gemidos de pechos;
y ahora principias llorar
gargantas de árboles,
que alguna vez cantaron en coro
melodías de Alomía, con esta boca
que nunca habló mal de nadie.



Tiendes tus desterradas miradas,
alrededor de una meza y,
el Jordán lleva tus recuerdos,
y el entusiasmo de morirse muriendo
cada atardecer de otoño,
que arriba sus cabellos
de oro, luciendo su rostro
más hermoso y ligero que Cirano,
cuando aprendió a besar.





Te marchas a tu aposento que no conoces,
hacia los ríos que lleva tu nombre,
vacilante y desafiando un mundo
lleno de misterio y golondrinas,
riéndose de la nada, de los padres
que no tuvimos,
miramos al horizonte, soñando
junto a Venecia,
que ha empezado marchitarse,
renunciando su belleza de calor,
¡Triste!
Y el vago desengaño de no volver a casa.


























VOCES DEL SILENCIO

Desangrándose cual diluvio apagado,
escrito en llamas de hogueras
infernales, ¡Africa!
Todavía se mantienen en pie,
sosteniendo marfiles perfumados
de la infamia, que los tiranos
intentaron arrancarlo con sangre,
espada y engaño,
desde lóbregos castillos blasfemando
al viejo Dios de Moisés.


Un día más de batalla,
llantos que va a perderse en los
charcos de torrente abandono,
una mácula señal estalla bajo
las botas verdes y aceradas
de un adorado caudillo.


Ambiciones agigantados,
cierra un mundo de labios
al pobre Dédalo ocultándose detrás
de alas tibias de gaviota exitada.
Crispados los nervios huyendo
de torpes balas sin nombre,
que van a perderse en
algún vientre americano,
arrancándole sus sueños y
sus negras pesadillas.





¿Son los niños cantores
de Viena los privilegiados?
¿Qué de aquellos que no tienen nombre?
¿Por qué ocultamos a los niños que
empuñan fusiles para alargar
sus interminables agonías?
¿Dónde se ocultan aquellos que nunca
dejarán escuchar su voz apagada?



¡Ah los hombres!
tristes y oscuros barros; que
perennizarse quieren,
convirtiéndose en dioses
sobre pétreas miserias y
despojos de pobres niños,
que aprendieron a cantar.






















EL AMANECER DE LA NOCHE

Estuvimos todos de pie,
combatiendo con el ímpetu de nuestros
callados y absortos músculos,
muchas tardes de centauros,
cuando todo era un sueño terriblemente
humano, siniestramente
aterrorizante y distante de las Cruzadas,
como los hados que tiñen nuestros
hogares deshabitados y extraños,
oprimiendo tus sueños
que alguna mala gente arrancó
de manos de María.




Estrechado los corazones,
sedientos y fatigados,
engendrados en medio del delirio
más eterno de los dioses
armados de míticos olimpos,
riéndose del universo gris,
hostil y enmarañado como la
oscura e inhóspita
jungla de los hombres
impíos que
nunca supieron defenderla, con
ardor y valentía.
Se marcharon sin despedirse.






Dejando gélidas huellas en Bangkok,
ignotos pasajes junto a los hades,
olvidaron sus destinos al pie de Lóndres,
silvando la canción de los pájaros,
volveremos somnolientos y
airados al caer tardes de Habana,
y esta vez morirán macedonias,
para vivir eternamente,
acariciando tus sonrosadas y
decadentes mejillas,
recostados en la Última Cena.






























EL DIOS QUE NUNCA HEMOS CONOCIDO

Trasnochadas manos,
rasgando púrpuras infamias de
humillante desnudes,
derraman palabras que jamás
pronunciaste al crear este lecho de
lágrimas y presagios,
sangre de mis hermanos,
sueños mutilados en calles de
Camberra y Botswana,
tristes alegrías fugaces,
de los hombres que fuimos.
Los niños que eres tú mismo.


Abriste tus brazos a escoger,
sabiendo que optaríamos por
los senderos de Beatriz y Dante.
Nuestra voz imperfecta ajusta
solapadamente todo este mundo
tenebroso, donde es fácil agigantarse.
Aquí es Babel donde
nadie se acuerda de ti,
de tus intrigantes milagros,
tus paseos por campos de Olivos,
tu sangre salpicada en la cruz,
del abrumador destino, que
los hombres volveríamos a hacerlo
siempre.
Tú siempre supiste de todo,
eres Dios.
¿Acaso eres hombre?



Pero, hay serpientes y palomas,
voces y silencios derribando calles,
intentaron arrancar corpulentos muros,
espíritus indignos de los hombres,
que alguna vez fuimos,
del padre que también,
alguna vez fuiste,
en la noche oscura del infinito,
cuando aprendieron a cantar,
los ríos, los árboles, las hierbas,
los cerros, las rocas, las calles,
los vagabundos de madera,
y corazones de los
hombres que alguna vez fuimos.























ALGUN DIA VOLVEREMOS

Juntos construiremos la casa derribada,
en nuestras ventanas pondremos alas de pájaros,
anidarán vuelos de carnívoras águilas,
todos verán tu imagen de guerrillero
al amanecer alzarán moribundos polvos,
sobre apasionadas cordilleras,
matando tus iracundos recuerdos;
contra ligeras puertas selladas,
golpearemos las piedras de Nínive,
con la desenvainada espada de
Salomón.




Los hombres sin pijama y calcetines,
volverán todos a la tierra
que alguna vez la perdimos,
a orillas de remendadas sillas
sostendremos nuestro arte y
amores inacabables,
viajando incasablemente
por las viejas callejuelas de Castilla,
pintadas de odio y
sinsabores de muchos hombres
que por aquí pasaron,
sin despedirse de sus hermanos.









La sangre escribirá historias
de ayer y siempre, seguiremos las
huellas de míticos canarios viejos,
en medio de dolores y Tebas enamorada,
sangrientas cervezas perdidas,
en mudos crepúsculos
de los hombres que fuimos en algún
amanecer de infantes,
aglomerados juegan las rayuelas,
que Cortazar nos regaló,
bebiendo la parda cerveza, saben
a muros despojados por los
negros nubarrones de los padres,
engendrando muchachos
sin nombre y sin linaje.
Todos volveremos a casa,
y abrazados partiremos otra vez.






















SI YO PUDIERA PINTAR LA LUNA

¡Si yo pudiera…!
Quisiera pintar el nombre de los esclavos,
nadar sin brazos contra la turbulenta correntada,
bailar descalzo sobre dolores de sepulturas,
cantar desnudo con la voz de un ángel,
andar ligero con tus pies de barro,
comer con las manos del mendigo,
dormir sueños de noctámbulos,
amar los corazones que todavía no conozco,
gozar en la mirada de un huérfano,
¡Si yo pudiera.!




Reírnos a carcajadas de la muerte,
nacer un día que nadie recuerde,
besar la luna con tus manos de nieve,
saciar mi sed con las aguas del mar muerto,
viajar sin descanso eternamente,
embriagarme con el néctar de ignotas mujeres,
correr descalzo y nunca besar fatigas,
volar con alas de pájaros muertos,
vivir en la eternidad de un día cualquiera,
¡Si yo pudiera.!










Quisiera escribir el poema que nadie ha leído,
mirar a Dios con los ojos del ciego,
escuchar la música más triste del universo,
morirme en la cruz de cristo,
sentir el amor pétreo de todos los hombres,
acariciar el infinito con manos ensangrentadas,
matar los demonios que corroe mi alma,
besar a una virgen con labios de Judas,
entonar la celestial traviata del mundo,
¡Si yo pudiera!




Quisiera escalar montañas con pies de mi abuelo,
leer la Biblia para acariciar el infierno,
cosechar en los campos que nunca sembré,
jugar con serpientes y leones,
mentir al Dios de Jacob,
vestirme con hojas del desierto,
tener un diario que me diga toda la verdad,
hurtar todas las armas del mundo,
paz en la tierra para la mala gente,
Si yo pudiera, cambiaría el mundo,
¡Si yo pudiera ser Dios!














LA INMORTALIDAD DEL PELUZA

Párvulo entre gradas de libertad,
prisionero en subterráneos caminos,
genialidad divina hecho albardillas,
nunca bajó su esforzada voz ante
la tiranía de los poderosos,
desafiando con sus pies de Goya,
nos regaló pinceladas de gozo fatal,
y pintó giocondas sobre danubios,
nos enseñó a soñar águilas,
a todos, sin barreras de huellas,
pordioseros y aposentos.



Con sus gárrulos gemelos heridos,
inmortalizó el encanto eterno del fútbol,
nunca pateó al balón, siempre la enamoró,
y amó como Marco Antonio,
dios humano del pedestal,
inventó goles regalándonos triste dicha,
en medio de la vida que se disuelve,
con su prontuariada voz tropezó.
Cortaron sus piernas, nunca murió,
siempre es vida y es muerte,
en dormidas memorias y
nuestros pobres corazones,
en los pies de noctámbulos,
que golpea una pelota de trapo,
en sueños de quienes quisieron acabarlo.





Ascendió al olimpo de cronopios,
siempre estuvo al lado de
rocinantes, minotauros,
vagabundos ángeles caídos.
Alguna vez resbaló mientras dormía,
pero nunca nos abandonó,
hombre herido al fín,
pintado por Miguel Angel,
cual ídolo de barro,
cuyo único pecado fue hacernos soñar
un mítico mundo,
con caminos y sin guerra,
con gradas y cabañas tibias,
con miradas de alegría y gol.
¡Gracias amigo!

























EL ULTIMO ADIOS

Padeció congojas de sábanas,
anduviste su leve cuerpo de muchacha,
con tu hechicero y perverso canto servil
dormiste sensuales desiertos,
velando hogueras que todavía arde
en tristes atardeceres y
colmando recuerdos te marchaste.
¿La olvidaste?
¡Qué va!

Ahora todo se ha terminado, y
llegas cansado a orillas de viejas casas.
No conoces principio ni final,
llevando suspiros abrazados y oculto,
acaricias abriendo heridas indelebles.
¡Nunca cicatrizaron!, pero…
¡Adiós amigo!
Tarde de golondrinas. Hora de partir.
Grecia desolada y alegre.
Nuestro tiempo se ha terminado y
¡Es ella!
¡Mírala desgraciado!,
Allí, esperándote siempre, siempre,
cabellera larga recostada sobre playas,
jugando perpétuas rayuelas. ¡Mírala maldito!
besa sus afiladas manos de nieve,
sosteniendo sepulcrales heridas,
retornó trayendo dormidas camelias,
surcando oscuras aguas de músicas,
misteriosa voz de cavernas,
viviendo sin amar.
Pero, todo te llevaste.



Ella siempre nos amó,
volvió para despedirse, vestida y
sin alpargatas acariciando tejados.
En la primavera de su vida,
extravió sueños eternos , y hoy,
viajas al callado sepulcro egpcio;
apenas podemos verlo y
sospechas celestiales perfumes,
lágrimas murmurando eternidades,
ella siempre te amó,
¡Mírala maldito!
¡Mírala!



























NUNCA MURIO

Viajaba vuelos de piedras y mares,
embrujadas barbas poblaron desgarrados
vientos, soñando polvos heridos,
buscando gradas de compañía,
erigieron batallas perdidas,
urdiendo mañanas oscuras,
siempre traerá música de Vivaldi,
colmando sol y madrugadas,
sediento los pechos y carcomidas manos,
de puros corazones,
de Rosario a Sierra Maestra,
escribiste murallas
embriagado de sueño.


Levantaron águilas de hierro,
cubriendo mundos de bandera,
armados de despojos nunca
lograron destruir y
los ríos que todavía crece,
por los cauces que siempre morirán otros
hombres, con garabatos de barbas,
clamando un mundo de nieves,
entre pájaros y árboles,
entre rocas y sol,
caminaremos hacia la inmortalidad.
Cual espartacos luchando ajenos tejados,
rompiendo canoas lleno de amores,
fuentes de vino y miel.





Naciones de hombres perversos,
donde siempre mataremos hermanos;
compraste ilusiones de pájaros,
como dioses antojando golpear universos,
cada vez más injustos y desalmado,
entregaste tus honores y tus fatigas,
por los hombres que jamás
te conocieron,
y ahora viajas por el mundo,
riéndote de la mala gente,
que nunca supieron nada.



Creyeron acabar con tus sueños,
una tarde de octubre,
bajo otros cielos y otros cerros,
en medio de colina y traiciones.
Buscando mundos justos para todos
aquellos de buen corazón, que viven,
en lejanos campos solitarios,
de la penumbra que alguna vez
dibujaste con tu sangre roja
y la iluminaste con esa estrella
de tu rostro inmortal,
comandante. Mito de barro.
Abriste caminos de luz,
esperanza y sangre.
¡Hasta siempre Comandante!











LA NAVIDAD DE LOS MUCHACHOS POBRES

La pobre mesa de listones ásperos y pardos
duerme desnuda, gimiendo llanto de espinas,
juntando tristes mejillas ocultas tras las manitas
de los niños que aprendieron a cantar
con los silencios de un padre
desconocido y una madre cansada, que
echa tiernas miradas al umbral de la ventana,
derramando vacíos sabores.
No habrá juguetes en esta
sombría morada donde
Papá Noel nunca ha llegado.



Caen heladas nieves cual bellotas,
los campos ríen pintado de ilusiones,
y Charles Dikens escribe su próxima
novela de paz y esperanza,
pero nadie se acordó de estos
niños, con las mugres entre las sienes y
las piernas; jugando a orillas
de callejuelas, viendo en otras casas
alegría de algodón,
escuchando estribillos y tigres
de bengala en noches buenas.
Nunca habrá navidad.








Desnudas estatuillas,
apenas sospechan regalos incestuosos,
acostándose huyen sus sueños,
y no está papá,
mamá apenas puede contener su llanto,
que es la queja de la eternidad,
una vez más pasa Papá Noel;
nunca habrá regalo en casa
de los niños que aprendieron a sonreír;
sus amigos rompen carmines,
y orgullosos pasan con sus
regalos, mostrándole inocentes
pecados de Caín;
comer un pobre pan en navidad,
jugar con carritos de piedra,
mamá no estará mañana temprano,
nunca hubo corazones, juegos y regalos
en casa, y
Papá Noel nunca llegó.
Mañana será otra trinchera de lucha,
en el viaje de estos niños,
quizás habrán muchos sueños,
juegos, pero ellos ya se habrán marchado.
Nunca jugaron con sus madres.

Es mejor así; porque ellos
siempre serán felices, como
los pájaros que nunca conocieron a sus
padres y hermanos,
mañana será diferente para los
niños sin regalos que aprendieron
a ser buenos.









CASA DESHABITADA

Mataron silencios de sepulcros,
con sonrientes puñales curvados,
detuvieron sus espadas rosando una
flor de clavel en primavera,
escribiendo historias con
pinceles de Picasso,
atilas pisando hierbas romanas,
caballos lamiendo tejados,
infundieron caminos de astillas y requiebros,
asaltando almas extrañas atropellaron
el camino de retorno.




Desgarrando huellas espartanas,
bajo umbrales de látigos divinos,
ensillando al caballo troyano,
y bebiendo el trago amargo de
las heridas que abrieron los pilatos,
unidos en coro viven el mismo lenguaje
de la ignominia y el desdén de nunca
amar a nadie en este mundo dónde
solamente tiene cabida sus pies,
pronunciando una misma sonrisa
ante el cadáver del hombre caído.








Callando sus miradas bajan la voz,
haciendo fiesta con mis cabelleras,
hurtando néctar en pestañas de plata,
arrancaron nuestra fatiga de escuela,
viviendo paraísos ocultos,
en nuestra casa deshabitada.


Durmiendo en brazos de morfeo,
Atraviezan erguidas calles,
cual cadáver tibios de gélidos desiertos,
empuñando fusiles de blasfemias
ante las voces del silencio,
mujeres lavando ropas en bateas,
pasadizos dóciles y alegres
de mañanas cada vez más
hostil y rugiente;
perfuman estos sinsabores
desprecios de la buena gente,
a quién invitamos a casa,
en furtivos paraísos que
gozan cada vez más y más,
esperando te marches
en cualquier momento de tu camino,
de nuestra cansada puerta.















MUCHACHA DE LAS COLINAS

Hablabas de amores ocultos,
rosarios de túnicas muertas,
perdidos en sombreros usados.
Pobre Muchacha de las colinas.


Viajabas en tranvías y ríos,
salvando otorongos, pájaros,
y escalinatas de madreselvas.
Mendiga Muchacha de las colinas.


Llorabas junto a vírgenes
haciendo adobes de amores con Abel,
antes de recibir la caricia de la quijada.
Alegre Muchacha de las colinas.


Reías muertes de sol polvoriento,
sobre aguas azules de tu única
casa, lleno de aves y reptiles.
Llorosa Muchacha de las colinas.


Sembrabas trigales sobre rocas,
regadas con tus lágrimas,
y cosechaste bebés con alas.
Virgen Muchacha de las colinas.






Dormiste junto a jóvenes arroyos,
cansada y extasiada,
soñando un amor que nunca llegó.
Extraviada Muchacha de las colinas.



Amabas a un hombre que
nunca existió, y besabas manos
de santos en viejas iglesias.
Ingrata Muchacha de las colinas.



Envejeciste mucho en Sidney,
solitaria y triste viajabas,
apenas podías caminar veredas.
Bendita Muchacha de las colinas.



Morías al caer el otoño,
bajo una tibia lluvia de sal
y azúcar dorada sobre los
cabellos canos de Diana,
sobre calles moribundas,
muchacha de la colinas
que nunca conocí.










NUESTRA META ES EL SUICIDIO

Avanzamos por lóbregas veredas,
arrullando angustias de sangriento puñal,
con amor empapado de celos,
rompiendo alambradas y barreras,
gritaremos en coro despojado.
Nuestra meta es el suicidio.


Y ustedes mofarán águilas caídas,
nos apresarán con odio pávido y
rencor, arrancarán nuestras pirámides
y hambre moribunda,
y nosotros, fieles, gritaremos en pie.
Nuestra meta es el suicidio.


Y querrán llevarnos a los
purgatorios, ebrios y somnolientos,
intentando romper los huesos,
y con nuestros cabellos canos,
largos y maloliente gruñiremos
Nuestra meta es el suicidio.













Miraremos a Cristo enojado
y sus ángeles escribiendo
nuestra última historia,
forzados víctimas buenos,
y escalando ajenos tejados,
alguien condenará.
Nuestra meta es el suicidio.



Todos los hombres buenos
cerrarán nuestros caminos a casa,
nos pondrán cadenas de sudor y pordioseros,
arrancarán nuestros besos de pájaro,
y nuestras tristes amadas
cantaran unánimes esta
última canción.
Nuestra meta es el suicidio.





















LAGRIMAS DE UN NAUFRAGO

Desechando sembríos de
amapolas y sensuales jazmines
embriagado de aplausos serviles e hirientes,
volcando lágrimas de Minerva,
en avenidas del mar Egeo,
sediento y cansado, como un
troyano valiente que muere entre
el comienzo y el final del rapto de Elena,
llora al ver su barco partir al fondo
del océano invisible de arenas, calles y
espadas, como esas
“Lágrimas de un náufrago”




Perfumando inciertas lujurias,
de rocas, espinas de capullos, pájaros,
y besos de pobres amadas,
pardas promesas incumplidas,
de mitos y angustiantes destinos,
escribiendo leyendas de mozas
y ninfas durmiendo en brazos de
de Morfeo, inunda su lecho
de viento con gruesas garúas
de lágrimas, que algunos
llamamos
“Lágrimas de un naúfrago”







La vaga muerte de sonrisas
en lánguidos labios de Judas, y
cuervos llevando un ramo de olivo
mojada lágrimas de humedad y
silencios fugaces prontuariados,
bajo la barca que los guardó del
flagelo patriarcal,
donde se mata en nombre de Dios de
Israel,
regando tus ligeras aceras
negras y frías, con
“Lágrimas de un náufrago”
“Lagrimas de un vagabundo e iluso
náufrago que se perdió en cualquier
parte de tus sueños.

























GOLPEARON SUS NEGRAS ESPALDAS

Arribaron desventuras de alguna legión devota,
sembrando extraños retumbos de tambores,
y fiestas de cañaverales salvajes,
ahogadando junglas y rumores fúnebres,
tirados en rincones de los despojos,
pusieron sus tristes y duras espaldas;
látigo infame de bárbaros,
celebraron con ardor y música,
entonando lluvias rojas y saladas, regar
mundos plagados de mercancía,
en viejas calles y plazas,
siempre fieles ante sus dueños.



De granjas medievales y mundos,
sólo Dios y sombríos hermanos.
¡Respiraban libertad!
Nos legaron su erótico arte enamorando
ocultas ninfas góticas,
ofertados en los mercados etiopes,
al pie trozos de madera de Hefesto,
y rocas; poniendo ánimos lucharon
otras tierras. Flageladas sus tostados
dorsos, rompiendo sus lomos,
nunca pudieron matarlo, y
hoy luchan para no irse.







Golpearon sus negras y fuertes espaldas,
en noches de octubre,
vistieron dolores de túnicas blancas,
desperdigando heridas semillas
por toda la entera noche,
viajaron arrullados en brazos
de la crueldad cristiana más
humana, y amor de cernícalos,
que sospechamos incrédulos,
pobres esclavos de cruces sagradas,
recordando virulentos dioses,
llorarán una tarde oscura
y sus espaldas dejaron de sangrar.



El Vaticano tornó sus espaldas,
y trémulas bandadas acusaron
divinos vuelos sin destinos,
de rodillas y sedientos en páramos,
durmieron al pie de alas de Icaro,
águilas llevando mujeres de bronce,
sus tierras, pastos y nieves,
viejos amores y golpes felices en
sus vastas espaldas, viven
recordando otros tierras que
alguna vez tuvieron.
¡ Libres como Palestino¡











SI PUDIERAMOS SABER

¿Quién cabalgó sobre polvorientas
llanuras con caballos alados,
empuñando espadas cerca del Gólgota?
¿Quién hizo que hablará a la culebra
en aquel dulce paraíso que perdimos
para siempre?
¿Cuándo nació Dios y quién le otorgó
el orden de escribir nuestros destinos?
¿Dónde está el hijo de
Cristo?
¿Por qué se retrató Leonardo
en la Ultima Cena?
¿Qué egipcio escapó del Mar Rojo?
¿Quién mató a Napoleón?
¿Por qué nunca besó don Quijote a
Dulcinea del Toboso?
¿Quién desapareció el
mítico olimpo griego?
¿Quién durmió en la isla
de Robinsoon?
¿Cuándo habrá el próximo diluvio?
¿Dónde mora la muerte con
su rostro de ángel?
¿Quién volvió de la muerte
para contarnos sus maravillas?
¿Nunca murió el Quijote?
¿Quién pudiera beber y
nunca más volver a tener sed?
¿Quién podría pasar por los
ojos de una vieja aguja?
¿Doblarán las campanas en la
muerte de Lucifer?



¿Todos estamos predestinados al
infierno del fuego y el
dolor eterno?
¿Dónde estuvimos cuando mataron
al Che Guevara?
¿De dónde venimos a sufrir
en este valle de lágrimas?
¿Hacia dónde iremos mañana
por la mañana?
¿Quién cerró los fauces de
los leones hambrientos al ver
a Daniel?
¿Dónde está nuestra vieja casa?
¿Por qué las guerras?
¿Por qué las injusticias?
¿Por qué las madres
abandonadas?
¿Por qué los niños sin apellido?
¿Por qué los ancianos sin techo?
¿Por qué los niños huérfanos?
¿Por qué el hambre del mundo
que no entiende de razones?
¿Por qué nos haz abandonado Dios?
Si pudiéramos saber.
¡Oh Dios mío!
¡Perdona mis preguntas¡
Apenas soy un niño que aprende a caminar.












LA BATALLA QUE NUNCA GANAMOS

Germinamos del más lóbrego abismo,
una tarde infernal y árida, bosques
de olimpos primates refriegan
gastados ojos de Mandela, siempre ocultas
pródigos rostros de café portugués.
Y combatimos guerras de
cordilleras y sangre de piedras,
luchando contra Hitler todas
las batallas que nunca ganaremos.


La muerte siempre acechando
nuestros pasos y nuestras moradas,
escribimos historias de mitos
y extraordinarias figuras de dioses,
enamorando excitadas gacelas,
en las praderas vírgenes, besando
edenes de vino, perdimos para
siempre, sin haber peleado
batallas de vulgares gentiles.

Condenados a ser barros
prestos resbalamos en nuestra propia
embriaguez, elevando
desafiantes abrazos, armados hasta
los dientes, nuestros pobres
rostros pintan extrañas figuras,
de puñales y risas de palmeras,
muriendo orugas al nacer,
en esta naturaleza muerta donde
perdimos todas las batallas.




Cuando nuestra pobre madre abra
fauces de cocodrilo, iremos desafiantes,
sin habernos saciado los
vinos de sus tristes ombligos,
infames y sin Dios,
nos perderemos en el
universo de espadas y
amores de Trafalgar, luchando lo
imposible, después de
la batalla que la perderemos.


Llegará mañanas de lágrimas y
partiremos, irremediables,
juntando nuestros huesos y
todas nuestras tierras, regalando
fortunas, abriremos surcos
en los bravos mares y cielos,
tiñendo nuestros tullidos puños,
marcharemos valientes a bailar
la condena universal de
haber amado a este mundo cruel
y morimos de engaños,
todos marcharemos, a presenciar nuestra
ultima batalla que
la perdimos al nacer.
¡Batalla del mañana!












A LAS NIÑAS AFGANAS

Envuelta en negros turbantes de
celo y misteriosos golpes,
tu fina inocencia de calles y
veredas, tu infernal Dios que alguna
vez se apartó de tus caminos,
no acaricias sueños, ni
amores por qué vivir,
¡Oh! Niñas, pequeñas,
acógeme en tus diminutos
abrigos sin mancha.



Tendido sobre tristes calles libres,
espero envolverme en tus caricias;
invítame querida Sharbat a
contemplar tus bellísimos y redondos
esmeraldas que hoy lloran,
un mundo desgarrado y desnudo,
para perderme entre tus brazos
que ensangrentadas y moribundas,
ante los designios
de aquellos reyes y dioses,
luchas por no desaparecer.











Hoy, te ves al espejo de espaldas,
y dibujas santas melancolías,
vistiendo túnicas y turbantes,
donde olvidaron brillar esas
esmeraldas sin igual, y todos
vemos recorriendo
el mundo entero;
cansada tus pasos, y
agachas tus miradas
al ver a tu marido
que anda armas en ristre,
velando tu oscuro porvenir
¡Pobre Sharbat Gula!



Turistas de ficciones vivientes,
de los hades y la gloria,
en el exterminio nazi
y ropas de fiesta que
pronto terminará
en sangre, túnicas negras,
y un viejo Alá pretendiendo reinar
sobre nuestros peregrinos recuerdos,
adiós tristes niñas afganas,
adiós Sharbat,
adiós tus miradas de esmeraldas
¡Adiós Sharbat Gula!











SIEMPRE TE AMARE

Cuando te marchas
a navegar por seductoras antillas,
y ya de mí no te acuerdes.
Siempre me acordaré de ti.


Cuando hundas tu leve cuerpo marfil
en aguas de mítico Jordán,
en compañía de Cristo viendo una paloma.
Siempre te amaré.


Cuando apartas tus miradas,
de los cuadros de Goya, en las
tardes de muertes vagas.
Siempre te amaré.

Cuando corras tras el arroyo,
huyendo de mi triste presencia
y gritas que nunca me quisiste.
Siempre te amaré.

Cuando oyes las trompetas y gozando
cantas la llegada del tren para
viajar sobre perfumes del infierno,
Siempre te amaré.

Cuando sueñas con tu
cabellera suelta en pechos fornidos
de otros hombres.
Siempre te amaré.





Cuando riegas césped en otros jardines
y te burlas de mí al verme
pasar llevando mis pobres despojos.
Siempre te amaré.



Cuando oigo tu nombre
en otras bocas y te
avergüences de mí, ingrata.
Siempre te amaré.



Cuando me muera
y veas abatido mi pálido cadáver,
llorosa y pensando en otro hombre.
Ingrata.
Siempre te amé.



















SIEMPRE HABRA UN MAÑANA

Cuando ajusta la enamorada cuerda,
esa triste garganta del prisionero,
en calles empedradas del
viejo oeste, o vemos extasiados,
aquellas pesadas cadenas,
cortando los sinuosos caminos
de libertad entre las hierbas,
nada estará perdido.
Siempre habrá un mañana.


Cuando escuchamos el gemir de
campanas, anunciando la muerte
de madres de la Plaza de Mayo, y
lloramos desconsolados a orillas
del Mar Rojo, nada estará perdido,
siempre crecerán
otras madres abriendo sus tiernas
palmas, desde el cielo de Lennon.
Siempre habrá un mañana.


Cuando cae el unánime látigo
sobre viejos y cansados sueños de
los vagabundos, y el gélido frío
hace presa de su cuerpo
desnudo y hambriento,
golpeando su frágil corazón
con la ponzoña de maltratos;
nada estará perdido,
siempre habrá otros caminos.
Siempre habrá un mañana.




Cuando la afable amada se marcha,
abandonando su dulce morada,
a crear otros nidos en los
árboles que cantan sobre
trigales de golondrinas muertas
en veranos de heridas y
mundos de hombres solos,
aparecerá el hada madrina
de la pobre Cenicienta y habrá
otros helados, otros parques,
otras casas, y nada estará perdido.
Siempre habrá un mañana.



Cuando mañana vuelva
de la batalla, herido,
y te vea en otros brazos,
dulce, perfecta y mitológica,
como el capulí perfumando
un mundo extraño que
nunca conociste,
nada estará perdido en la pared,
porque mi corazón volverá a
enamorarse de ti, y
Siempre habrá un mañana
amada mía.












EL HOMBRE QUE NUNCA CONOCIMOS

¿Volveremos a verlo alguna tarde de verano?
¿Podrá la ballesta herir las pasiones?
¿Escucharemos murmullos en cuartos oscuros?
¿La luminosa estrella brillará en las madrugadas?
como todas las mañanas,
palpitamos, escuchamos y, despedimos
leonardos pintando músicas,
Verdi, enamorando traviatas,
¡Ah! ¡Si lo hubiéramos conocido!


Escuchamos, ansioso el beso conmovedor
en tantos universos abiertos y
violentos, rebosando en licores de amor
y sueños de vidrios que van al
encuentro con los ríos del Africa,
por avenidas de lluvia y hogueras,
al nacer padecemos dolores de
bárbaros y celestinas ardientes.
¡Ah! ¡Si lo hubiéramos conocido!


Agonías de furtivas miradas,
encontramos inertes, corceles
y unicornios de promesas viajando
por azules campos de ébanos
y pestañas de esmeraldas; una
tarde discreta de amor y velas,
que al final rompieron en sangre y llanto.
Rostro de alguien que no conocimos.



Nos volvió sus tibias espaldas antes de
llegar a tierra para rociarnos
alegrías en los pasos tristes
de mármol y cementerios
de fauces brumosos, aplaudiendo
los amores de Cleopatra en los
brazos de Marco Antonio tocando el
violonchelo de algún distraído músico
del viejo continente.
¡Ah! ¡Si lo hubieramos conocido!




Despertarán nuestras manos
repleto de vientos para soñar,
y encumbraremos nuestras pesadillas,
por alamedas de mercados de Damasco.
La sonriza y el teatro universal
sería más llevadera en Tiananmen,
pintado de piedras y Chagal viviría en
nuestras casas con jardines y
peceras de colores que hablarán,
nuestra muerte abraza caminos.
¡Ah! ¡Si lo hubiéramos conocido!
¡Seríamos tan felices!
¡Dios Mío!













VIAJE HACIA EL OLVIDO

Entretenidos en nuestros parcos
labores de incansable exterminio,
parchando voluntades por calles,
anunciando comidas desnudas,
resignados marchamos plazas,
llevando honores de polvo,
hacia cercos de remolinos;
nunca más volveremos,
hundiéndonos en los
acrisolados fangos de una botella.



Marchamos ebrios de Hollywood,
acabando huellas de premeditados rencores,
despedimos el beso mortal de Judas,
las guerras y las heridas que
nunca cicatrizan y volvemos cual
elefantes de pesadillas,
lamiendo arañas de yerros,
durmiendo verdugos de Daniel,
olvidamos nuestro amigo,
y la vieja balsa de Lisboa
que forjaron este
posible viaje.










Olvidamos la sangre derramada
en campos de batalla,
mujeres violadas en multitud
de páramos y callada existencia,
de esclavos que nuca supimos su nombre,
por aquellos negros vendidos
como objetos de mercancía,
por los niños que fueron
golpeados antes de nacer,
por los cuadrúpedos que fueron el sustento de
nuestro andar de cada día,
por los amores nunca correspondido,
olvidamos abusos de hombres bárbaros
en ajenas tierras,
los músicos que nos alegraron
nuestro viaje,
vagos hombres que dieron su alma
para vitrinas de burla, de
Cuasimodo y tantos silencios,
de las mil y una noches, tantas
cosas que nos invita
escalar montañas de viajes,
abandonado nuestras propias casas.

















OLVIDATE DE MI QUERIDA MIA

Las horas garabatearon mis manos,
enredado reía detrás de la ventana,
y hoy, asisto umbrales de jornadas.
Mis subterráneos sueños esperan.
Mi cielo se vuelve gris,
mi apacible esperanza
termina al cruzar cercos de piedra.
Viviré otros mundo y nombres,
a orillas del Danubio.
Vestiremos escotadas muñecas;
recordando abrigos de gacelas,
abrazaremos colosales jardines,
esperando cansado, el abrigo mortal,
de todos los hombres.
Olvídate de mí querida mía.



Qué pena vivir tanto para morirse
tan pronto como las horas
que aguarda el prisionero, como
armas empuñando mutilados soldados,
mirando nuestro derrumbe universal,
marcharse hasta siempre,
para nunca más volver, y
nunca más sembrar amigos,
nunca beber caricias de dulcineas,
traseros de monjas medievales,
de todos los nombres
que borraron las lluvias,
olvídate de mí querida mía.



Cuando escuches voces
de pájaros errantes,
volando bajo olas del mar muerto,
cuando los solitarios barrancos
entreguen sus muertos,
cuando los espartanos mueran
alegres batallas de espadas y banderas,
junto a Leónidas en el paso de las
Termópilas, querida mía.
Olvídate de mí.






























ALPARGATAS DE CRISTO

Golpeamos su tronco con escarpias y leños
una tarde de grillos, alegrías y juego
en charcos de lágrimas rodantes,
arrancaron amores maternales,
mujer, esclavos y ejércitos;
duros robles americanos.
Envuelto en selva de mantos,
el pobre Cristo perdió
calzadas canelas de camellos,
trozos de polvorientos caminos.


Bastó despojarlo para lesionar
alergias nuestra marías magdalenas,
amando toda la libertina vida;
alpargata esquiva y prodigiosa,
dicen que duerme ocultó
a orillas del Tibet, otros, en
arenas del Jordán, mientras los
Judíos afirman haberlo visto en el mar
Rojo, y los palestinos dicen verlo
bañarse desnuda en el Eufrates,
velando ríos de faraones,
acariciando tiernos pies de Cleopatra,
o simplemente, arrullado zapatos blancos y
cristales de cenicientas,
alpargata triste y alegre.







Tal vez algún día volveremos a verlo,
en soleadas arenas del desierto
de Sahara, o simplemente
custodiará lejanos recuerdos
que los hombres no supimos
cuidar con nuestras miradas.
Sólo sé que eran las alpargatas,
milagrosas que no recuerdo
haber visto en mi vida.
Ni en los supermercados de ilusión,
tampoco en nuestras sencillas casas,
alpargatas de Cristo,
muriendo en las frías tardes
de Sofia y Bélgica.
Alpargatas tristes de Cristo enamorado.
























A LOS NIÑOS DEL AFRICA

Perdona los garrotazos de Israel,
y sepulta en tus tiernas mejillas,
nuestra unánime malicia renovada.
Perpetuamente demolieron tus heredades,
y las granjas de tus padres,
tus árboles y tus ríos,
perdona mis alas acribillando sueños,
quitando tu único pan,
vela desvelos traspasado de
llagas imborrables, elevando
tus plegarias al peregrino cielo,
estremecido de dulces lágrimas
al ver morir tus propios hermanos.



Prisionero en cercos de Archwitz,
y ajeno en tu propia casa,
hijos de padres que nunca conociste,
partes a la tumba de Berlín como
el relámpago de tus montañas,
y caminas buscando acribillar tu sed
por desiertos de gacelas y leones,
donde hemos matado, saqueando tus
preciadas piedras, huimos por
tus ríos donde ahora naufragas,
sin pena ni gloria,
juntando tus manitas, de
rodillas como se adora a Dios.
¡Muchachos de miradas tristes!






El cielo aguarda sillas de leopardos,
los vientos deshace caminos de Praga,
y las cabañas están llorando tu
inevitable partida de Madrid, como
tus madres van muriendo
un mundo de Cortazar y
Guevaras, luchando
los arribos, devotas madrugadas.
Acoge mis gélidas manos,
mis Biblias que alguna vez
engañó a todos tus padres.
Perdona mis labios que
siempre traicionó tu destino, y
ayúdame a vivir muriendo en mi lecho
que sangra a esta hora de la tarde,
un mundo de marfiles y junglas.
¡Adiós muchachos del Africa!

Tu sollozante pecho cual pájaro
pretoriano dibuja sobre Estambul,
levántense y nunca se mueran,
muchachos del Africa, con su cara triste
y miradas extraviadas; en tu bosque
mañana crecerán flores blancas,
como las nieves de tus cielos,
y tu tostada sangre regará
helados desiertos de pájaros y
serpientes heridos.
Perdona haberlos apedreado sin piedad.
¡Adiós muchachos del África¡









RECORDARAS MIS PASOS

Mis tibios húmeros dormidos,
en veredas deshabitadas de
babilonias y Eufrates despertarán
tus desnudos sueños.
Pintarán las nubes de gemidos y
llantos, y arrabales mudos;
entonces, perversas insensatas,
Recordarás mis pasos en estas llanuras.


Cuando sientas el hambre en tu pasos y sed
en los caminos, desempolva minotauros de
sueños, velando un porvenir sin brazos,
abriendo pétalos de estrellas, acaricia
mis vástagos, comiendo el mismo pan,
bebiendo el mismo vino y
morando bajo el mismo universo.
Recordarás mis pasos en estas llanuras,
donde habrá un mañana
Árabe de gárrulos camellos y
hombres empuñando arcos en
insospechadas calles del Gólgota.












Atisbando tus miradas al sol rugiente,
nunca te arrepientas de haberme echado,
de los campos y tus casas, de Kabul;
simplemente huye de las iras cotidianas,
sobre habitaciones abandonadas
del Cristo clavado en la
rústica madera que siempre amó a
todos.




Piensa en mi sangre saciando
tu hambre de serpiente,
piensa en los abrigos de pelusas,
cubriendo tu excitada desnudes,
piensa en los campos sembrados,
piensa en las tristes musas
que canto para ti,
piensa en tu muerte para volar.
Vivirás por mí, bella Porteña,
mañana no volverás a verme.
Y entonces desgraciada.
Recordarás mis pasos en estas llanuras.
Llanuras de Argentina.


























































































Texto agregado el 03-04-2007, y leído por 329 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
05-07-2007 sorprendido. maguilar
 
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