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Inicio / Cuenteros Locales / venator / Pasión y desmesura.

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Me había retrasado, Danisa estaba esperándome desde hace rato, horas, en realidad, debía estar furiosa conmigo. Por desgracia, esto era relativamente frecuente, pero ella sólo usaba el temido siempre o nunca, jamás el de vez en cuando o casi siempre. Cuando esto sucedía su reacción era de una indiferencia superlativa hacia mí, era un castigo que apelaba directamente a los ámbitos sentimentales. Los códigos femeninos se imponían. Éstos eran frecuentemente usados en beneficio propio puesto que constituían privilegios, como el cambiar de opinión sin explicar el porqué y llegar o salir atrasada ante un compromiso.
Nuestro encuentro fue distante y silencioso, casi gélido. Pero, pero yo no tenía cómo explicar mi inexcusable y desconsiderado retardo, sin haberla llamado antes por lo menos. Era difícil hacerlo, por ello recurrí al modo más adecuado para salvar estas circunstancias. Me tiré al suelo, como usualmente se llama a la actitud resignada y penitente, para conmoverla. Ella no reaccionó al instante pero poco a poco fue cambiando, volviéndose cariñosa como siempre. La cercanía de nuestros cuerpos me hacia percibir su delicado perfume, el cual yo aspiraba profusamente pues éste me encantaba y excitaba, al mismo tiempo, y que combinado con su lenguaje corporal, seguramente aprendido y practicado a menudo, le daba un aspecto más femenino, sensual y apasionado, que constituía la promesa de un voluptuoso deleite físico.
El beso posterior fue intenso, prolongado y profundo, nuestros labios se juntaron ardientes y apretadamente, nuestras lenguas jugueteaban ardorosas y de manera frenética entre nuestras bocas, tratando de sorbernos el alma y adentrarnos plenamente el uno al otro. El deseo era mutuo y nuestra atracción intensa, teníamos premura para fundirnos mutuamente en un solo cuerpo. No podía estar sin ella, acariciarla suavemente era un gozo enorme. A estas alturas, los abrazos eran más fuertes y las caricias más atrevidas y apasionadas, nuestros cuerpos se juntaban más y más hasta quedar férreamente entrelazados. Ese era el momento supremo, cuando sólo nos acariciábamos abandonados a nuestros sentidos y emociones.
Movimientos y también tenues susurros, cual ronroneo, eran parte de este ritual amoroso. Luego de estos arrebatos pasionales, me separaba un poco, la abrazaba tiernamente y le daba un largo y amoroso beso para que no hubiese distanciamiento inmediato. Mis sentimientos hacia ella eran algo que todavía no podía definir. Lo físico era lo principal, pero su carácter y modo de ser también me hechizaba; no obstante, de cuando en vez me preguntaba si esto no era más que una aventura o el inicio de algo más serio y perdurable
Ella notó mi aire pensativo y, como siempre lo hacia luego de las demostraciones amorosas efusivas, me preguntó qué me pasaba. Súbitamente una duda surgió en ella, - ¿no estás contento? -preguntó.
Yo sabía que debía responderle de inmediato que sí, y luego abrazarla acariciando lentamente su cuerpo, para terminar con un apretado beso. Ella no me exigía reciprocidad y parecía contenta con mi actuación en general, excepto cuando la dejaba esperando. Era de aquellas mujeres que, contrariamente al hombre, basaba su felicidad en que su pareja estuviese contenta en vez del hombre que prefiere estar contento. Nosotros, sólo éramos felices cuando estábamos y nos sentíamos contentos. Le contesté que no y que, por el contrario, estaba contento. Qué cómo podía pensar eso, si ella sabía que me hacía muy feliz. Sin embargo, contradictoriamente, me levanté de la cama y comencé a vestirme.
- Perdóname, pero debo realizar unos trámites.- fue la torpe excusa que le di.
- ¡Lo encuentro terrible! Es atroz que seas tan descortés de partir así no más cuando apenas has llegado, después que me has dejado plantado horas… y cuando recién hemos estado juntos- me reconvino
- ¡Cómo eres! Esta vez sí que no te la perdono tan fácilmente. ¡Te pasaste de maleducado y desconsiderado!- continuó regañando y subiendo el tono cada vez más.
No le hice mucho caso porque lo que quería realmente era estar solo. Después, pensaba juntarme con mis amigos en un Pub cercano y charlar con ellos, cosa que no podía hacer con ella, no porque no fuese inteligente ni educada sino porque sus intereses eran otros. En el fondo, no quería entablar una relación más completa con ella pues percibía claramente su deseo de lograr un compromiso y una relación más estable y duradera. Situación a la cual yo me resistía. Todavía no estaba preparado ni aquéllo entraba en mis planes inmediatos, meditaba apresuradamente mientras salía de su departamento. Éste lo compartía con dos amigas, compañeras de Arte, que actualmente se encontraban fuera de la ciudad. Por ello estaba más enojada aún, ya que había preparado este encuentro con mucha antelación y yo lo arruinaba.
Bajé a pie las escaleras del edificio y salí a la calle, un helado viento me enfrió el rostro, que era el único lugar que llevaba al descubierto; era un otoño particularmente frío, aunque previo al ocaso había algunos minutos con un tenue sol, que no calentaba sino que más bien iluminaba el ambiente embelleciendo las caída de las pardas hojas de los árboles. Era un hermoso panorama que invitaba a sentarse en un banco del parque para disfrutar de ese espectáculo. Por ello, me encaminé al lugar de reunión por el extenso parque que tenía enfrente. Enormes árboles rodeaban los senderos y los espacios de esparcimiento. Generalmente, estudiantes y escritores recorrían el parque para dialogar entre ellos y conversar sobre los temas de su interés, aunque no faltaban también las parejas que se arrullaban en los bancos o en el pasto mismo.
Estando ya en el parque, me senté en un solitario banquillo. Mis pensamientos recordaron las experiencias recientes, las que me provocaban sentimientos ambivalentes. Era cierto que Danisa cumplía la mayoría de mis expectativas. Educada, finalizando su carrera de arte, cariñosa y ardorosa en extremo, pero………. había algo que no me cuadraba del todo como para abandonar mi tren de vida usual. Algo me estaba sucediendo, ahora miraba las cosas desde otra perspectiva, diferente a la acostumbrada, barruntaba un cambio en mí por esta situación. Definitivamente todo no era lo mismo. Me levanté del banco y continué apresuradamente mi marcha hacia el lugar de reunión con mis amigos; allí seguramente me olvidaría de todo y me sumergiría en nuestras conversaciones usuales, las que fundamentalmente trataban acerca de mujeres y deportes.
Llegué al grato y acogedor establecimiento y oí unos gritos destemplados que me llamaban, visualice la mesa acostumbrada y vi a todos mis amigos ya reunidos; me integré de inmediato a sus conversaciones y pedí una cerveza bien helada.
De repente, se conversó acerca de mi situación amorosa. Preocupados me manifestaron que habían observado un notorio cambio en mí, el cual no era muy benéfico sino, por el contrario, era más bien perjudicial pues me apartaba de mis amigos y me sumía en largas cavilaciones, que lo único que me reportaban eran preocupaciones. Sus causas las atribuyeron, sin ambages, a mi relación con Danisa, la cual se había hecho muy absorbente y se advertía ostensiblemente que lo único que buscaba ella era atraparme para una relación formal, no importando el costo que ello significara. Asimismo, estimaban que Danisa no era en absoluto mi compañera ideal. Me incitaban vehementemente a terminar esta especie de atracción fatal y volver al redil de mis amigos de siempre y al exclusivo círculo que frecuentábamos, donde ciertamente encontraría a la mujer ideal para concretar mis planes futuros.
¡No malgastes más tu tiempo, ya obtuviste lo que querías, así que no empecines en esa dependencia únicamente sexual!- terminó diciendo mi mejor amigo
Seguimos bebiendo hasta muy tarde, de amanecida, y luego me fueron a dejar a mi casa pues yo no andaba motorizado. Se despidieron a gritos reiterándome que la cortara de una vez de andar hueviando por ahí.
En mi casa, un departamento amplio que mis padres me arrendaban, me sentía mareado, tambaleante y poco lúcido pero con las reprimendas de mis amigos grabadas en mi subconsciente. Envalentonado por el recuerdo de sus palabras, cogí el teléfono y marqué por medio de la memoria el número de Danisa.
Ella sintió el timbre del teléfono y entre sueños no quiso levantar el auricular pues supuso que si era importante volverían a llamar. Luego se sumergió en un profundo sueño, cansada física y mentalmente debido a las experiencias vividas en la tarde. De nuevo, el timbre del teléfono sonó por más tiempo, mientras ella decidía si era importante que atendiese o no, porque podía ser un número equivocado ya que a ella no la acostumbraban a llamar tan tarde, somnolientamente estiró el brazo para alcanzar el teléfono. Dudó antes de contestar y razonó de la misma manera anterior, entonces decidió volver a su confortable lecho y olvidarse del suceso. No obstante, ahora, no pudo conciliar de inmediato el sueño como la primera vez, su mente divagó acerca de los diferentes motivos que tendría ese llamado a altas horas de la madrugada.
Se despabiló completamente, sintiéndose angustiada, porque no sabía a qué atenerse. Dos llamados seguidos deberían ser importantes, quizá algo les pasó a sus padres o una de sus amigas estaba en apuros. No se le cruzó por la mente que fuese una llamada de su pareja pues sabía que él estaba con sus amigos, que lo cuidarían y dejarían en su domicilio, cualquiera que fuese su estado etílico. Nerviosamente, quedó a la espera del nuevo llamado, pero éste no llegó hasta pasados bastantes minutos, contestó con una voz quebrada y temerosa, la angustia había provocado en ella sus inconfortables efectos, provocándole ansiedad y temor ante lo desconocido que escucharía. Reconoció de inmediato mi voz cuando mencioné su nombre, aunque notó que mi voz estaba traposa y que sonaba muy diferente.
-¿Qué te pasó mi amor, estás en algún problema?-fue su respuesta instintiva. - ¿Dime dónde estás para ir a verte de inmediato?.
No la dejé continuar, frené bruscamente su cariñoso y preocupado interrogatorio, y fríamente le hablé.
-Danisa, he estado meditando mucho acerca de nuestra relación, y creo que ésta no nos conduce a nada, es como una crónica de un término anunciado, más temprano que tarde. Por ello deseo terminarla desde hoy, a partir de este momento- le dije fríamente
Danisa quedó estupefacta, lívida y no atinó a responder nada, respiró y me preguntó otra vez qué era lo que le había dicho pues, seguramente, ella había escuchado mal.
-¡No me entiendes. Quiero terminar contigo. No tenemos casi nada en común excepto el sexo y eso no me basta para mis expectativas futuras!- respondí nuevamente, casi gritándole
-Ya se nos pasó el cuarto de hora y más vale afrontarlo ahora antes que se nos complique más la situación- terminé diciéndole
La sorpresa inmovilizante se transformó en rabia, despecho y franco asco por mi comportamiento tan de poco hombre y desconsiderado, ya que no me atrevía a decírselo cara a cara y recurría a este medio para hacerlo.
-¡Qué te has imaginado pobre diablo, remedo de hombre, pequeño y triste huevón cobarde!- gritó
-Ándate a la mierda, que no quiero saber más de ti, nunca me esperé algo tan vil y cruel de parte tuya. -siguió vociferando
-¿Qué quieres que haga ahora, dejarte así como así, y que tú te salgas con la tuya de esta manera? -¡Ni lo pienses! ¡Te vas a acordar de mí aunque tú no quieras, porque no vas a encontrar a otra idiota como yo, que te amaba como eras e incondicionalmente! ¡Ni te lo sueñes, jamás la encontrarás !- fue lo último que dijo con una furia incontrastable.
Luego Danisa cortó. En realidad botó el teléfono furiosamente y cayó sollozante en su lecho. El llanto brotó a torrentes por un largo tiempo, no podía concebir lo sucedido, no lo entendía ni comprendía, cuando lo único que hizo ella fue entregarse completa y desinteresadamente. Su amor fue total, tal como se lo había gritado por teléfono.
- ¡Qué fallaba en mí que me sucedían estas cosas! -se repetía majaderamente. Luego de largos minutos, quizá horas, logró conciliar el sueño.
Mientras tanto, yo también caí en un soporífero sueño. Desperté tarde en la mañana, acordándome vagamente de lo que había hecho, pero no recordaba exactamente el tenor de mi conversación con Danisa. Deseché la idea de llamarla, debería dejar que los ánimos se calmaran y después conversar con ella. En realidad, ella no se lo merecía, había sido un perfecto canalla, sin justificación alguna. Torpe y sumisamente me dejé arrastrar por mis amigos, cosa que nunca había hecho de manera tan completa. Cada vez me sentía peor, física y moralmente. Cuestionaba mi hombría y mi valentía así como el detestable método utilizado con ella.
Comí algo, me duché bien y me afeité. Me vestí pulcramente. Estaba resuelto a ir a la casa de Danisa con el ánimo de aclarar las cosas. Estaba nervioso. No pude manejar. Por lo que decidí coger un taxi. Llegué a su casa. Dudé si tocar el timbre o utilizar la llave que ella me había dado. Decidí tocar el timbre. Nadie contestó en citófono, intenté de nuevo con el mismo resultado. Ansioso, empujé el portón y subí por las escaleras, abriendo con mi llave el pequeño departamento. Estaba vacío, sin muebles y ningún rastro que alguien lo hubiese habitado ayer. Se había desvanecido como se esconde la luna durante el día. Quedé atónito. No entendía nada de nada. No pude llamar a sus amigas pues el teléfono había sido desinstalado y sólo quedaba el enchufe.
Regresé a mi casa y me senté en un sillón, con la mirada en el vacío, permanecí de esta manera durante varias horas. No atinaba a nada. Sólo sabía que había perdido la oportunidad única en la vida de lograr una progresiva armonía y compenetración con una mujer que lo daba todo por mí. Ahora debía enfrentarme a otras mujeres cuyo único interés era buscar su propio desarrollo. Exigirían placer al igual que lo otorgaban. Estaría sometido a pruebas y desafíos constantes para satisfacer las aspiraciones de mi pareja, temiendo que si no cumplía los estándares exigidos, simplemente, me abandonarían sin pena ni gloria.
Cavilé y sentí una angustia enorme porque con Danisa yo no sentía presión alguna. Pero yo, torpe y entupidamente, había destrozado concientemente, una probabilidad real y no un simple sueño. No dejaba de pensar que uno en realidad busca voluntariamente su infelicidad y que rechaza toda posibilidad de ser feliz.¡He perdido! Mi gesto poco varonil fue una victoria a lo Pirro, perdí más de lo poco que gané, si es que efectivamente gané algo. Tendré que seguir adelante, pero el recuerdo de Danisa será una impronta que llevaré toda la vida, recordándome lo estúpido y cruel que fui y lo abyecto que podría llegar a ser. ¡En verdad soy un canalla y un pobre y triste huevón sin personalidad!¡ Qué estúpido fui!.
Mas, no podría ser que el Eterno Femenino me devolviese la esperanza ¿Quién sabe?¿Por qué no? Si la vida es un gerundio yo podría recuperar la posibilidad de ser feliz.

Texto agregado el 01-05-2007, y leído por 71 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
26-09-2007 Un error más Venator,posterior a Danisa posiblemente,si es que se acuerda. Ketti
 
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