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Con tu puedo...Cap 40
Hasta las doce de la noche

Cuando la guática pide comídica
Pone al cristiánico firme y guerrérico
Por sus poróticos y sus cebóllicas
No hay regimiéntico que los deténguica
Si tienen hámbrica los populáricos


Violeta Parra
De: Mazúrquica Modérnica.

Lunes, la tarde es más caliente que otras, los guardias se mueven con sus armas cargadas por el campamento. A Alamiro le han colocado uno cerca que le sigue a todas partes. Los capataces han sido avisados. Fernando Gómez se ha instalado en la oficina del telégrafo, espera le lleguen las noticias de Antofagasta e Iquique.

Iquique habla primero, el abogado de la Compañía, pide que al día siguiente Gómez se dirija al puerto. El Administrador se niega a moverse, diciéndole: soy quien te paga así que muévete a la Oficina. El abogado, le calma diciendo que haga algo para que no se apresure huelga alguna, que es bueno que vaya a Iquique para conversar personalmente con la Intendencia y hacer que esta envíe tropas para frenar a los revoltosos.

Recibe telegrama desde Antofagasta diciendo que se dará el visto bueno para terminar el trabajo rápidamente. Llega un segundo telegrama desde Antofagasta, el mensajero lo va a entregar al destinatario.

Alamiro coloca una citación en la pizarra de la Filarmónica, a las ocho de la noche reunión de todo el mundo para dar a conocer las peticiones hechas al Administrador.

Los que no sabían se enteran. Las nuevas corren por la Oficina como reguero de pólvora. El nerviosismo se apodera de todo el mundo, de los que saben, ya que en un día más se iniciará una huelga. Los que no sabían, muestran sus temores ya que son los más indecisos. Los soplones, sienten rabia y miedo ya que no lo supieron y no pudieron ganarse un dinero extra con el aviso al patrón.

Las mujeres conversan en la pulpería o en el pilón del agua. En la pulpería tratan de adquirir la mayor cantidad de víveres.
En lo que hay unanimidad es que todos desean saber lo que se ha pedido.

A la oficina del telegráfo llega un nuevo telegrama desde Iquique, en el cual el abogado le pide al Administrador que retrase al máximo cualquier cosa y que busque la manera de dar largas al asunto.

Viera, me recomienda que trate de alargar las veinticuatro horas dadas por Alamiro para responder, que con ello ganaremos tiempo que es vital para organizar a respuesta con apoyo del gobierno. Es la tarde y ya no trabajan las oficinas, el ejército depende de Santiago. Me dice que hay que saber si hay más Oficinas en la subversión y que vaya hasta Iquique mañana. Veré que pasa con ese hijo de puta de Alamiro.

—¡Arsenio!
—¿Diga, señor?

—¿Sabían algo ustedes de esto?
—No sabía nada, señor, me aceptan en el teatro, pero, no confían en nadie que trabaje en las oficinas.

—Vaya a buscar al cabecilla y le dice que mañana a las siete de la mañana lo espero con el resto de revoltosos.
—¿A quién señor?

—Al Alamiro, es un traidor, un maricón, con todo lo que he hecho por él.
—Bien señor, voy a entregar su mensaje.

—¡Alamiro Araya!
—¿Arsenio?

—El Administrador quiere verle mañana a las siete de la mañana.
—¡Ahí estaré, dígale!

—Nada bueno te espera mañana – le dice en voz baja
—Lo que venga. Todo hombre ha de enfrentarse con la vida en algún instante y parece que este es el mío.

—Don Fernando dice que vayan todos los que te secundan.
—Aún no, aún no, mañana en la mañana voy solito.

—Suerte, cuídate mucho, que hay más de una cosa extraña en todo esto.
—Nos vemos, Arsenio.

A la hora del té, en la Maestranza cinco obreros se acercan a un mecánico para conversar, indicándole que les siga.

—Osvaldo ¡Vamos!
—¿Para dónde?

—Ven, queremos charlar un ratito con vos.
—Yo no hablo con ustedes, creo no tengo nada que conversar.

—Sí, vos hablai con el Administrador solamente, ahora vas a conversar con nosotros. ¡Vamos!

Osvaldo, hombre de unos cuarenta y cinco años, tornero. Siempre coloca oído a lo que hablan sus compañeros, hace muchas preguntas, se sabe que es uno de los soplones del patrón.

Los seis hombres caminan hacia el fondo de la maestranza, algunas máquinas herramientas tapan la visión, quedando ocultos. Varios de los obreros del lugar están atentos para avisar a los otros si se acerca alguien, tampoco dejarán pasar a nadie.

—¿Qué pasa? ¿Por qué acá?
—Mira conchetumadre, hace meses que sabemos que soy sapo, hasta noticias falsas has llevado. A la noche hay reunión en la sala de la Filarmónica. Te vay a ir enfermo de acá, no te queremos ver por la reunión, y si hay huelga, te quedas en tu casa huevón.

—¿Quién dijo que yo era sapo?
—Nosotros, hijo e puta, traidor con tus compañeros, maricón, te hemos estado siguiendo huevón y no te diste cuenta. ¿Querís que te digamos cuándo?

—Yo tengo que velar por los míos y lo que hagan ustedes no me interesa.
—¡Sí, infeliz de mierda! Habla una vez más con el Gómez y te podís morir ¿Está claro?

—¿Acaso me van a hacer algo?
—Sí.

El más alto le da un puñetazo en el abdomen que lo hace doblarse, enseguida le llueven los golpes, cae y le dan una pateadura. Le levantan del suelo, le limpian y le habla el mayor.

—¿Te quedó claro? Hijo de puta, uno de los cabros amigos del Facundo era compañero nuestro, trabajaba con nosotros, lo mataron y bien puede ser por que tú y otros lo echaron al agua. En esos días te descubrimos, te vimos entrar a una casa desocupada en donde estaba el Ramiro, a los tres días desapareció el compañero. ¡Y antes o después de la huelga te vas de acá!

Osvaldo, nervioso y adolorido, mira con la cabeza gacha al resto, se ha asustado, se sabe traidor y se sabe pillado por sus compañeros. Dos alternativas tiene, o termina su labor y se va, o va con el patrón a decir lo que ocurre y eso bien puede ser que le cumplan con el no salir vivo.

—Están equivocados ustedes.
—Termina con eso huevón, ya sabís, de acá a tu casa y si hay huelga te queremos lejos de la gente. ¿Estamos?
¡Vámonos compañeros!

Los cinco obreros salieron y se dirigieron a tomar su lonche. Osvaldo se quedó un par de minutos tomándose la sopita que le dieron sus compañeros, entendiendo que hablaron en serio.

Las conversaciones con los sapos del Administrador se repiten en cada lugar donde trabajan, en todas los términos son los mismos, ninguno dejó de recibir golpes tan o más duros que los que recibió Osvaldo, todos fueron conminados a irse antes o después de finalizada la huelga.

Los alambres del telégrafo que orillan la vía férrea tienen un movimiento incesante, los telegramas van y regresan. Todo los que llegan los revisa Fernando Gómez, ha ordenado al telegrafista que cada uno que llegue, se lo pasen a él primero. Intenta por ese camino, descubrir la conspiración.
Ha colocado sendos telegramas a cada oficina del cantón, en todos ellos alerta sobre el movimiento y a la vez consulta acerca de la disponibilidad de salitre que tengan en ese instante.

Las otras oficinas se preparan, sus guardias recorren una y otra vez las callejas de cada Oficina. Los administradores a la vez sacan cuentas, saben que Gómez tiene un buen contrato, está al tope de la producción y con cada día que se retrase de enviar mineral a Europa perderá dinero. Si se paraliza tendrá que obligatoriamente comprar nitrato a otras y como negocios son negocios, habrá que subir los precios del salitre. Fernando Gómez deberá pagar caro lo que requiera.

Los guardias de Gómez disparan sus armas una y otra vez. Las mujeres hacen que sus hijos se entren, que no jueguen en las calles. Alamiro sigue en la plaza, el guardia está a unos diez metros de él, los minutos transcurren lentamente. Uno de los amigos de Efraín recibe un telegrama, le comenta de la llegada del mensaje.

Nuestros derechos no nos serán regalados, cada uno de ellos será conquistado mediante la lucha y ella es imprescindible. Y la lucha es eso, va a ser implacable, quien tenga más fuerza será quien triunfe, Gómez o nosotros. Se está conversando con los traidores. Gómez hará todo lo necesario para hacer fracasar las peticiones que le presenté.

Mañana cuando converse con ese maricón – Va meditando Fernando Gómez - debo hacer que Alamiro se abra y me cuente lo que piensan hacer, si logro que aplacen la huelga (porque eso es lo que harán) por unos días, podré hacer lo que requiero. Debo convencerlo que no puedo hacer compromiso sin consultarlo con Londres y eso requiere días. Podría meterlo a la cárcel ahora mismo, enviarlo con los guardias hasta Iquique y que lo encierren allá, sería una buena jugada, lo malo es que, si lo hago se me van a parar todos.

De nada más se habla en el campamento y en los frentes de trabajo, de lo que se sabe, las peticiones vienen a ser las mismas de la huelga grande del novecientos siete, peticiones por las que sólo recibieron balas. Algo hay en la gente que dice que esta vez van a tener éxito, ven en Alamiro alguien con una inteligencia pocas veces observada en líder alguno, y no es que los anteriores hayan sido poco inteligentes. Confían en la fuerza del joven, en su convicción, en la tenacidad y entereza para enfrentarse a los que tienen el poder.

A las siete y media la sala está copada, poca gente podrá entrar ya, los ánimos se ven caldeados. Ninguno de los soplones está visible. Alamiro y los delegados ocupan la primera fila, Mariana anda cerca de su novio, para ella será un atardecer diferente, un anochecer que espera y que definirá el futuro esa noche. Pancho y Tito Aravena están situados justo detrás de Alamiro, el che Luciano al lado de Tito, Inti el boliviano, al lado de Pancho. José Manuel y Juvencio en lugares diferentes, ambos hablarán si es necesario, apoyarán las medidas tomadas por los delegados. Lastenia, Clotilde y doña Ernestina están en la reunión, la tercera hace de presidenta de las mujeres de la Filarmónica, ellas hablarán en algún instante.

A las ocho se levanta Alamiro y sube al escenario.

—Compañeros, compañeras, esta reunión es necesaria hacerla, necesaria porque cada uno de ustedes debe saber lo que ocurre. Para nadie ya es un misterio que hoy a medio día le he presentado al Administrador un pliego con algunas peticiones. Digo que le he presentado ya que he ido sólo a conversar con el patrón, lo he hecho así porque de ocurrir algo antes de que responda he decidido cargar yo con todas las culpas.

Los asistentes se miran unos a otros, todos están en silencio, se podría decir que el vuelo de una mosca sería escuchado por todos. Todos están admirados por la decisión y valentía del joven dirigente; todos saben que Alamiro no está sólo, sino que hay un grupo importante de hombres que le han acompañado en la elaboración de las peticiones.

—Voy a leer a los presentes lo que se ha pedido:

- Eliminación del sistema de fichas.
- Pago en dinero chileno.
- Reajuste de todos los salarios en un quinto, incluido a los niños que trabajan como matasapos y herramienteros, y que a estos se les iguale sus salarios con los de los adultos.
- Pago de indemnización por muerte de un trabajador en las faenas.
- Seguro para los enfermos.


Eso es lo que se refiere a dinero, luego se han solicitado otras cosas.

- Que las compras sean libres, o sea, no obligatoriedad para comprar en la pulpería ya que en esta se cobra el doble y más de los que las cosas valen en Iquique.
- Libertad de invitar a quien se quiera sin pedir permiso en la Administración.
- Eliminación de los castigos físicos en los cepos.
Y por último que…
- De ahora en adelante, existirá una organización de los trabajadores con la que deberá entenderse la Administración y será una mancomunal en la Oficina.


Hubo un aplauso que duró varios minutos, luego del cual comenzaron las preguntas.

—¿Hasta cuando se esperará, la respuesta?
—Un día. Hasta mañana a las doce de la noche, más, es peligroso para nosotros.

—¿Quiénes han participado de la elaboración de las peticiones y por qué no se muestran?
—No he hecho sólo este petitorio, me han acompañado amigos de la Oficina, y hasta mañana en la noche yo y sólo yo asumo la responsabilidad con todo lo que implique. Les pido que entiendan, hasta estar bien afirmados, los otros amigos estarán en las sombras, si hay negociación, a ella iremos todos, uno de cada sector o sección.

—¿Qué pasará si mañana para las doce de la noche no han contestado?
—Mañana a las doce de la noche lo decidiremos.

—Alamiro me permite.
—Maestro Juvencio, adelante.

—Amigos, amigas, quiero decir que me alegra que se haya hecho estas peticiones que son tan necesarias para mejorar las condiciones de vida, quiero que le brindemos toda nuestra confianza a Alamiro que ha tomado el papel de llevar la voz de nosotros ante el patrón. Confío en él, en Araya. Sé que no ha de traicionarnos, así que le entrego mi apoyo y digo que esperaré hasta mañana a las doce de la noche para ver lo que ocurrirá.
—Gracias compañero Juvencio.

—Alamiro. ¿Puedo hablar?
—Señora Ernestina, adelante.

—Quiero agradecer a Alamiro por lo que ha hecho, por su valentía. Quiero decir que nosotras, mujeres de ustedes, estaremos junto a Alamiro, haremos lo que haya que hacer para sacar algo de este movimiento. No nos interesa saber quienes más están en esto. Sí nos interesa decir a nuestros maridos, novios, padres e hijos que. ¡Pobre del que se acobarde! Hace mucho que cada una de nosotras piensa que está bueno ya, bueno del abuso que se comete, y que ustedes varones deben colocarse bien los pantalones, ya que es la única manera que podrán mirarnos las caras. Gracias Alamiro.

Nadie más habló, una hora duró la asamblea, las cosas quedaron claras, al día siguiente a las doce de la noche se vencerá el plazo a la Administración.

Curiche
Abril, 3 de mayo 2007

Texto agregado el 03-05-2007, y leído por 223 visitantes. (9 votos)


Lectores Opinan
05-06-2007 Ahora es imposible parar la lectura, queremos saber como va a acabar esta historia. Asi que te dejaré un comentario en el ultimo ! mis 5* salambo
05-05-2007 Anclada con ellos en la espera... ***** vacarey
04-05-2007 Una historia genial***** lagunita
04-05-2007 La espera es para nosotros tambien.Mientras leía recordé "La madre" (de Gorki) sera la lucha de los obreros, no lo sé.Te sigo, cada vez se pone más interesante.***** tequendama
04-05-2007 Hacia un tiempo que no pasaba por esta novela-rio de la página de los cuentos, y es un placer de nuevo hacerlo. Tiene razón Newen hace falta coraje, no solamente a los líderes sindicales, sino a los trabajadores, que se conforman con las migajas del neoliberalismo, vendiendo a cambio la auténtica calidad de vida. Mi admiración, Curiche. maravillas
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