Los árboles me llevan fláccidamente a los viejos recuerdos 
de un reciente pasado, que con el odio ambiguo, naufrague. 
Los topetazos que la vida me ha entregado ante mis ojos 
me elevan con el temor del niño viendo su cometa fallecer. 
	 
Desangremos los dolores de todos aquellos hombres cuerdos 
para después conseguir un verdadero mar, lleno del desagüe 
producido por la sangre viva de los muertos, cuando están flojos, 
que nos han dejado sus urnas para ver siempre su bello florecer. 
 
La carne, la maldita carne humana que nos lleva al pecado 
será por siempre la causante del remordimiento pesado. 
La bella luna, que no nos alumbra en esta misma noche 
nos llevará a los más viejos mares perdidos del amor de boche. 
 
Cuenta las intrigas que nos juntaron en esta maligna relación, 
que los pensamientos traicionen las mismas paradas de los buses. 
Saltando del parque al estanque de vida, ¿Ves alguna acción? 
De inmediato yo llegaré, solo, cantando; pero no abuses. 
 
Las letras se van acabando en este martirio que me carcome, 
con su juegos y definiciones. 
No dejes que la vida te toque, y así lleguen y se asomen 
en tu puerta esas decisiones. 
 
Abrazados en la vida que nos dieron los dioses olímpicos 
buscaré la forma de producir más amor. 
Conjugados en versos y verbos, maldiciendo todos los picos 
y bajo nuestra fuga, encontraré clamor. 
 
Loa a los Ángeles que cuidan la ruta a seguir, sin luz, 
y con los dedos apunta al infinito acromático. 
Presiona a los peatones noctámbulos del cielo 
que te den paso entre todas estas carcomidas alturas. 
 
Para entonces cuando ya tengas todo en las manos 
prende el carbón que te regale 
préndelo con el ímpetu del mar forrajero 
azótalo como dueño a esclavo 
refútalo para que no presione tu desgracia.  |