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Mariela entendía las cosas literalmente, no tenía muchas luces; le gustaba transcurrir por la vida y hundirse en sus pensamientos simples y sencillos. Sin embargo había una cosa que le interesaba por sobre lo demás: el brillo. Su fascinación por lo brillante nació una noche sin luna en la playa, con la fosforescencia bailando en la espuma.

Leyó en un libro que si a las luciérnagas se les arrancaba la luz cuando estaba prendida, ésta permanecía encendida durante unas horas. Se pasó toda la nochecita persiguiéndolas, capturándolas y sacándoles el rabo prendido, los cosió y se armó un conjunto de pulsera, collar, anillo y aros.

Cuando era chica escuchó que el diamante y el carbón eran diferentes estados de lo mismo (al igual que el agua, la nieve, el hielo y las nubes), solamente había que presionar el carbón con muchísima fuerza para transformarlo en un diamante. Le pidió a su papá que le guardara unos carbones de la bolsa, antes de usarlos para cocinar el asado, y los pisó, aplastó y presionó con cuanta cosa se le ocurría. Lo único que consiguió fue dejar todo negro y manchado pero nada brilloso.

Siguió dedicándose a las luciérnagas y la purpurina.

En la clase de química le enseñaron que el grafito también era lo mismo que el carbón y el diamante, lo confirmó al ver el mínimo destello de brillo del lápiz Faber número 2. Así que intentó otra vez, apretando fuertemente la punta del lápiz contra las hojas al escribir. Pasó un mes rompiendo lápices y hojas.

Un día Ernesto le dijo que era un diamante en bruto. Inmediatamente pensó que debía tallarse.
Probó con una tijera pero le asustó la sangre y la paralizó el dolor.
Entonces fue a un cirujano plástico.

Su transformación fue lenta y costosa.

El médico le decía que ya era suficiente pero ella, al verse en el espejo luego de quitarse las vendas y no ver el maravilloso brillo facetado de la piedra preciosa, volvía a planificar una nueva operación.

A los treinta años era una cosa amorfa irreconocible como humana.

Ella siguió viviendo feliz con la esperanza de brillar algún día.

Texto agregado el 07-04-2007, y leído por 548 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
30-08-2007 ¡Qué crudeza! Irónico, sutil y metafórico: toda una parábola. lobodebarro
13-05-2007 Ernesto tiene razon la belleza es interior pero nosotras queremos mas de lo que naturaleza nos dio por eso no escuchamos consejos y recurrimos a la plastica obrada por la mano. Mariela mujercita que no conoce como es la vida y se ha dejado llevar por lo mas facil en la vida pero , que al final le cobrara en la factura los precios mas altos. Como dices? repetilo, que no te escuche muy bien? oh, que los costos de produccion de una mujer hecha en las mjores factoiras ahora se han elevado mucho y compiten con la Barbie. Por eso dejemos que el tiempo acaricie nuestro cuarpo y los anos se encarguen de marcar el final de nuestro destino. Me gusta tu estilo. Un poco mas, un poquito mas, solamente un empujon y caerqs en realismo magico... Bravo! Cinco estrellas para que? Tedoy la tierra y su pensamiento que es lo que nos permite llegar a ellas. suzette
07-04-2007 Que dilema no?, tiene códigos morales y culturales muy definidos, el texto es irónico y posee una creatividad envidiable, me ha encantado++++++++++++++ ehrenfeld
 
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