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¿Sigue en pie lo de vernos un día de estos? Perdona la insistencia. Necesito verte. Sólo una vez más. Y te prometo que te dejaré en paz, si es eso lo que de verdad quieres. Se me hace difícil estar tantos días sin llamarnos, no puedo hacerme a la idea que tú no sientes lo mismo que yo. La i de amigos es un clavo ardiendo, me cuesta respetar el pacto, la distancia.

Sara. Quien sabe si algún día, el día menos pensado, un mago te hará salir a escena y te sorprenderá con un hábil juego de manos. Nada por aquí, nada por allá y se sacará de la manga un espectacular ramo de flores (cualquier flor que pudieras nombrar estaría en ese ramo), toma Sara, son para ti. Hundirás tu sonrisa agradecida en la fragancia de las flores, cómo te brillarán los ojos en ese momento tan especial, ¡qué detalle!, ¡son preciosas!, qué va, Sara, si son de plástico, pero a que dan el pego. El mago resultará ser el revisor de un tren que le tiende la mano a una pasajera más para picarle el billete. Un tren al que un día muy triste te subirás, muy triste, Sara, para alejarte de la tristeza. Dondequiera que vas, la oyes arrastrarse tras tus pasos con tiernos crujidos de hojarasca. Por eso te has acostumbrado a caminar a zancadas, proyectada hacia delante como una de esas figuras famélicas de Giacometti, las piernas, el torso y los brazos semejantes a alambres. Nadie puede entender porqué cruzas la calle sin mirar, porqué ni siquiera te das por aludida cuando los conductores te increpan.

El tren aminora la marcha y se detiene en medio del túnel. Es de una indolencia desesperante. Un ala oscura ensombrece el semblante de los pasajeros diseminados por el vagón. Y si el tren se queda allí abajo, parado en una vía, en las tripas laberínticas de la ciudad. Para cuando descienda el equipo de rescate ya no quedarán supervivientes, todos asfixiados y los porqués sin respuesta. ¿Qué pasa? ¿Por qué no avanzamos? ¿Por qué no contestas mis llamadas? Qué más da, si el curso de las cosas se tuerce inexplicablemente de un día para otro y nadie puede luchar contra esa inercia de ida y vuelta que alterna atracción y repulsión entre los cuerpos. Sólo esperar en el túnel a que el tren se digne a ponerse en marcha. ¿De dónde sacar fuerzas de flaqueza? La verdad es que a Sara no le importa llegar tarde, de hecho le da igual llegar, porqué su regreso recuerda demasiado a un fracaso y está cansada. Sólo quiere ponerse en movimiento y estar a salvo del destino, salir disparada en la flecha de un tren sin destino a.

Un mal café con leche no se arregla por mucho azúcar que le eches. La taza humeante, concéntrica al plato con su sobre rasgado de azúcar y su galletita acaramelada intacta. Calienta las manos frías de Sara y la reconforta un poco, aunque sabe horrible. Sara levanta la vista y, a modo de conclusión, le dice a Ana, su amiga de siempre, que la vida es un asco, un asco le dice y se echa a llorar en silencio, avergonzada porque están en la bulliciosa cafetería de un centro comercial a la hora de la merienda. Sara hubiera preferido sentarse junto a la columna, que al menos parecía un sitio más resguardado, pero un ajetreado y desaprensivo camarero las ha instalado en medio del local, donde son diana de todas las miradas. Ana se decide a atacar el croissant relleno de chocolate (ya puestos a saltarse la dieta) y contempla a su amiga con un atisbo de comprensión y pena en sus ojos bovinos. A ella las cosas no le van tan mal, por eso se ha vuelto impermeable al padecimiento ajeno. A modo de ejemplo, sus preocupaciones más inmediatas son: a) pagar la hipoteca del piso que ella y su novio se han comprado, b) no manchar el nuevo supersofá tapizado, ideal para apoltronarse a ver la tele y cenar pizza, c) decidir qué perfume carísimo pulverizarse, d) qué bolso de diseño le complementa en cada ocasión, e) o las deportivas de marca que se quería comprar esta tarde. En cambio a Sara le repugna la sola visión de las migajas de croissant, que Ana se entretiene a picotear en el plato, le repugna el regusto del café con leche, esa sensación de tener la lengua de trapo. Hay que ver Ana cómo se ha puesto, sobretodo vista por detrás, Sara no ha podido evitar darle un repaso cuando entraban a la cafetería. Su amiga tímida del instituto, con el pelo muy liso y el flequillo cortina. Las dos inseparables. Tu reacción es normal (Ana), estás hipersensible y todo se te hace una montaña. Intenta distraerte, date tiempo, etc. Y cuídate más, Sara, que estás muy desmejorada. Me encuentro mal (Sara). ¿No tendrás por casualidad una aspirina?

Texto agregado el 28-05-2007, y leído por 79 visitantes. (0 votos)


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