Miro el mundo con tus ojos
desde mi oscuridad,
inutilmente hambrienta,
reflejada en la luna,
estirando mi corazón
para rozar tu alma,

-nostalgica vehemencia sombría-

la de hallarte,
una noche cualquiera,
en el silencio simple
de una lámpara.
Si vieras las cenizas,
que se acumulan
en antiguos homenajes,
hundiéndome,
en esta perdida eterna,
que siempre ronda
por las mismas calles
y me vuelve esclava
de mi propia muerte.
Miro al mundo con mis ojos,
desde tu brillante luz
y se que soy la sombra,
el nombre borroneado,
tristemente,
fatalmente,
de tus párpados.