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El que busca, encuentra.





Teodocio Fernández consideró que ya estaba listo para pasar al siguiente nivel. Le pareció que su erudición ya era suficiente como para respaldarlo en su propósito. Había leído, había aprendido, había comprendido, y, en ocasiones –cuando los textos lo superaban– había memorizado. Homero, Virgilio, Platón, Descartes, Voltaire, Stevenson, la perfección (los majestuosos prólogos) de Jorge Luis Borges, las excitantes obras de Federico Andahazi, las seguramente inolvidables páginas de Alejandro Dolina, la poderosa construcción de H.P. Lovecraft, el maravilloso pero aterrador mundo de Bradbury (ese mundo que no tiene lugar para la literatura), o el de H.G. Wells, la gran tetralogía de Mishima, la conmovedora construcción histórica de Margarite Yourcenar, el diabólico jinete de Washington Irving, el extraordinario futuro de Brian W. Aldiss, las formidables leyes de la robótica de Isaac Asimov, el mágico universo de Tolkien, la denuncia de Jonathan Swift, el agudo intelecto de Nietzsche, el infierno de Dante, el secreto interior de Oscar Wilde, los tormentos de Horacio Quiroga, el llamado a la razón de Ernesto Sábato, en fin…No es menester nombrar todos los volúmenes que Teodocio había incorporado a su persona, sólo basta con saber que fueron muchos los que constituyeron el arsenal que planeaba utilizar en su ansiada empresa.
¿Qué impulsa a un hombre de conocimiento a querer asociarse a un grupo determinado? Por textos anteriores tenemos una idea sobre la necesidad de Teodocio de no pasar desapercibido; y, por conocer un poco de la historia del Hombre, nos damos cuenta de la necesidad que tiene un individuo de pertenecer a un grupo. Con esta información, no vale el esfuerzo de un análisis psicológico sobre el editor, y, a medida que avance el relato, nos formaremos una idea de sus motivos, o tal vez no…De todas maneras, prosigo.
Como dicen por ahí que el que busca encuentra, a Teodocio no le fue muy trabajoso dar con una sede de la logia en Buenos Aires y justamente por esa misma razón, tampoco vale el esfuerzo ahondar en detalles.
Diremos que nunca pudo ver la cara de su contacto ni tampoco hablar directamente con él. La única forma de comunicación fue postal. La logia le hacía llegar cartas a su departamento o a su mítica oficina, con las instrucciones que debía seguir. Cada carta contenía la orden indiscutible de ser destruida luego de su rápida e inequívoca lectura, motivo por el cual, sólo tenemos referencias de su contenido. No podré hacer mi acostumbrado abuso de la transcripción. Pero descuiden, ya que esto sólo afecta a las instrucciones. Verán el porqué: en cada carta, Teodocio recibía una serie de indicaciones que, seguidas correctamente, lo llevaban a encontrar otra carta con los artículos de la logia. El asunto es que cuando la logia se interesa en alguien, el mecanismo es el antes mencionado.
Teodocio llegó, siguiendo las instrucciones, a la Biblioteca Nacional; allí, en el lugar exacto indicado en la correspondencia destruida, encontró lo que buscaba: era un cofre de modesto diseño y en su interior había una cartulina color hueso de unos trece centímetros de ancha por dieciocho de larga que, en sutil relieve, tenía un texto impreso.
Tal operación la repitió seis veces más. Todas en distintos lugares pero con similares resultados. Lo que estaba escrito en cada cartulina era un artículo que, sumando siete, constituían los principios generales de la logia.
Con los siete artículos en su poder, Teodocio por fin se entrevistó, cara a cara, con un masón. Éste le comunicó la intención que tenía la logia de publicar un libro sobre algunas cuestiones propias y, ante la expresión de asombro del editor, el masón dijo:
- Qué, no pensará que nos entrevistaríamos con usted sin antes averiguar quién era y qué hacía. Sepa que para ser aceptado por la logia, tiene que dar mucho antes de empezar a recibir. Si lo desea, puede marcharse ya mismo y aquí no ha pasado nada.
El editor aceptó las condiciones, después de todo, no le estaban pidiendo nada que no pudiera hacer, era su trabajo diario.
Las pretensiones de la logia –aclarémoslo– eran bastante puntuales, el libro no podía distribuirse como cualquier volumen, no estaría a la venta en cualquier librería, ni mucho menos en los aeropuertos, quioscos o demás lugares donde pudieran tener acceso las personas en general. El motivo de esto era la posibilidad de un error de interpretación respecto de los postulados de la orden. Teodocio, por su habilidad para insertar obras, era la persona ideal para este trabajo. Sin embargo, la logia debería haber investigado más sobre su hombre ya que desconocían por completo el nuevo vicio del editor, su tendencia a la innecesaria rúbrica de los textos que editaba. Lo que debe haber ocurrido es que los masones analizaron su historial desde el principio y, conmovidos por el espíritu del editor cuando joven, no llegaron hasta el final. Un error bastante común, si cabe la observación.
En fin, el volumen terminado contaba con unas cien páginas, no más. El título de la obra era: La luz de la logia, de editorial Camelot. Empezaba con los principios generales de la orden, establecidos en los siete artículos que Teodocio había tenido que rastrear. El editor, a pesar de querer formar parte de los masones, no se pudo resistir a la tentación y atacó la obra desde el principio. Veamos pues:

ART.-1

“La Francmasonería, institución esencialmente filantrópica, filosófica y progresista, tiene por objeto la búsqueda de la verdad, el estudio de la ética y la práctica de la solidaridad; y trabaja por el mejoramiento material y moral de la humanidad. Tiene como principio la tolerancia mutua, el respeto a los demás y de uno mismo, y la absoluta libertad de conciencia. Considerando que las condiciones metafísicas y religiosas son del dominio exclusivo de la apreciación de cada individuo que rechaza cualquier afirmación dogmática y tiene por divisa: Libertad, Igualdad, Fraternidad.
”Cada Francmasón interpretará la invocación al Gran Arquitecto del Universo según le dicte su conciencia con el mayor respeto hacia las diferentes interpretaciones y hacia los Hermanos que las sustentan.”

A continuación, el comentario de Teodocio:

“Para buscar la verdad no hace falta estar en grupo, eso por un lado; y por el otro, ¿quiénes son para decidir lo que es mejor en la moral del mundo? Dicen que su principio es la tolerancia, pero querer cambiar la realidad que los rodea y moldearla según sus creencias, perdónenme, pero es intolerancia.
”Estoy de acuerdo en que las condiciones metafísicas son propias de un individuo, pero ciertamente no lo es la religión. La religión es dogma, y todo dogma, como lo muestra la historia, termina afectando a terceros.”

Paradójicamente, notamos la falta de tolerancia del editor y la total falta de respeto a la libertad de expresión. Continuamos.

ART.-2

“La Francmasonería tiene como deber extender hacia todos los componentes de la humanidad los lazos fraternales que unen a los Francmasones esparcidos por todo el planeta. Recomienda a sus miembros propagar sus ideales a través del ejemplo, la palabra y los escritos manteniendo en todo momento la necesaria discreción sobre los asuntos internos”

El comentario malicioso e infundado de Teodocio, que parece haber olvidado que él los fue a buscar:

“Parecen evangelistas, faltaría que vinieran a tocar a mi puerta el domingo a la mañana.”

ART.-3

“Es deber de un Francmasón, en todo momento, ayudar, ilustrar y proteger a su hermano y defenderle contra cualquier injusticia.”

“Me parece muy noble y bien intencionado este principio, pero ¿qué divina y reveladora verdad les hace pensar que pueden iluminar a los demás? Si es tal su proceder, no puedo distinguirlos de un profesor de colegio secundario.
”Con respecto a eso de ayudar y proteger contra la injusticia, estoy de acuerdo, pero, como viene la mano, tendríamos que ver qué es injusticia para un Francmasón, ¿no?”

ART.-4

“La Francmasonería considera al Trabajo como uno de los deberes esenciales del hombre y honra igual el trabajo manual que el intelectual.”

Teodocio se muestra cada vez más irritable y más escaso de argumentos. Notemos lo poco que se explica en sus sentenciosas opiniones:

“El trabajo es un deber y punto. No es esencial, lo practica quien tiene que sobrevivir en un mundo miserable. Si aquel que no necesita trabajar, lo hace, le estaría quitando la posibilidad a uno que realmente lo necesita, contribuyendo con esto, a que el mundo sea más miserable, ya que sólo provocaría que: quien es rico, sea más rico, y, quien es pobre, lo sea todavía más. Pero claro, yo estoy hablando del verdadero trabajo, el remunerado, el que tenemos la obligación de realizar para ganarnos el sustento, me refiero a ese trabajo que implica un jefe y un empleado, el que implica la subordinación. A menos, claro, que ustedes se refieran a un pasatiempo, lo cual, definitivamente, no es un deber esencial. El único deber del hombre es vivir y dejar morir.
”Por otro lado, se pueden honrar ambos trabajos, el manual y el intelectual, pero que quede bien claro que uno es más difícil que otro. Uno implica la experiencia, el otro implica la ciencia. ¿Acaso es necesario recordar a Platón en este asunto? Espero que no.”

Esto último sugiere un total desconocimiento de Teodocio respecto de las teorías platónicas o un total desinterés por el lector.

ART.-5

“La Francmasonería tiene signos y emblemas de alto significado simbólico que sólo pueden ser revelados por la Iniciación. Estos símbolos presiden, en las formas determinadas por los Ritos, los trabajos de los Francmasones y les permiten reconocerse y ayudarse por toda la superficie de la Tierra. La Francmasonería no impone ninguna interpretación dogmática de estos símbolos.
”La Iniciación comporta varios grados: Los tres primeros son los de Aprendiz, Compañero y Maestro. Este último es el único que da a los Francmasones la plenitud de los derechos masónicos. Nadie puede ser dispensado de las pruebas prescritas por los rituales.”

“Cada loco con su tema. Pero quien quiere jugar el juego, debe respetar las reglas, de otra forma, directamente que no juegue, no está obligado a hacerlo.”

Nótese lo poco que sustenta Teodocio sus opiniones con sus acciones. Él fue a buscar a la logia, no lo olviden. Él quiso jugar.

ART.-6

“La soberanía se ejerce a través del sufragio universal.”

“Ciertamente. O al menos es lo que nos han hecho creer.”

ART.-7

“En las reuniones masónicas todos los Francmasones son iguales. No existe entre ellos más distinciones que las de la jerarquía impuesta por las diferentes funciones.”

“¡Pamplinas! En una secta hay desigualdades, en el mundo hay desigualdades y en la familia hay desigualdades. Siempre, sin excepción, algunos son más poderosos que otros. Una jerarquía, casi no sirve para otra cosa que la de establecer quién da las órdenes. El que da las ordenes es distinto de aquel que las recibe, no nos engañemos, es la forma en la que se mueve el mundo. que no nos digan cosas contrarias.”

Debo confesar que aquí estoy de acuerdo con Teodocio.

Texto agregado el 03-05-2007, y leído por 246 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
05-05-2007 muy bueno,,,estrellas todassssss yerma
 
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