| En el principio de los tiempos, hombres y mujeres aprendimos el eterno juego del gato y el ratón.Es un torneo de seducción, de escondidas, de descubrirse, alejarse y reencontrarse.
 Ellos cazadores desde siempre, lo llevan en sus genes, necesitan sentir la adrenalina de alcanzar la presa.
 Nosotras, reinas de nuestros dominios, sabias y receptivas, conocemos las sutilezas del juego.
 Mucha agua corrió por el río de la vida a lo largo de  millones de años. Ellos murieron en guerras sin sentido, nosotras resistimos sosteniendo la vida.
 Ellos asumieron el poder, nos relegaron a posiciones de sumisión impensadas.
 Entre bambalinas, tejimos nuestras telarañas, un entramado cuidadosamente armado sin mostrar la estrategia.
 Lenta, pero inexorablemente fuimos resurgiendo de las cenizas del exilio.
 Poco a poco reclamamos nuestro lugar en el mundo, no para someterlos, sino para acompasarnos.
 Cada día miles de mujeres en diferentes lugares de la tierra van despertándose del letargo y reclamando sus derechos.
 Vamos saliendo del capullo, nos convertimos en maravillosas mariposas multicolores y asumimos el rol protagónico de nuestra vida.
 Ellos observan con admiración y asombro cómo crece esa luz que ilumina el mundo. Se sienten desconcertados, desilusionados, secretamente envidiosos del fenómeno que presencian.
 Sabias, eternas, avanzamos, arremetemos, con fuerza, sutileza, pasión y garra.
 Desplegamos las alas, y remontamos vuelo hacia nuestros sueños.
 Conscientes de nuestro poder, nos escondemos, nos mostramos, seducimos seguimos jugando el eterno juego del gato y el ratón.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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