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Inicio / Cuenteros Locales / Mikail_Desmoulins / Un Error LLamado Willian Salas

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Sobre la mesa, reposan varias clases de analgésicos. William los mira siempre con escepticismo; muy adentro de sí cree incapaces a aquellas bolitas nauseabundas de satisfacer sus dolores, el medico siempre insiste en su constancia, mira a William por aquellos lentes gruesos y gastados de marco oscuro y le repite la dosis; una de estas cada ocho horas, y otra de estas al despertar. William no tiene derecho a la replica por que el medico de inmediato atiende a otro paciente, hay que perder varias horas de en la vida para obtener quince minutos en la vida de un desconocido, hay que invertir un día de trabajo para lograr algunas pastas que juntas no valen más de mil pesos. Antes de venir estaba convencido de que su constancia le daría entender al doctor de que necesitaba un tratamiento más serio; desgraciadamente, cambiaron al individuo de costumbre, y el nuevo lo saturará de analgésicos por varios meses.

William no sabe si invertir otras dos horas de su tiempo pidiendo una droga que sabe será inútil. Al final abandona las instalaciones del centro de salud y se dirige a casa; su madre le dirá de nuevo que es culpa suya por no ser claro con el Doctor, William le dirá que hizo todo lo posible, pero que los especialistas del seguro no son humanos, son autómatas, y rara vez escuchan razones o circunstancias. Le agobia la idea de enfrentar a su madre, así que decide caminar un rato mientras es hora de almorzar. El centro de salud es una pequeña instalación saturada de personas desesperadas; todas vienen aquí por que no soportan sus cuerpos y desean ser satisfechos, William es uno de ellos, uno de tantos que no será comprendido. El sistema es una caja perfecta de emociones y realidades entrelazadas, aquí, William hace parte de los defectuosos, de los nocivos, de los que generan gastos, muy dentro de si no cree en los regalos gratuitos, no cree en sus derechos, y le ofende tener que arrastrarse para convertirse en un número archivado. Muy en el fondo se siente humillado, y parte de esa ira se va a su cabeza, se convierte en pulsaciones que lo desesperan, y que lo obligan a revolcarse en el suelo durante algunos instantes. Ese dolor, que empieza a considerar majestuoso, lo obliga a ver las cosas de manera diferente. ¡Cuan resignada se ha vuelto su alma en los últimos meses! Al fin y al cabo cada uno de los que esta aquí viene a calmar una angustia, todas las angustias tienen algo de similares, todas las almas al fin y al cabo son iguales unas con otras.

Es complicado el devenir del tiempo cuando no le soportas como esta escrito. Las cajas metálicas que tan inútilmente ruedan sobre el asfalto hacen ver al mundo absurdo, extraño, mecánico y perfecto. Alguna palanca escondida detrás de las montañas activa ese dispositivo que impulsa a los hombres a ser tan irreflexivos; William no quiere pensar en irrelevancias, quiere dormir algún largo ensueño que aproxime la calma a un punto verdaderamente placentero. William ahora huye, huye por que es un desconocido, huye por que su cuerpo le repudia y desea descansar de esa inconstancia llamada vida, huye por que no comprende, por que no significa nada y no es nada para el todo que presencia, tan perfecto, tan superficial y tan eminente.

William llega a casa sudando, insolado y con él estomago ansioso. Su madre grita desesperada por una explicación que no es necesaria, William solo responde con una mirada silenciosa, nada a pasado de novedoso, tan solo las viejas Desgracias dilapidadas de siempre, nada calmará sus necesidades físicas, nada consolara sus penas y sus infortunios. El nuevo amante de su madre es un guardia de seguridad relacionado con los paramilitares; William no puede evitar ver su arma sobre la mesa, no logra evitar la fascinación, su gusto extraño por ese poder silencioso de la superioridad bélica. Sube las escaleras, entra a su cuarto para refugiarse de los insultos de la mujer que le condeno a la vida. Su cama es un tirón de madera de varios años de antigüedad. William sierra los ojos y trata de dormir algunos instantes. Sabe que caminar bajo el sol del mediodía no será un evento gratuito, espera lo inevitable.

Ella entra después de un par de horas. Al verlo tirado en el suelo le hace preguntas absurdas, William no reclamó la droga, William no le dijo al medico nada por que William es un mediocre, ella lo golpea y le advierte que no tiene dinero ni tiempo para levarlo por urgencias, luego se va por que su amante la llama, aquel individuo es incapaz de sobrellevar la ansiedad.

El dolor penetra a través de sus sentidos y se pasea por su medula. William olvida el tiempo, olvida su cuerpo y olvida el destino. El dolor es tan intenso que lo considera eterno, el dolor es tan perfecto que lo considera divino; es una maldición desconocida, una condena equivocada, el no recuerda haber hecho algo tan grave, tan penetrante, tan terrible. Un instante de paz parece una lucida mentira, no hay instantes en el pasado libres de dolor; ahora se da cuenta de aquello que otros consideran herético, el sufrimiento siempre ha estado con él, nunca se ha ido, nunca lo ha abandonado. El sufrimiento es ese único designio que no lo ha cedido a los engaños de la vida mundana, algo de calor inunda su pecho y se da cuenta de que esta llorando, el dolor, ese a sido el único motivo de su vida.

Ya era de madrugada cuando William despierta. Conoció el infierno en cada uno de sus poros, William ha descubierto un secreto esta noche, y teme que el dolor regrese para obligarle a revelarlo. Baja al comedor de la casa y encuentra el arma de su casi padrastro, la toma y va en busca de su madre. Los encuentra entrelazados y desnudos, aun dormidos en la cama que un día fue de su progenitor; recuerda que ha odiado a esa mujer durante los últimos cinco años, ¿merecen los hechos entrelazarse? Alguna lágrima trivial aun se desplaza por sus mejillas, esta, y todas las suplicas, son absurdas. El odio, esa emoción tan pura y sublime, se hace insignificante; en algún momento de la vida todos descubrimos ese don secreto de las circunstancias, por que divino o no, el mundo es perfecto, y todos, sin importar las razones, somos ajenos e innecesarios. Aquello que tan ingenuamente llamamos felicidad resulta ser solo un vago espejismo, una búsqueda obligatoria para mitigar el frío, la soledad, y la desesperanza. Ese frío que nos aterra, pero que resulta ser nuestra única realidad; algunos afortunados logran huir completamente, pero otros nacieron condenados a vivir esas circunstancias sin posibilidades de defenderse; ¿no son entonces ridículos los prejuicios en contra de nuestras particularidades personales?, por que el drogadicto es tan esclavo como el mas santo de los religiosos, y el fascista es tan ajeno a si mismo como lo es el tímido o cobarde. Todos huimos, sin importar hacia donde, huimos incluso odiando a quienes no huyen hacia el mismo lugar que nosotros. William, incapaz de levantarse, hace parte de aquellos que nunca lograron esconderse. En cambio ella, ella huye, pero escogió el lugar mas bajo, en donde solo puedes sentirte bien a través de la miseria y el sufrimiento de otros. Ella ha sido culpable de muchas desgracias superfluas, algo inevitable sucede, algo de sangre mancha la sucia pared descolorida por los años.


La gente lo dijo, William se ha suicidado, cosa que talvez no es radicalmente cierta. El solo apretó el gatillo en el momento necesario, el solo dio él último paso, fundamental, preciso e ineludible.
















Texto agregado el 17-04-2007, y leído por 87 visitantes. (0 votos)


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