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El Membrillo, El destino lo quiso.

El poblado de El Membrillo, ubicado a 45 kilómetros al noroeste de Ovalle, entre Barraza Bajo y los Hornitos, puede ser el paradigma de aquellos que con esfuerzo y confianza son capaces de torcerle la mano al destino. Habitada por aproximadamente 65 familias, en su gran mayoría gente que por generaciones se ha dedicado a la pequeña agricultura, no posee ningún adelanto de aquellos que en las ciudades nos parecen tan cotidianos; sus calles sin pavimentar, aunque solo hablar de calles ya es pretencioso, más bien habría que decir senderos; la luz eléctrica solamente es posible obtenerla de un viejo grupo electrógeno, fruto de alguna campaña solidaria en tiempos en que las cosechas abundaban; el agua potable, es transportada en un antiguo camión municipal que de tanto en tanto llena el único estanque con que cuentan, ubicado al comienzo del polvoriento camino que llega al pueblo y que es cargada en recipientes por la mujeres del poblado después de hacer una interminable fila cada mañana.
Cuentan eso si, con una pequeña escuela, de esas que en una diminuta sala atienden a varios cursos, está a cargo de una maestra normalista, egresada hace algunos años de la escuela normal de La Serena, no diremos cuantos, respetaremos la coquetería femenina que impide revelar la edad exacta, porque tampoco es relevante, lo importante es que mantenía el espíritu en alto y cada día llegaba hasta su lugar de trabajo con la mejor sonrisa y con todas las ganas de continuar su apostolado, lo que los entendidos llaman vocación de servicio, sello distintivo de aquellos que hicieron de la enseñanza su razón de vida. La Maestra llegó a este poblado después de una vida en Pedro de Valdivia, salitrera ubicada en la segunda región que aún se mantiene en producción, pero que fue cerrada como campamento habitacional. La alternativa era trasladarse a Maria Elena, salitrera cercana, acogerse a un merecido descanso o continuar formando niños como ella los llamaba, resabios de sus orígenes del Valle del Limarí, porque sentía que aún tenía fuerzas y no se imaginaba la vida fuera de un aula de clases. El norte ya no tenía para ella el encanto de otros años, había enviudado de un perforo, obrero especializado que murió producto de un tiro mal cargado, hacia ya varios años, oriundo como ella y como tantos trabajadores que llegaron enganchados desde los poblados y ciudades del norte chico, Huatulame, Punitaqui, Combarbala y otros aledaños, a sacar las riquezas que la naturaleza generosamente nos legó en la zona norte de nuestro país. Sus tres hijos, todos nacidos en la pampa, ya no estaban con ella; el menor, para su dicha, había regresado a la tierra materna y con los ahorros nacidos de su paso por la Compañía, se pudo comprar una pequeña parcela en San Julián que la dedicaba a la producción de hortalizas, las que luego vendía en la feria de Ovalle. No le iba mal, tenía una linda familia, su esposa a quién había conocido en uno de esos veranos en que vacacionaba en casas de los muchos parientes de sus padres en el mismo pueblo, esperaba su primer hijo, le llamaría Juan como su padre. Pero el recuerdo de su madre siempre le acompañaba y su mayor deseo era que Doña Inés , como cariñosamente la llamaba, aceptara postular a la vacante que existía en la escuelita municipal de El Membrillo. Doña Inés lo hizo, lo que más influyó fue la llegada de su nieto y la posibilidad de volver a su tierra, aunque más de la mitad de su vida estuviese ligada a La Pampa, tierra generosa y hospitalaria que la había acogido tan bien.
Su deseo, como el de tantos transplantados, era volver a Ovalle y aquí estaba, no tenía los recursos de su antiguo trabajo, pero sentía que su labor era reconocida, importante, hacía patria como orgullosamente le gustaba decir, especialmente a sus hermanos que siempre le preguntaban por su retiro. El cariño de sus niños era impagable y se lo demostraban a cada momento y los padres, gente esforzada de campo, participaban activamente en las actividades que ella planificaba; las reuniones de apoderados eran con asistencia completa, que distinto a lo que pasa en las grandes ciudades, acá no habían excusas, si el padre debía plantar o cosechar, la mamá estaba presente, en caso contrario, ambos; la velada dieciochera era imperdible, que lindo era observar como las madres se daban el tiempo para, de cualquier vestido antiguo, confeccionar la mejor pollera para su china y ellos orgullos con un lindo sombrero de huaso hecho de cartulina y pintado con tempera negra se animaban a bailar una cueca bien zapateada . Que orgullosa estaría Gabriela de ver a esta profesora que entre el golpeteo continuo de las calaminas mal clavadas y el viento que se cuela por sus ventanas casi sin vidrios, enseñaba a sus pupilos la hermosura de sus versos.
El pueblo tiene carencias, la atención de salud sólo es posible obtenerla a través de las rondas médicas que llegan una vez al mes, no existe posta y mucho menos ambulancia, el único vehículo disponible es un viejo mixto “El Coralito”, mitad para pasajeros y mitad para carga, de propiedad del dueño del pequeño almacén existente en el pueblo, y que sólo es posible hacerla andar luego de interminables plegarias. La otra posibilidad de movilización son los vehículos en que llegan al pueblo los compradores de sus productos. La locomoción colectiva como tal no existe, cada vez que deben ir a Ovalle deben caminar al menos unas dos horas para alcanzar la carretera y luego depender de la voluntad de los automovilistas, aunque generalmente son los camioneros los que hacen un alto para llevar a estos caminantes, especialmente de aquellos que viajan de zonas cercanas con rumbo a Ovalle a comprar o vender productos agrícolas, en la feria agrícola más grande en el norte del país.
La actividad económica del pueblo se fundamenta exclusivamente en la agricultura de de hortalizas y su comercialización, la efectúan directamente cada uno en forma independiente. La única agrupación que mantienen es el club deportivo, al que incluso lo utilizan para obras sociales y uno que otro proyecto de adelanto, el generador es una prueba de ello. Sin embargo hoy la preocupación embarga a sus habitantes, especialmente a los más ancianos, las cosechas disminuyen y los precios también, la tierra ya no es tan generoso, cada día deben esforzarse más, los costos y la competencia, desconocida años atrás, los tiene desesperados, sienten que el sacrificio desplegado no es recompensado como antaño, hay preocupación en El Membrillo. Hasta las reuniones en la sede social y deportiva del club “El Membrillo Fútbol Club” ya no congregan a los pobladores como antes, ya no hay proyectos que tratar, tampoco ánimo para recibir o visitar a otros clubes de la zona, los recursos escasean hasta para la comida final en la cual todos participaban gustosos, ya nadie mata un chancho o invita a una rica cazuela de pava .
El desánimo se apodera de sus habitantes, los jóvenes solo piensan en emigrar buscando nuevos rumbos, oportunidades de trabajo, aunque no es fácil, la mayoría de ellos, lo único que sabe es “labrar la tierra”, somos campesinos dicen, ¿qué podemos hacer en la ciudad?
Sin embargo hoy ha sucedido algo inusual, Manuel un joven de 24 años, el hijo mayor de don Octavio, uno de los agricultores más antiguos del poblado, ha regresado. El pueblo está de fiesta, se trata del orgullo de los habitantes de El Membrillo, el único de los hijos de esta tierra que tuvo la oportunidad de estudiar, con la ayuda de todos sus amigos y los consejos de Doña Inés, que apenas llegada al pueblo se dio cuenta que Manuel tenía un gran potencial. El muchacho y también Don Octavio, la verdad, sólo querían trabajar la tierra, pero únicamente la insistencia de esta profesora hizo que el pensamiento cambiara y que este padre testarudo y a regañadientes se animara a enviar a estudiar a su hijo, “tienen razón”, el mundo a cambiado y ahora no se puede hacer nada sin educación”, y el joven, en compañía de su Maestra viajó a Ovalle y se matriculó en el Liceo Agrícola donde se tituló de Técnico Agrícola.
De eso ya habían pasado más de 3 años, período en el cual Manuel trabajaba, pero no en lo suyo, seguía viviendo en Ovalle y se ganaba la vida como empleado en una barraca cercana a la feria, cada vez que podía en algún horario libre visitaba el recinto, revisaba precios, medía calidades, se entretenía conversando con Don Enrique en el sector de mayoristas, sobre la vida, el mundo, la política, no entendía mucho, pero el viejo era simpático. Le entristeció la muerte de Carvajal el vecino, un personaje, antiguo comerciante del recinto, alegre y amigo de sus amigos, siempre lo saludaba con su vozarrón característico, “como estay negro”, sentía que eso era lo que le gustaba, la producción y comercialización de productos agrícolas. En todos estos años jamás pudo ejercer, la pena lo embargaba, pero nunca cejaba, jamás le contó a su padre sus penas, siempre con el espíritu en alto y buscando una oportunidad. Ahora regresaba al pueblo, motivado por la enfermedad de su padre y la necesidad de cuidar a su numerosa familia, era el mayor y debía responder como tal.
Manuel, se caracterizó desde niño por su espíritu inquieto, por su inteligencia y su dedicación al trabajo. Todos en el pueblo recordaban la primera vez que participó en la siembra de papas, acompañando a su padre, tenía sólo 7 años, pero trabajó como un campesino más, y lo orgulloso que se sentía cuando llenó para la cosecha su primer saco .
En la mañana, lo primero que hizo, fue partir al colegio a saludar a su profesora, el abrazo y la emoción fue muy fuerte, a la maestra le contó sus penurias, ésta lo escucho en silencio y con el llanto contenido. Le apenaba la situación, pero a la vez sentía que su muchacho se estaba haciendo hombre, admiraba su fortaleza y deseos de superación, como era jueves al llegar a casa le rezaría a pompeyita, le tenía mucha fe, jamás le había fallado, me siento muy orgullosa de ti y ya verás como las cosas cambiarán, ten fe en Dios, EL proveerá.
En la noche Manuel pudo conversar con su padre y éste le comentó lo difícil de la situación en el pueblo y su preocupación por los más pequeños, que voy hacer le decía, no puedo dejar que tu madre cargue con toda la responsabilidad, el hijo lo tranquiliza, ahora yo te ayudaré papá, no te preocupes, saldremos adelante y esa misma noche decidió quedarse junto a los suyos, no volvería a Ovalle, la polola, eso esperaba, ella entendería, ya habrá tiempo para el amor, pero ahora El Membrillo lo necesitaba, se sentía importante, útil .
Con el paso de los días y ya incorporado de lleno a las tareas del campo, Manuel se dio cuenta que el sistema empleado por años no podía continuar, cada uno tenía distintos cultivos, eran pequeñas cantidades, con rendimientos bajos por hectárea, no se aplicaban nutrientes, los fertilizantes no eran los adecuados, los insecticidas obsoletos, había que cambiar los métodos de trabajo, la tarea no sería fácil y como cada vez que tenía un problema, acudió donde su maestra y le explico su plan. Doña Inés estaba radiante, su muchacho la convenció plenamente, ella sabía poco de agricultura, nada para ser precisos, pero su sentido común le indicaba que Manuel estaba en lo cierto. No hay más que hablar, citemos a una reunión le dijo, con esa firmeza que sus alumnos ya conocían, la reunión será en la escuela, así aprovecho de pedirles ayuda para las reparaciones que tanta falta nos hacen, si todo sale como esperamos.
Los más ancianos lo miraron con recelo, la ciudad lo había cambiado, como era posible que este muchacho sin experiencia, pretendiera decirles a ellos lo que había que hacer, pero lo escucharían, por respeto a la Maestra y al viejo Octavio; los más jóvenes estaban expectantes. En esa reunión Manuel hizo un análisis de la situación, les habló de rendimientos, de riego tecnificado, de los mercados, de la ley de oferta y demanda, de la globalización, de exportaciones y finalmente les indicó que ellos tenían un gran capital, el agua, la tierra y su trabajo, pero que el futuro sería promisorio sólo si se asociaban, que debían unir sus fuerzas y concentrarse en un cultivo único, que la meta era transformase en exportadores. Los más antiguos no daban crédito a lo que escuchaban, no estaban acostumbrados a depender de otros, ni menos que un joven sin experiencia les dijera lo que había que hacer, la reunión era una pérdida de tiempo, se alzaron voces en contra de tanta lesera, la Maestra que acompañaba a Manuel se paró de su asiento y tal como si tratara de una reunión de apoderados con un fuerte golpe en la mesa pidió silencio, y volviéndose a su antiguo alumno le dijo, continúe.
Manuel un poco turbado por la situación y convencido de que su propuesta era el único camino para salir de la difícil situación en que se encontraba el pueblo, toma nuevamente la palabra, y explica que con el sistema asociativo podrían recurrir a la ayuda estatal, que la idea era formar un PROFO y a través de él generar un sistema de producción único, con apoyo administrativo y comercial, que la alternativa más viable por los estudios existentes sería la producción de Pimentón, producto muy apetecido en España, Méjico y otros países; que la ventaja del sistema asociativo era estabilizar el trabajo al permitir la producción de mayores cantidades de un mismo producto, de mejor calidad y asegurar buenos precios. Para reafirmar lo anterior comentó lo sucedido con los productores de tomate de Tulahuen, que hoy después de su asociación, toda su producción era exportada a Japón, logrando revertir una situación parecida a la de ellos.
Don Octavio que a pesar de los ruegos de su familia asistió a la reunión, permaneciendo en silencio, pidió la palabra, señaló que todos lo conocían y sabían que él jamas apoyaría algo que los pudiera perjudicar, por lo cual pidió calma y que le dieran, a su hijo, una oportunidad para demostrar que lo que decía era cierto. Luego de una serie de intervenciones, estuvieron de acuerdo en llevar a cabo el plan, por un período de dos años, al cabo del cual se volverían a reunir para tomar una decisión, porque no estaban del todo convencidos de su utilidad.
Durante el período Manuel se entrevistó con cuanta autoridad fuere posible, golpeó todas las puertas imaginables, armó su Profo, contactó compradores y productores, viajò a Méjico junto con el agrónomo que los asesoraba, para finalmente firmar en el estado de Jalisco, el primer contrato de exportación de Pimentón del PROFO El Membrillo S.A. Mientras lo hacía, no podía dejar de pensar en su pueblo, en sus padres, en la familia, en los viejos amigos de la Feria, sus compañeros de trabajo en la barraca que al principio lo miraban sólo como un chico soñador, y que hoy sonríen orgullosos por su triunfo. En la profesora que Dios puso en su camino; en su polola, ahora tendría tiempo para ella. El agrónomo que lo acompañaba, gestor de innumerables ruedas de negocios y creador de otros Profos, con un apretón de manos y un fuerte abrazo lo saco de sus cavilaciones, buen trabajo, felicitaciones. Don Enrique, le dijo, te envía sus saludos, porque lo que Manuel no sabía era que su compañero de viaje era hijo de la persona con la cual charlaba sobre sus sueños en la bodega Nº 7 de la feria de Ovalle. Lo que sucedió en el tiempo que va entre la firma de los contratos y la subida al avión para volver al Chile querido, no está muy claro, solamente diremos que la sonrisa de Manuel sólo se borró al pasar las zonas de turbulencias cuando el avión sobrevolaba Brasil .
El Pueblo El Membrillo estaba de fiesta, la comunidad en pleno esperaba por Manuel, la Maestra Inés no cabía en sí con tanto orgullo; su escuela lucía radiante, las calaminas en su sitio, todas la ventanas con sus vidrios relucientes y la pintura recién terminaba de secarse. No fue necesario el aporte del pueblo, la Municipalidad se puso, tenían invitados de lujo, la señora Alcaldesa, el director de la CORFO, el presidente del club deportivo de Barraza Bajo, un concejal, el Cura de Barraza y La Reina de la Primavera, esta vez comería poco, lo prometió. Las cazuelas se preparaban, el arroyado de chancho como en sus mejores tiempos, los niños del colegio ensayaban las cuecas y, para el baile nocturno, porque la cosa había que celebrarla en grande, se contaría con el afamado grupo ovallino, Coscacho Morales y sus Master.
La espera termina, Manuel llega al pueblo, la tarea esta cumplida, se sentía orgulloso, estaba en lo suyo, tenía su propia parcela, al lado de su padre que lo esperó en el Terminal de buses de Ovalle, el que está cerca de la medialuna y que recuperado de su enfermedad era parte de la comitiva. Su madre lo esperaba en el pueblo sentada junto a las autoridades en el palco de honor .
Hoy día el pueblo El Membrillo, tiene luz eléctrica, se instaló un infocentro, las calles están pavimentadas, todas las casas tienen agua potable, cuentan con un supermercado sucursal de la cadena ovallina San Juan; hay locomoción diaria, la posta cuenta con ambulancia y dos paramédicos. Manuel se casó con su polola de siempre, tiene tres niños, sigue viviendo en el pueblo y continúa como gerente del Profo. La Maestra Inés al cabo de dos años jubiló, y al poco tiempo falleció , todo el pueblo concurrió a su funeral, el dolor fue inmenso, como último deseo pidió que la cremaran y que sus cenizas en un gesto de amor por su tierra fuesen arrojadas en el Río Limarí. Hoy la escuela “Maestra Inés Maluenda” tiene 3 profesores y un director.

Si usted viaja al pueblo El Membrillo, y se sienta en los bancos de la plaza construida frente a la entrada de la escuela, podrá escuchar la discusión de los viejos sobre el destino que pudo tener el pueblo si la oficina salitrera de Pedro de Valdivia aún fuera un campamento habitacional. Aunque no lo crea, tiene mucha relación.

Francisco Sánchez Barrera
Abril 2007
www.ovallinosiempre.cl

Texto agregado el 09-04-2007, y leído por 436 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
09-04-2007 Narración que dicen los que saben, de corte nacionalista que sin embargo no demerita sino enaltece al género. Realmente un agradable e ilustrativa aportación. Un saludo cordial marxtuein
 
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