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Ayer tarde cuando llegábamos en el auto a casa, antes de bajar con tu mano izquierda pulsaste la tecla de apagado de la radio, te miré y me sorprendí, por un instante, por un momento imperceptible, un segundo tal vez, tuve una hermosa visión cuando volteaste la cabeza, fue entonces cuando vi tu rostro más joven, más brillante y rejuvenecido, seguramente porque la luz del día sé hacia cada vez más tenue y la sombra del ocaso cubría la tarde a cada instante más y más para oscurecerla en unos pocos minutos, o tal vez te mire con el alma de ese tiempo ido que junto compartimos, solo sé que, ese momento mágico me hizo recordar de cuando recién te conocía, cuando tenias esos frescos y tiernos veinte años, cuando el perfil de tu rostro adorable lucia joven y virginal, cuando el cabello largo te caía por la espalda amarrado y semejaba una cola de caballo, tu cuello, tus mejillas y cuerpo eran notoriamente más delgados, recordé la belleza joven y tersa que en ese entonces cubría tu cuerpo, volví a ver esa bella muchacha de la que me enamoré perdidamente, volvió a mis recuerdos esa minifalda, esa que lucias coqueta en nuestros días juveniles, esa que dejaba ver gran parte a las columnas perfectamente torneada que sostenían tu querida y amada anatomía, esa prenda que cuando la vestías aceleraba notoriamente los latidos de este corazón que tenias embrujado, cautivo y esclavizado y del que te adueñaste en forma absoluta. Esa visión, me hizo suspirar al recordar esos lindos años de nuestra juventud, esos bellos momentos que disfrutábamos por el sólo hecho de estar uno al lado del otro, esos silencios tranquilos cuando apoyabas tu cabeza en mi pecho y te juraba mi infinito amor que gracias a Dios, traspasaría los tiempos. Esos bellos, largos y eternos besos, esas caminatas que disfrutábamos abrazados o tomados de la mano y que a cada cierta cantidad de pasos nos deteníamos para entregarnos en una extensa e interminable caricia de nuestras bocas, esos momentos mágicos del atardecer cuando caminábamos juntos y en otros instantes corríamos descalzos por la playa y cuando en algún atardecer te regalaba la puesta maravillosa del sol en el Pacífico, recorde aquellos encarnados arreboles que llegaban acompañar ese enorme y profundo cariño que nos entregábamos, recuerdo los días de Plenilunio, la Luna era solamente para ti como regalo de mí amor profundo, ese amor que tenia impregnado de ti hasta en las más recónditas células de mi cuerpo y que el tiempo se encargo de aumentarlo a lo largo de nuestra vida enamorada.
Esa maravillosa visión me hizo suspirar, la verdad, fue un sonido que salió de las profundidades de mi cuerpo y alma, tal vez nunca lo había hecho de esa manera, porque te detuviste en lo que hacías, me miraste inquisitivamente por un momento y con el ceño fruncido preguntaste:

-¿Que té pasa?. ¿Por qué suspiras y me miras así?-.

-Por nada,..mi amor…. es decir,... mi corazón suspira por ti cariño mío - conteste.

-Ja ja ja no me hagas reír, - respondiste.

-No te rías de un alma enamorada – repliqué

-¿Desde cuando te volvieron esos suspiros y esas palabras de amor? - me contestaste.

- Desde siempre corazón, sólo que tu no quieres ver lo siempre te he expresado –

En ese instante tomé su mano derecha y la acaricie con mi izquierda, introduje mis dedos en los de ella, la tome por los hombros con mi mano libre como solía hacerlo en eso tiempos idos, la acerque a mi cuerpo con suavidad y afecto. Ella adivinando lo que quería y simulando una pequeña defensa dijo:

-¡Cuidado que nos pueden ver!-

-Y a quien le importa que nos demos un beso.- Repuse, besándola con cariño y ternura.

-¡Mira! nos están viendo,.. no sea loco! - dijiste en ese instante.

Efectivamente, una de nuestras hijas y el hijo menor estaban en la ventana, al percatarse que nos dimos cuenta de su presencia, nos hicieron señas con una sonrisa en los labios, parece que también estaban felices por el cariño que nos demostrábamos, creo que eso que veían en sus padres era bueno para ellos, sólo que al entrar mi hija ensayo un reproche diciéndonos:

-¿Y ustedes que se creen?. Tal vez un par de pololos que se andan besando en la calle.
-No te preocupes hija, todos tenemos derecho a un beso, además no andábamos libremente por la calle, ¡estábamos en el auto! - replique.

Te mire sonriendo y en complicidad agachaste la cabeza, demostrando que estabas de acuerdo y sentías los mismos deseos que yo de disfrutar unos momentos solos en la intimidad de nuestra nido....



Texto agregado el 23-04-2007, y leído por 316 visitantes. (15 votos)


Lectores Opinan
04-10-2010 Oh, ese amor de juventud que perdura con los años, es el que tiene un sabor especial. Es lo más divino que puede suceder en la vida de una pareja. Qué bella forma de relatarlo, qué ternuna. Me siento reflejada en cada una de esas impecables frases dedicadas al romance. !Precioso, bellísimo!! inkaswork
26-05-2010 El romantisismo, pienso que fue la mejor corriente literaria de todas, porque el amor perduró y perdurará por siempre, muy linda tu redacción, mi voto y un abrazo gordinflon
18-05-2010 exelente texto. me impresiono, una forma singular de escribir, te dejo mis eternas supernovas. el_mesiaz
15-05-2010 otros tiempos pero los sentimientos persisten miriades
16-08-2009 Precioso el texto, el amor de siempre aunque el tiempo `pase , me encantó =D mis cariños dulce-quimera
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