Mientras transcurre mi vida voy conociendo a muchas personas que van dejando sus ideales, felicidad, locura o penas en mi piel hasta el momento joven.
Y ellas reflejadas por el sol, llenas de energía, danzan como almas en pena, música, de colores anaranjados, olor a hierbas y el gusto de una cerveza fría en verano.
Recuerdo la sensación del pasto húmedo, tirados bajo la tierra movediza, el arrastre de las ruedas sobre el pavimento, los frenos, bocinas, alguna música fuerte, pero no más fuerte que la de nuestros pensamientos. En esos momentos nos identificábamos con toda la libertad, las estrellas fugaces y los saltos en las tocatas abrazados.
Cada uno medios lucidos, al momento de la sinceridad, dedicábamos canciones con acordes bajos, para combatir la soledad.