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LA LEY DE LA GRAVEDAD


LA LEY DE LA GRAVEDAD


El destino de muchos hombres dependió de tener o no una biblioteca en su hogar paterno.
Edmundo D´Amicis (1866- 1908) Escritor italiano.
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Tristes aunque orgullosas continuaban sintiéndose las cultas paredes de la hermosa biblioteca del pueblo. Mejores momentos habían vivido en otros tiempos no muy lejanos. Poco a poco, con el transcurrir de segundos inagotables marcando siempre el mismo ritmo, la biblioteca se había ido deteriorando. La iluminación no era la adecuada, resultaba pobre entre tanto libro deseoso de ser cogido para revelar sus más íntimos secretos internos, y sus agrietadas paredes pedían a gritos una mano de pintura. El polvo se adueñó del lugar, las arañas campaban a sus anchas hasta el punto de ver por todos los rincones del alto techo blancas telarañas trenzadas.
Algo debía suceder, y sucedió…
La ley de la gravedad hizo una excepción y aunque tenía pactado que la tinta impresa quedase siempre sobre el papel mientras ningún líquido la mojase, o ningún agente externo lo impidiese, aquél día actuó diferente dada la gravedad del asunto.
Fue ese mismo día cuando el joven Dante, uno de los pocos habitantes del pueblo que frecuentaba la biblioteca, entró en ella dispuesto a elegir algún libro sin saber que sería el último. Todos querían ser el elegido pero el chico sólo podía escoger uno. Se tomó su tiempo, recorrió uno a uno los pasillos. Sus manos acariciaron más de un lomo, sus ojos leyeron más de cien títulos, hasta que al final eligió uno de aventuras: Robinson Crusoe escrito por Daniel Defoe.
Abandonó la biblioteca dejándola en el más absoluto silencio. Un libro de cuentos fantásticos no pudo aguantar más, y empezó a gotear letras del índice. Más tarde las de la primera hoja, y así sucesivamente hasta las tres últimas letras que daban por acabado los cuentos de aquel libro. Parecía cómo si se hubiese puesto a llorar lágrimas negras ¿Era el principio del fin de la biblioteca? El libro hizo un gran esfuerzo intentando que las letras se pusiesen de nuevo en su lugar, pero no obtuvo éxito, las letras se pusieron donde les vino en gana desbaratando cualquier palabra coherente. El libro finalmente se dio por vencido y la tinta resbaló hacía abajo dejando un charquito que empapó parte de la estantería. Era peor que ver una triste sopa de letras derramada por el suelo ya que no se diferenciaba una letra de otra, sólo destacaba el negro color esparcido por el suelo. Inmediatamente después, al libro que estaba a su lado le empezó a suceder lo mismo. ¿Que sentido tenía que todas aquellas letras estuviesen bien ordenadas unas encima de las otras sin que nadie se aprovechase de los conocimientos que aquellos textos podían proporcionar? Empezó el efecto dominó, poco a poco y en secuencia la tinta de todos los libros se iba escurriendo de las hojas. El negro color inundó el suelo de toda la biblioteca simulando un mar contaminado, lleno de letras muertas y aguas de ignorancia. La ley de la gravedad estaba actuando de forma rotunda y sin contemplaciones pero la situación dio un giro inesperado. El día había sido muy triste, la noche aún lo sería más. Quiso la fatalidad que se quemara la casa vecina a la biblioteca y que compartía pared con ella. La gente se creyó que los libros se perdieron por el incendio sin saber que antes de eso, ya estaban muertos.

Pocas personas echaron en falta la biblioteca, total si nunca la hacían servir.
Dante hizo una escultura en la que unos niños jugaban con libros puestos a modo de barquitos de papel sobre tinta azul dando a entender lo bien que él se lo había pasado leyendo libros. La colocaron justo al lado dónde ocurrió el desastre.
Dante guardó el libro que se salvó del incendio como oro en paño.
El tiempo fue pasando. Sólo habían sobrevivido los cuentos que las personas mayores contaban a los niños antes de que se acostasen y alguno que otro más.

A Dante sus hijos le habían convertido en abuelo, cuando eso sucedió se dio cuenta que empezaba a perder memoria. Fue entonces cuando tomó la decisión de escribir sobre papel los cuentos que recordaba.
Pasados unos años, cuando sus nietos empezaron a pedir compañía antes de dormirse, él ya había juntado una buena colección de cuentos, y no sólo se había entretenido en escribirlos de su puño y letra, también los había acompañado de bonitos dibujos que hacían más fácil la comprensión a los niños.
Sus nietos hablaban en el colegio tan bien de los cuentos de su abuelo que al final éste tuvo que no sólo ir a la escuela a enseñarlos, sino también a contarlos. El éxito que tuvo en el colegio fue tan grande que pronto decidieron hacer un taller. En él los niños con la ayuda de la profesora y del propio Dante hicieron una biblioteca no sólo de cuentos de siempre, sino también de cuentos inventados por ellos. Ahora se les podía ver mucho más contentos que antes de que el pequeño milagro sucediese, no sólo pintaban y escribían, también ponían alas a su imaginación que para los niños es fundamental.

Pasó el tiempo, Dante ya había fallecido pero los nietos de éste estaban muy orgullosos del abuelo.
Aquel día fueron con sus hijos a la inauguración de la nueva biblioteca del pueblo y se emocionaron al destapar la placa en la que podía leerse: BIBLIOTECA DANTE. Una vez dentro se dirigieron hacia la sección de cuentos infantiles donde sabían que encontrarían los cuentos escritos y dibujados por el propio Dante.
Todos los habitantes del pueblo se hicieron socios de la biblioteca, algunos llegaron por recomendación, otros por curiosidad, pero todos hallaron un punto de reencuentro y reflexión. En un ambiente acogedor encontraron sus propios sueños, nuevos caminos y la sensación constante de abrir y cerrar puertas a la imaginación.
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Por el grosor del polvo en los lomos de los libros de una biblioteca pública puede medirse la cultura de un pueblo.

John Steinbeck (1902 – 1968) Novelista estadounidense.



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Quiero dar las gracias por el pulido del texto a:

CLARALUZ

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Texto agregado el 22-04-2007, y leído por 1613 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
24-05-2007 Me pareció un cuento lleno de ternura. Las imágenes de esos libros llorando tinta y desapareciendo de esa forma me ha parece sublime. Me quedo con las ganas de luchar, de hacerse ver y escuchar. Me encantó Fran, un placer leerlo. 5* Claraluz
22-04-2007 Me encantó, mire tiene un encantamiento especial cuando los libros comenzaron a llorar, la imágenes que me vinieron fueron preciosas, nostálgicas. Tiene este texto encerrado un mun do de enseñanza empapelada en una narrativa muy, como decir la palabra justa, muy al modo antíguo, usa un excelente poder de síntesis cuando pasa de un tramo de edad y vida a otro, de niño a abuelo y así. Encantador escrito sin duda, nostálgico, positivo, enaltecedor, felicidades, es estupenda. lapluma_impresa
 
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