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La sala de estar es el lugar que le otorga la característica de hogar a mi casa. La habitación presenta tres paredes color blanco ostra y un cielo blanco invierno, con una lámpara de pantalla de vidrio levemente opacado, color oro viejo, sujeta al techo por argollas de metal. Ella establece el centro de la habitación. Su decoración, los espacios y equipos para el esparcimiento la convierten en el lugar más cómodo y familiar de la casa, completamente alejado del protocolo y formalismo del comedor y salón de visita. Esta no era una simple estancia sino un lugar para estar y sentirse grato, ya fuese matando el tiempo o haciendo algo.

Frente a la puerta se encuentra un ventanal con dos cubiertas de vidrios grandes, como puertas de cristal, resguardadas por cortinas de velo blanco y de algodón. Las cortinas más gruesas presentan un fondo beige y están adornadas con figuras de diversos colores y formas; su diseño tiene una leve reminiscencia de un estilo expresionista moderno, aunque inserto en un diseño netamente comercial y decorativo y no solamente artístico.

El colorido no convencional del cortinaje le añade otro cariz a la salita de estar, que no condice con el resto de las habitaciones más tradicionales, pero que la hace más personal, íntima, invitando a leer, compartir con otros o, simplemente, a descansar escuchando música o viendo la televisión. La salita más que como un mero objeto espacial tiene su propia idiosincrasia, un ser propio de la cosa misma, cuyo fin es proporcionar deleite a los moradores de la casa. Ella “vive”, aunque suene extraño el término, porque sus energías positivas y empáticas irradiaban a todo al que entrase en ella, invitándolo cual canto de sirena, a disfrutar y a distenderse, ya fuese solo o en convivencia.

En la pequeña terraza que está cruzando las puertas de vidrio, se encuentra que tiene dos sillas plásticas blancas de terraza como amoblado y maceteros de plantas interiores de variados tamaños y formas. Las plantas interiores son, entre algunas que yo recuerdo su nombre, ficus, gomero, calas, coloridas flores escarlatas del amaranto y otras. Mi padre y su ayudante de jardinería cuidan delicada y permanentemente de cada planta y supervisan su crecimiento y florecimiento. Compiten entre sí para verificar que el famoso” dedo verde” sigue aún con plena vigencia en ambos pero que éste es más eficaz en uno de ellos que en el otro. Luego distribuyen los maceteros según el estado y colorido de la planta con el propósito de lograr para cada una el máximo realce de sus características.

El departamento se encuentra en el piso siete, desde el balcón de la salita se visualiza la cordillera de Los Andes. Si bien, en el último tiempo se han construido demasiados edificios de altura lo que ha dificultado la vista panorámica de la Cordillera y también la del cerro San Cristóbal.

La pared derecha del interior de la habitación tiene dos sillones futón, color azul claro, con una mesa ovalada de bronce hindú asentada en gruesos cáñamos de madera de bambú y al medio de su cubierta de bronce dorado, bellamente ornamentada con grabados de estilo hindú, se ubica una lámpara de madera cuyo soporte está barnizado de color café oscuro envejecido. La corona una pantalla de papiro.

En medio de la pared, se halla un gran óleo del pintor K. Beiber cuyo tema pictórico es el paseo dominical por un bosque de una familia de principios del siglo veinte. Al final de la pared, muy arrimado al ventanal, hay un estrecho pero alto mueble con ocho pequeños cajones. En su parte alta, destacándose nítidamente, se alza gallardamente una estatua del Canciller alemán Bismark forjando una espada en un yunque con el fuego encendido.

Dos libreros cercan los extremos, siendo el más cercano a la puerta un librero mucho más alto que largo, de tres estantes más una cajonera inferior, donde se guarda un pequeño equipo de música potenciado con parlantes extras. A continuación se ubica un gran televisor instalado en un mueble tipo mesa con cajonera, bastante resistente, pues el peso del aparato no es menor. Cierra la pared izquerda un mueble bajo y largo, con dos enormes anaqueles para libros, que tiene su cubierta atestada de variados adornos tales como retratos familiares y figuras de madera y de yeso. El aspecto disímil de la decoración del mueble no establece un disonante estilo kitsh para la salita sino más bien le confiere un halo armonioso que le da calidez al ambiente e incita al desarrollo de actividades lúdicas, intelectuales o simplemente al pleno descanso pasivo con el uso de los medios audiovisuales al alcance.

El piso es de parqué vitrificado, cubierto con una enorme alfombra alemana tipo persa. El diseño, como es tradicional en este tipo de alfombras, presenta muchos espacios de color rojo oscuro, combinados con azul, blanco, beige tipo oro viejo y sus diversos matices.

La límpida luz no molesta en absoluto a los que están en la salita pues el horario de reunión o descanso, generalmente, es después del medio día. En cambio le otorga mayor viveza y calidez. Aunque durante el transcurso de la tarde previo al crepúsculo la habitación pierde luminosidad de manera más rápida que la de otras habitaciones del departamento. Esto sucede porque el acelerado avance de la construcción de edificios de altura en el sector.

Durante la noche, el panorama nuevamente se vuelve atractivo pues se visualizan las luces del sector, constantes y brillantes las más cercanas y titilantes las lejanas, semejante a una imitación artificial del firmamento, aunque aquél no deja de tener su propia y particular belleza, lo que provoca en muchas ocasiones una prolongada contemplación.

No obstante, está el inconveniente de que de los edificios vecinos se puede observar toda la habitación y el trajín de la salita o el de otros dormitorios, pero esa condición es reciproca para ambos edificios y se da sólo siempre y cuando se mantengan sólo las cortinas de velo, sin haberse desplegado aún las de algodón. Por suerte no hemos detectado voyeurs como se muestra en los filme americanos, cuya única entretención consiste en mirar al otro olvidándose de vivir su propia vida.

La luz del alba nos llega muy temprano y al unísono con la salida del astro rey.

A pesar de todo, nuestro edificio no ha sido lesionado mayormente y mantiene gran parte de sus ventajas comparativas de antaño como la vista, reducida claro está, la luz y las tranquilidad durante el día. Resalto el horario diurno ya que al estar los edificios tan próximos y no ser todos homogéneos en cuanto a la edad y costumbres de sus compradores y residentes, durante las noches de cualquier día de la semana los decibeles de las fiestas o reuniones suben a niveles insostenibles para el oído humano; siendo ésta una evidente y flagrante contaminación acústica. La música, risas, voces y gritos, algunos casi histéricos, provocan profundo malestar en los habitantes vecinos y les impide conciliar el sueño sobre todo en los días de semana.

Contrariamente, durante el día los escasos sonidos son diametralmente opuestos con excepción del ruido de las constructoras con obras en ejecución. En el interior, durante el verano es posible escuchar suavemente desde la salita los alegres sonidos y risas de los niños en la piscina, que nunca son tantos ni gritones como para causar bullicio y siempre los acompaña una persona mayor.

La calle generalmente está libre de ruidos molestos, excepto por los trabajos de obras mencionados, pero este ruido en la salita se percibe muy atenuado. Similarmente, en esta habitación de estar el tráfico de autos no se siente para nada. Impera la tranquilidad.

Los días sábados o domingos es posible de vez en cuando escuchar el sonido de tambores y bronces del tamborilero y el agudo silbido del hombre que afila cuchillos. Ningún sonido u olor característico o desagradable invade el ambiente pues los ventiladores y purificadores del aire funcionan a la perfección evitando que cualquier olor se propague o se filtre.

Hoy, la salita de estar dejó de cumplir con su función esencial, ella fue transformada en habitación. Sus muebles se reacomodaron, se cambiaron libros de los anaqueles, se pusieron otras fotos y se incorporó en el mobiliario una mesa para un laptop y una silla ergonómica. Ya no es el sitio de reunión ni solaz familiar de antes. Es simplemente una habitación ocupada como dormitorio, quizá tan convencional como las restantes. Para muchos de la familia sólo nos queda el grato y reconfortante recuerdo de la imagen de los momentos disfrutados en aquella salita. ¡Lo que fue ya no es y quizá tampoco lo será en el futuro! Fue un préstamo temporal como todo lo que poseemos en la vida. Un día se tiene y al otro puede que no.





Texto agregado el 13-05-2007, y leído por 142 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
07-09-2007 Bastante bueno. Ketti
 
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