Usted tomó la simple decisión de encubarse en una pregunta, y miró desde ella, lo contagió todo. Usted ya apostó por la búsqueda, esos tanteos que lo dejaron con las siempre ganas. Usted dijo creer, saber, hablar como hablan los vendedores fracasados y lo llevaron a la primera hora de su ruta. Se cansó como se cansa el alumno sin profesor y sin enciclopedias, se cansó solo de inventar preguntas, pero con todo y eso usted lo vuelve a intentar, retoma la razón como bastón, como matiz del horizonte. Usted habló de la trinidad y se cansó, y se cansó de no hablar de la trinidad. Tranquilícese, terminará hablando.
Sabemos de su lucha con lo invisible, de hecho descubrimos su secreto de llorar por querer traspasar el brazo corto quedando con la misma posibilidad. Usted contó con unas ganas enormes de decir algo, ha callado y busca opciones en el silencio. Nada de esto atormentará a otro porque usted quiso separarse del otro –o ayudo a esa imposición-
No basta conmover desde su inmovilidad, no basta que usted se trague el mundo por el pecho abierto, no basta tener buenas intenciones. Hágale caso a la liebre de los cuentos ya que siempre anda retrasado. Ahórrese, no se desgaste en volverse hojas caídas, reúna sus mejores partes –las cicatrizadas- y comience a tantear. Usted que ha sentido las claridades de sus mismos en su noche favorita no es hora de espantos, arránquese los ojos si ve que los otros no pueden tocarlo. Ha llegado la hora de sentir cada ave nacida del agua en sus manos temblorosas. Arrodíllese y bese la tierra, hay que agradecer cada rincón fundado, acuérdese del sacrificio de sus padres, traiga lo que siempre lleva en el bolsillo, la semilla que subsiste del sueño primevo. Por ahora no se preocupe por nada, ya vendrá el día en que todos destruyamos con pasión aquello que con tanto esfuerzo estudiamos. Usted y yo sabemos que necesita muy, pero muy poco para ser feliz.