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Cerca del mi antiguo barrio de mi juventud me reencontré con una Plazoleta que ya tenía olvidada. En ese entonces sus faroles eran de lujo y proporcionaban luz justo en los lugares más propicios. De ellos ya no queda ninguno. En su lugar habían puesto modernas luminarias. Este panorama me conmovió. Tantos recuerdos se me agolparon en la mente que de pronto mis pensamientos eran como un torbellino, impregnados de emociones diversas: añoranzas, libros, amores, penas y amigos que fueron parte de mi vida se retrataron vívidamente en aquel momento de ensimismamiento. La recorrí completa y lentamente acariciando los banquillos antiguos, los vetustos y rugosos troncos de aquellos árboles, con hojas amarillentas que se desprendían paulatina e inexorablemente de sus ramas, siendo impulsadas por el viento, flotando graciosamente en el aire. Los caminillos en derredor estaban implacablemente limpios, las plantas y el pasto de los jardines de los costados estaban igualmente bien mantenidos y eran regados con meticulosidad. La parte central no había cambiado y mantenía su antigua glorieta.

Así también, también en otras ocasiones, leo tranquilamente o simplemente me siento a ver el atardecer. Al igual que en el pasado, he visto a pocas parejas deambular o instaladas en los banquillos de la Plazoleta, cosa muy curiosa porque el lugar es muy apropiado para conversar o estar junto a una persona querida. En un día sábado cualquiera de fines de abril, cuando contemplaba los deshojados árboles y no perdía de vista al revoloteo de las hojas empujadas por el suelo o emprendiendo vuelos de corto trecho para después volver a caer, formando un montículo de hojas amarillentas esparcidas en el suelo, divisé a una mujer sentada en un banquillo leyendo un libro, el cual dejaba cada cierto tiempo para contemplar el mismo panorama que a mí me emocionaba. Esa vez no le hablé sino simplemente la observaba de reojo.

La segunda vez que la vi, sentí que debía acercarme para entablar una conversación con ella, pues ambos nos recreábamos al menos con dos cosas similares, leer y disfrutar del paisaje otoñal. Se notaba joven, quizá varios años menor que yo, pero eso no me pareció un impedimento para acercarme. Desenvueltamente me encamine hacia su banquillo y le pregunté si había vivido antes en el barrio. Ella me contestó que no, pero que hace poco había arrendado una casa cerca de allí. Era una mujer cercana a los cuarenta años. De inmediato se notaba que cuidaba de su figura, manteniéndose en forma, pues su cuerpo era delgado y curvilíneo, de acuerdo con su contextura y peso. Tenía el pelo color castaño oscuro, brilloso y que se percibía suave aun sin haberlo acariciado. De enormes ojos almendrados, color café verdoso, los que se maquillaba sutilmente para resaltar el impacto de su mirada. Nariz delgada y bien formada, cejas algo tupidas pero bien delineadas y cuidadas. Fino cuello y esbeltos hombros pequeños que seguían armónicamente la línea de su figura. Estos atributos le conferían un aire de feminidad y una sensualidad natural y espontánea. Su estatura era normal, cercana al metro sesenta y dos centímetros, sin tacos altos. Con ropa informal parecía más joven de lo que realmente era. Prontamente me percaté de que ella era de todo mi gusto, lo que me ratificaba el deseo y necesidad de conocerla más.

Sentí como una concusión interna, desde hace tiempo que no me impresionaba tanto con una mujer. Ella me gustó con tan sólo verla de cerca. Algo palpitó en mi interior, no era algo preciso sino más bien como la percepción de un fuerte impacto visual y emocional. Por ello, sin preguntarle a ella previamente, me senté a su lado y proseguí nuestra incipiente conversación.

- Mi nombre es Sergio, yo viví aquí antes cuando era joven pero no me acordaba para nada de esta Plazoleta, ahora que la he vuelto a encontrar se ha transformado en uno de mis lugares favoritos para descansar y leer.

- Yo me llamo Silvia y también como ti este lugar me cautivó desde el primer instante en que lo vi. Me da una serenidad que no logro obtener en el trabajo ni en la casa.

No quise preguntar nada acerca de su estado civil ya que esta situación podría demarcar muy rápidamente el terreno, limitándose con ello mi accionar. Decidí irme con calma y aprovechar los tempos que se iban produciendo en nuestras conversaciones. Mi acercamiento sería paulatino con un proceder festina lente, apresurándome despacio. Por consiguiente, no podía dejar todo esto en nada o en una mera conversación impersonal. Debía dar un pequeño paso para que este encuentro se repitiese y que también ella indirectamente supiese que yo era un hombre soltero que inicialmente se interesaba en ella, pero que no cometería la impertinencia y torpeza de proponerle algo fuera de lugar o destiempo.

- Yo viví muchos años alejado de este sector, pero debido a esas casualidades de la vida volví a radicarme aquí. Ahora vivo en el departamento que está frente a la Plazoleta por el lado sur - le comenté y proseguí de inmediato.

- Como ya está refrescando, ¿qué te parece si vamos a beber una rica taza de café con algún dulce o sándwich y así conversamos más? Me encantó haberte encontrado y conocido. Así podremos dialogar ya que por lo visto tenemos algunos gustos en común. Además después de tanto tiempo fuera del barrio ya no me queda ninguno de mis antiguos amigos aquí, así que vengo solo a la Plazoleta.

- Sí me tinca la idea, vamos. Pero Sergio ojalá que sea un lugar bonito y acogedor cerca de aquí. No estoy de ánimo para ir a un lugar de moda, prefiero uno donde se pueda conversar. -¡Como supongo que tú también lo deseas, o no! – replicó.

Se notó que era bastante asertiva pues sin dubitación alguna se preguntó y respondió ella misma, con certidumbre, pero que en ningún caso parecía insinuante ni mucho menos. Ella era muy segura de sí misma o lo aparentaba ser, no sabía bien todavía. Mi percepción de los códigos femeninos estaba en su máxima potencia tratando de encontrar algún indicio acerca de cómo me veía ella. Hasta el momento estaba cierto que iba bien encaminado, pero el quid del asunto era hasta dónde podía avanzar y, lo más importante, en qué calidad. No deseaba ser sólo un amigo de paso para ella pues mi interés se inclinaba para generar un vinculo afectivo, quizá no tan permanente ni tan formal, pero sí lo suficientemente firme como para disfrutarlo como pareja durante un tiempo. El resto lo dirían las Moiras. En esto de las afinidades mandaba generalmente el azar, se podían dar o no, dependiendo de las circunstancias y del momento oportuno o kayros. Aquél momento mágico que no siempre se encuentra al alcance de la mano sino que se desliza presuroso por nuestro lado, sin detenerse, como el constante fluir de la arena en un reloj.

No hubo necesidad de ir en auto pues cerca de allí se encontraba un bonito Pub y un Salón de Té. Al ir caminando pensé que a lo mejor me había equivocado con la invitación y ésta debió ser al Pub y no a tomar Café. Por ello, rápidamente la invité al Pub, de una manera aparentemente casual.

- No sería mejor que fuésemos al Pub que está a media cuadra de aquí en lugar de ir a un Salón de Té. -¿Qué te parece la idea Silvia?- le consulté deseando no parecer ansioso. Ella lo pensó sólo unos instantes, pero que parecieron minutos para mí y, alegremente, exhibiendo una sonrisa que tenía un leve dejo de coquetería femenina, me contestó

.- Como tú digas Sergio. Quedé dudoso sobre si era así su forma de hablar o se burlaba de mí.

En seguida manteniendo una sonrisa más atenuada, cual rictus indescifrable, inefable, me comentó medio en serio medio en broma que yo inicialmente le había parecido un hombre tranquilo, reposado, algo tímido y retraído del bullicio y las interrelaciones sociales. Sin embargo, ahora que me miraba y observaba mi conducta con más detención notaba que yo no era un hombre tan tranquilo, más bien tenía la apariencia de serlo nada más. Ahora consideraba que era bastante emprendedor, casi audaz. No supe que responderle, me había sorprendido, tampoco capté bien si era otra chanza o todos sus comentarios eran reales. -Diantre, ¡qué compleja es ella!- me dije para mis adentros Lo único concreto era que ella sí estaba dispuesta a ir conmigo al Pub donde podíamos conversar y bailar, si queríamos. No quise ser pesimista y, por el contrario, lo tomé como un pase para avanzar, aunque podía equivocarme rotundamente y perder como en la guerra. Pero no importaba tanto, Silvia valía con creces el riesgo que debía asumir; total yo ya estaba embarcado y debía bogar, nada más.

Llegamos al Pub, donde yo era amigo del dueño. En un momento a solas con él le solicité mucha música romántica de los años sesenta, de cuyas canciones él era un coleccionista consumado. Elegí una mesa cercana a la ventana pero que brindaba una perspectiva completa del amplio y cálido local. Ella pidió un vodka tónica y yo también.

- Bueno, ya es hora que sepamos más acerca de cada uno de nosotros, y ¿qué hacemos en nuestro tiempo libre?, -me planteó directamente Silvia. -Te contaré que yo estoy separada hace más de cinco años y tengo dos preciosos hijos preadolescentes, pero que de repente me sacan bastante de quicio. - Como no recibo pensión alimenticia alguna trabajo como loca en el área de Relaciones Públicas, Marketing y Publicidad. -No me sobra el dinero pero tampoco me falta y no dependo de nadie- continuó

- Mi situación es bastante similar a la tuya pues trabajo en Marketing y también estoy separado, pero a diferencia tuyo, lo mío es de siete años. Tengo dos hijas, ambas mayores y casadas - En realidad yo me casé muy joven y luego el tráfago laboral y la vida empresarial me envolvieron completamente- explique a mi vez.

- Ya que sabemos lo son nuestras vidas debemos avanzar un paso más. Sergio es hora de que desnudemos el alma ¿qué opinas de ello? Y se sonrió al decirlo.

Silvia planteó esta petición en un tono neutro, pero me percaté claramente de que esta bajada de naipes me obligaba a conversar francamente, sin rodeos. Me desconcertó su sinceridad y el lenguaje directo a la vez que, también, paradójicamente me gustó, aunque no pude disimular un cierto nerviosismo ante la pregunta, pues de seguro que ella captó una expresión de sorpresa en mi rostro,. Me inquietaba el hecho exponer así tan descarnadamente mis expectativas. -¡Yo era tan contradictorio- tal como frecuentemente me lo recordaban mis hijas!

¿Cómo podía decirle que no quería una relación pasajera, efímera ni tampoco una de mayor compromiso? En un instante llegué a pensar que ni yo mismo sabía lo qué quería y que había actuado sólo por instinto masculino. Por otro lado, Silvia era muy hermosa y atrayente según mi gusto. Ella, era de un tipo muy similar a todas las mujeres a las cuales yo había querido o amado, pero que no siempre había tenido un buen término con ellas. ¡Pero, si me habían aconsejado que cambiara el tipo de mujer y caigo igual que antes!- recordé. Mas el hombre es animal de hábito. Bueno, a estas alturas del partido lo único que me quedaba era lanzarme al río y cruzarlo como pudiese. Fue lo único que atiné a pensar era realmente encantadora y su desenvoltura y naturalidad eran lógicas dado el ambiente laboral donde se movía.

- Está bien, pero tú empiezas primero- le comenté

- Primero que nada me siento sola, no amargada, pero creo firmemente de que en la vida hay muchas más cosas que trabajar y criar hijos. Estos dominios son importantes pero no son la única razón para existir. Estimo más bien que uno debe buscar su propio desarrollo y formación personal, armónicos con su ser, con sus expectativas y sus potencialidades. La parte afectiva es muy importante sobre todo en estos procesos, donde el uno y el otro van aprehendiendo juntos y recorriendo su devenir, formando así un trasfondo común que los ayudará en su convivencia. Sé que eso es medio utópico, pero deseo lograrlo, no importándome las veces en que deba comenzar de cero nuevamente; de hecho, ya he tenido que hacerlo varias veces. Se escuchaba de fondo los acordes de la canción que cuya letra decía: “Después de ti ya no hay nada/ ya no queda más nada/ nada de nada/ ¿Después de ti es el olvido/ un recuerdo perdido/ nada de nada/”.

- Esta canción en cierto modo refleja lo que sentía yo durante los dos primeros años de separación pero que ya me he recuperado, dejé atrás el duelo por la pérdida de mi primer y gran a amor, con quien estuve casada durante quince años. Hoy vivo una vida serena y procuro tener calidad de vida, nada más- me dijo

Escuché silenciosamente mirando fijamente a Silvia. Ella me sostuvo la mirada serenamente. Ambos seguimos mirándonos directamente a los ojos durante las primeras estrofas, dialogando en el silencio de una manera tan expresiva, elocuente y desgarradoramente emotiva que mantuvimos esa postura durante varios minutos – al menos así nos pareció a ambos- hasta que repentinamente fuimos poco a poco esbozando una leve sonrisa hasta llegar a la franca carcajada.

Volví a frecuentar la plazoleta y a veces a nos reunimos allí con Silvia. Hoy sí creo que hay algo más para mí, tengo asimismo la posibilidad de amar. El futuro se presenta más despejado. El vacío ya no está presente, la sangre ha vuelto a fluir trayendo vida a mi ser, ya no hay nada que olvidar y el recuerdo perdido fue reemplazado por la vida misma, la experiencia propia. Decidí vivir mi propia vida, con todo lo bueno y malo que ella conlleva; vivir, disfrutar la vida, compartir, amar y sufrir mucho, quizá más que antes, pero los fantasmas del pasado ya no me acechan.

Ahora me explicó el por qué se había construido esta Plazoleta, era algo que no podría definirse pero que influía enormemente en sus visitantes. Por suerte la habían mantenido y seguramente seguiría cumpliendo con su secreta y hermética tarea durante muchos años más.

Texto agregado el 01-05-2007, y leído por 71 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
08-09-2007 No tan posibles y reales suelen ser los cambios.Menos aún cuando se sueña solamente y no se piensa,o cuando al contrario se piensa demasiado y los sueños no existen. Una plazoleta no puede ser tan importante como para poder influir en una decisión de vida. Ketti
 
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